Clarín

“El desnudo es mi mejor vestuario”

Ni actriz, ni bailarina, acepta que le digan “performer”. Tiene un unipersona­l que es una especia de confesiona­rio brutal.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Hay gente que está llena de secretos, misterios y enigmas. Y hay gente que no. Si toda presencia prolongada se vuelve un poco fantasmáti­ca, el proyecto de Marina Otero consiste en periódicas aparicione­s sobre un escenario. Ahora, por ejemplo, se incendia cada sábado haciendo Recordar 30 años para vivir 65 minutos. Antes fue Recordar 28 años para vivir 50 minutos y Recordar 29 años para bailar 22 minutos. En algún momento tenía que ocurrir: vida y obra iban a tener relaciones sin preservati­vo.

Lo suyo puede tratarse de una pieza interminab­le, ideal para bienales, concursos, Guinness, etc. Marina mezcla las distintas disciplina­s de su indómita vocación y las desarrolla como si fuera una obrera calificada. Es un unipersona­l, pero ¿qué es un unipersona­l? Además de ser la propuesta más extendida de la cartelera local, es la comedia humana de estos tiempos de individuos indivisos. Uno de esos saltos al vacío que se parecen a la tan temida vida misma.

Ella dice que está tratando de terminar su opus desde hace ocho años. Mentiras del

work in progress. Nadie quiere terminar, y menos una vez que comienza. El trayecto importa más que el destino y desvivirse de Marina (quedan advertidos) no será fácil. “Estoy experiment­ando sobre mí misma y este es otro boceto de una obra hecha con retazos de vida. Esta vez muestro mis secretos traspapela­dos – dice vacía, sin reservas–: muestro los documentos archivados, las fotos robadas y, bueno, mis primeros 30 años reconstrui­dos”.

Tres décadas densas, públicas y parcial o totalmente desnudas. Marina te obliga a un voyeurismo con átomos de sensualida­d, dejando en claro – entre alegorías mejores– que la moda nunca fue una tema importante para ella.

¿Te animarías a un “vestido artístico”?

Já. El desnudo es mi mejor vestuario.

Título tentador para la fiebre de clicks... Me ofrecieron mucha plata a cambio de estar con un hombre de 90 años.

Marina ... No acepté, pero lo dudé cinco minutos. Eso lo denuncié en otra versión de la obra ... Viví un tiempo con la ropa metida en bolsas y ahora vivo en un depto luminoso con muebles cool.

¿Qué más?

Fui trola. Estábamos hablando de un proyecto infinito, digno para papers teatrales. ¿Cómo pensás llegar al medio siglo de vida? Hasta los 80 no paro. Esto va durar todo el tiempo que tenga que durar. Prefiere contarnos que no es actriz, que no es bailarina, que no es nada o que es “performer”. Sus 65 minutos son un happening trash que sirve de brutal confesiona­rio. Sufre, se siente una basura, ahora da pena, ahora mete miedo, ahora perrea como Rin Tin Tin ( debe ser danza contemporá­nea).

Cuando ella sea grande, alguien va a estudiarla como se estudia el Renacimien­to.

“Salí con el hijo de una amiga y quise tener sexo con el padre de mi novio ... Salí con todos los amigos de mis novios”, cuenta medio zombie, recién levantada. “Robé fotos de Facebook y las puse en la obra. Todo está en la obra ... Un día camine hasta las vías, pero no me animé”.

Me preocupás. Preocupate por las fobias de los que aman y se quedan en las redes sociales.

Me gusta. Bailé en tetas sobre una tumba en el cementerio de Chacarita y me escapé corriendo de una mujer policía ... Ya me volví loca, me volví cuerda, me enamoré, morí de amor y resucité por trabajo.

Cuando se oye la palabra “performanc­e” dan ganas de sacar el revolver. Sin embargo, el performer hace el trabajo sucio del único espectácul­o resistente a cultura del down

load: el teatro. Al margen de definicion­es, el performer es una fuerza de choque que sale a la calle y se sube al bondi, que interviene el espacio público o el evento corporativ­o. El performer y las redes sociales existen para demostrarn­os que la posmoderni­dad terminó con los espectador­es y la representa­ción promedio del receptor. Hoy todos somos emisores. Ni McLuhan lo comprender­ía.

“Empecé haciendo diez funciones, siempre en pedo. Tomaba mucho whisky antes de actuar. No soy bailarina, no soy actriz, no soy coreógrafa, no soy escritora”.

¿Entonces? El alma es una mentira. Soy una caprichosa que hace todo esto para entender qué carajo hace en este mundo.

 ??  ?? En escena. “30 años para vivir 65 minutos”, el título de la obra sobre sus experienci­as.
En escena. “30 años para vivir 65 minutos”, el título de la obra sobre sus experienci­as.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina