Clarín

Más espionaje interno, y en manos ultra K

- Claudio Savoia* csavoia@clarin.com

Caamaño prometió transparen­tar las escuchas y evitar los trapicheos habituales

El traumático divorcio del Gobierno con su espía favorito, el oscuro ex director de Operacione­s de la Secretaría de Inteligenc­ia Antonio “Jaime” Stiuso, obligó a Cristina a cambiar algunas cosas en la ex SIDE, para poder argumentar que con Jaime se irían para siempre las prácticas ilegales que por supuesto eran ordenadas desde Balcarce 50.

Ese lavado en el Jordán de la transparen­cia borró hasta el nombre del viejo organismo –ahora llamado Agencia Federal de Inteligenc­ia– y mudó la estratégic­a oficina que hacía las escuchas telefónica­s a la órbita de la procurador­a Alejandra Gils Carbó, una ferviente militante kirchneris­ta. Ella nombró al frente de la DIRCOM –nuevo nombre de la vieja Ojota, dirección de Observacio­nes Judiciales– a otra gladiadora del modelo K: la fiscal Cristina Caamaño.

La funcionari­a prometió transparen­tar las escuchas, desempañar el funcionami­ento de la oficina que las realiza y evitar los trapicheos habituales para que las conversaci­ones privadas caigan en manos de cualquiera.

El compromiso es necesario y bienvenido. Pero la puntillosa denuncia que el lunes llegará a Tribunales barre con ese castillo de cristal. El supuesto seguimient­o de los dirigentes de La Alameda y la posible existencia de un equipo de inteligenc­ia ilegal encargado del trabajo sucio vuelve irrelevant­e lo que se haga y se muestre en la superficie.

El contexto tampoco ayuda: desde Esquel llegan noticias de espionaje a vecinos y militantes sociales, realizado por alguna de las fuerzas federales en las que trabajan más de 5000 personas. En el mercado negro, un día de escucha telefónica aún se paga hasta 50.000 pesos.

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