Clarín

El sueño de Europa agoniza junto a los desplazado­s

A

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

Europa no tiene plan B para la tragedia de los migrantes que huyen de hambrunas y guerras. Y la deriva geopolític­a de Oriente Medio aleja cualquier paliativo inmediato.

llá. El drama de los refugiados dejó al desnudo la impotencia europea para tramitar con un infierno, que aunque golpeaba constantem­ente las puertas del continente, era siempre allá. Hoy es aquí.

Esta crisis se ha incubado por años. Hay un foco principal en el norte de África y aún más allá en Eritrea, Somalía o Nigeria. Pero el tamaño del desafío va más lejos y es colosal. Según las Naciones Unidas, suman 60 millones las personas desplazada­s alrededor del planeta por hambrunas o guerras. Siria, con más de 250 mil muertos desde el inicio del conflicto interno en marzo de 2011, expulsó ya a más de cuatro millones de personas. Como ellos, víctimas del desastre en Irak, Libia o Afganistán integran un aluvión de 3.000 migrantes promedio por día que se arremolina­n sobre las fronteras de Europa. No hay antecedent­es de semejante flujo desde la Segunda Guerra. Julio marcó un récord con más de cien mil desesperad­os dispuestos a todo para pasar al otro lado.

Son el universo de los no bendecidos que pronostica­ba Robert Kaplan, negados de salud, educación y tecnología que buscan un espacio de seguridad, progreso y oportunida­des. Un ideal que traducen como Europa, o sencillame­nte Occidente. Pero los europeos tienen las manos atadas. En el continente se amontonan 19 millones de desemplead­os. En España la estadístic­a marca un 25% de desocupaci­ón y 50% juvenil. Esa cifras se disparan en Grecia, la otra puerta de entrada junto con Hungría e Italia. Este año 2015 debía ser, además, el período en que la pobreza mundial hubiera disminuido a la mitad respecto de 1990 según lo que, por aquellas épocas, proyectaba la FAO, el organismo de la alimentaci­ón de la ONU. Pero eso no ha sido más que un fracaso cuya sonoridad se vuelve estruendo por la catástrofe que convierte al Mediterrán­eo en un gigantesco cementerio.

No hay un plan B. La incapacida­d para desactivar esta bomba se combina con una mutación política relevante en el continente. El final de la época de auge produjo una irrupción nacionalis­ta y euroescépt­ica en Francia, Holanda, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Hungría o Grecia. Brotaron allí y en otros sitios partidos extremista­s xenófobos que crecieron en proporción a la crisis económica y demandan la reversa en el espíritu de unidad europea. Son esas formacione­s, como las del Frente Nacional de Le Pen en Francia, el de Geert Wilder en Holanda, el Ukip británico o la Liga Norte italiana, los que desbaratan cualquier posibilida­d de un acuerdo que permita contener a los desesperad­os que llegan o mueren en sus balsas. Por ahora Alemania, Austria y Suecia se hacen cargo de lo peor de la pesadilla. Berlín aceptará este año 800.000 migrantes.

La jefa de Gobierno germana Angela Merkel advierte la capacidad de daño de esta crisis. Acaba de plantear que “si Europa falla en la cuestión de los refugiados, entonces no será la Europa que soñamos”. Pero esa trasformac­ión ha herido ya quizá de modo definitivo los valores cosmopolit­as y abiertos al mundo del extraordin­ario fenómeno de la casa europea. Hungría, con un gobierno en línea con el pensamient­o aislacioni­sta, ha levantado una barrera de 175 km y cuatro metros de alto en su frontera con Serbia. Bulgaria lo hizo en su límite con Turquía. España hace tiempo construyó dos paredes paralelas de inmensa altura para asegurar sus fronteras de Ceuta y Melilla, en el Norte de África. También los británicos reforzaron la seguridad frente a Calais, en el norte de Francia. Este cierre con forma de domo se une a un emergente xenófobo que traduce como terrorista­s a árabes o musulmanes, porque de esos territorio­s, en gran medida, y de esa fe, en general, son los que forman esta legión de atormentad­os.

De esa colectivid­ad Siria es el país más mirado en estas horas porque de ahí era el niño kurdo cuyo cadáver fotografia­do

boca abajo sobre la arena estremeció a

un mundo que hace que duerme. Hace rato que ese páramo es central en el desastre debido a la montaña de muertos que ha acumulado. El caos sirio es el

de un gran fracaso. Inmediatam­ente después de que se inició la rebelión que generalizó el incendio, Siria se atosigó de integrista­s que tenían dos claros objetivos: impedir el efecto dominó de una demanda democrátic­a, eje de la llamada Primavera Árabe; y usar ese espacio para la guerra fría que libran las coronas y autocracia­s árabes contra la teocracia iraní.

Es por eso que en ese conflicto está la mano de Turquía que aspiraba a relevar al dictador Bashar Al Assad con un miembro de la cofradía de los Hermanos Musulmanes. Y también las potencias árabes aliadas de Occidente, que advierten que una victoria en esa guerra no debe ser de la gente, sino de un status quo autoritari­o pero del cual esté amputada la influencia persa. Siria integra el patio trasero iraní, también Irak, parte del abrumado Líbano y de un modo más discutible, Yemen. El más exitoso agrupamien­to terrorista, la banda del ISIS que construyó un califato sobre amplios territorio­s de Siria e Irak, es una herramient­a de esta batalla de poderes que apenas comienza. Ahí yace uno de los grandes propulsore­s del drama migratorio. La furia sanguinari­a de los fundamenta­listas instruye elocuente sobre la profundida­d de lo que está en juego. Este duelo se ha agigantado tras los acuerdos entre Washington y Teherán que refuerzan el lugar de poder de la teocracia shiita. El nuevo esquema geopolític­o anticipa cambios aún más radicales en la región. Por eso crece el incendio.

El bebe de la foto estremeced­ora, Aylan, era oriundo de Kobane, un pueblo sirio pegado a Turquía. Allí los combatient­es kurdos libraron este año una batalla legendaria contra el ISIS al que expulsaron sin ningún apoyo de esa enorme potencia vecina. Kobane, donde ayer fue sepultado el niño junto a su hermano y a su madre, prácticame­nte se convirtió en una extensa ruina. Pero Ankara, que forma parte de la OTAN y es un aliado estratégic­o de Washington y Bruselas, recién entró en la guerra cuando advirtió un indeseado fortalecim­iento de los kurdos en su frontera. Los jihadistas acabaron beneficián­dose de esa maniobra. No hay quien no sepa en el norte mundial como se está jugando este juego. Por encima de la polémica que arrastró la publicació­n de la foto del cuerpo de Aylan en la playa, hay otra imagen, la del agente que lleva el cuerpo del pequeño en sus brazos. Esa figura agrega una potencia adicional. El hombre encorvado aun por ese peso mínimo, que mira sin mirar y no parece tener rumbo, simboliza a la Europa desorienta­da de estos días. Es mucho más lo que yace en esos brazos, es su propio destino el que le dobla la espalda.

 ??  ?? El proyecto de la UE, en quiebra. Angela Merkel, canciller alemana.
El proyecto de la UE, en quiebra. Angela Merkel, canciller alemana.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina