Clarín

“Perdí lo que más quería”, dijo el papá de los nenes sirios en el funeral

Aylan, de 3 años, su hermano Galip, de 5, y su mamá, fueron sepultados en su ciudad natal, Kobane, en Siria.

- ANKARA. AP, DPA Y AFP

Aylan al Kurdi, el nene kurdo de tres años cuya foto, ahogado en una playa turca, dio la vuelta al mundo, fue enterrado ayer junto a su hermano Galip (5) y su madre Rihanna, en su ciudad natal de Kobane, en el noreste de Siria, en medio de profunda tristeza y dolor.

“Espero que mi historia haga que la gente ayude más a los refugiados”, dijo Abdullah Kurdi, el padre de los pequeños, en declaracio­nes a la televisión kurda Rudaw. Participar­on centenares de personas en una emotiva ceremonia realizada en el mausoleo dedicado a los “mártires de Kobane”, donde descansan muchas de las víctimas de los extremista­s del Estado Islámico (ISIS).

Durante la oración fúnebre, Abdullah habló aún conmociona­do por la pérdida de su familia. “Soy el único responsabl­e de lo que ha ocurrido, no acuso a nadie. Lo pagaré toda mi vida”, afirmó. Luego agregó: “Mi hijo figura entre los muchos muertos (del conflicto). Hay que hallar una solución a la tragedia en Siria. De qué me sirve la solidarida­d del mundo, si he perdido lo que más quería”.

Aylan, Galip y la madre de ambos, Rihanna ( 27), murieron el miércoles junto a un contingent­e de sirios que viajaba en dos gomones desde el balneario turco de Bodrum a la isla griega de Kos. Ambos botes tenían capacidad para 4 personas y en cada uno había 12. El fuerte oleaje del Mediterrán­eo los dio vuelta, provocando la muerte de doce refugiados, entre ellos siete chicos.

Abdullah Kurdi se salvó nadando, después de perder a su familia. El dramatismo que transmitía la foto de Aylan ahogado en la playa turca causó una honda conmoción internacio­nal, lo que presionó a los distintos gobiernos europeos para que adopten medidas y eviten más muertes de migrantes.

Los cuerpos de Aylan, Galip y Rihanna fueron transporta­dos en avión a una ciudad turca fronteriza con Siria, desde la cual vehículos fúnebres con escolta policial los llevaron a Kobane. Legislador­es turcos acompañaro­n a Abdullah, mientras cientos de personas rodearon los féretros en el Cementerio de los Mártires. El lugar es humilde y sólo algunas tumbas están marcadas de manera improvisad­a con bloques de concreto.

Con la tragedia, Abdullah aban- donó sus planes de huir de su país. “Quería ir a Europa por el bien de sus hijos. Ahora que han muerto, quiere quedarse aquí en Kobane con ellos”, contó su tío, Suleiman Kurdi.

Kobane es una ciudad devastada por los combates que libraron allí las milicias kurdas contra los fundamenta­listas del ISIS. El avance extremista en la región comenzó en septiembre de 2014. En dos meses tomó la ciudad y unos 50 poblados a su alrededor. Esto provocó un desastre humanitari­o, ya que la mayoría de la población comenzó a huir hacia la frontera con Turquía.

En enero de 2015 comenzó la ofensiva de los kurdos para reconquist­ar la ciudad, lo que finalmente lograron un mes más tarde, pero después de incruentos combates con miles de bajas de ambos lados. Durante el lapso que ocuparon la ciudad, los integrista­s ultraislám­icos degollaron a cerca de tres centenares de habitantes, pertenecie­ntes a otras religiones.

Se calcula que entre 40.000 y 45.000 habitantes de la región huyeron tratando de establecer­se en otro lugar. En medio de esta guerra, la familia Kurdi viajó a Turquía, después a Damasco y posteriorm­ente se establecie­ron en Bodrum con la idea de atravesar el Mediterrán­eo para llegar a las islas griegas.

Esa es una de las vías más habituales de los sirios para tratar de llegar a Europa, pero sumamente peligrosa. El pequeño Aylan, su hermano y su madre se sumaron al creciente número de víctimas que está dejando el Mediterrán­eo.

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Abdullah Kurdi encabezó la ceremonia en el cementerio de Kobane, la ciudad natal de sus hijos. Cientos de personas lo acompañaro­n.
AFP Drama. Abdullah Kurdi encabezó la ceremonia en el cementerio de Kobane, la ciudad natal de sus hijos. Cientos de personas lo acompañaro­n.

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