Clarín

Fervor por Francisco en un sitio simbólico para la historia de los EE.UU.

El Pontífice habló desde el atril donde el presidente Abraham Lincoln pronunció un famoso discurso.

- Paula Lugones plugones@clarin.com

Francisco estaba allí de pie, peleando con un súbito viento que le desacomoda­ba la sotana, en las puertas del edificio de ladrillo rojo de estilo georgiano que quizás no destaque demasiado entre los modernos rascacielo­s de Filadelfia. Pero el escenario de uno de los discursos más importante­s del Papa no fue casual, en una gira tan cuidada. El valor de ese lugar es para los estadounid­enses tan simbólico, tan enorme, que hasta está impreso en el reverso de los billetes de 100 dólares. Aquí, en el Independen­ce Hall, se reunieron los delegados de las Trece Colonias durante la Guerra independen­tista y firmaron, el 4 de julio de 1776, la Declaració­n de la Independen­cia del imperio británico y luego la Constituci­ón de los Estados Unidos de América.

La torre del edificio en aquellos tiempos albergó la famosa “campana de la libertad”, otro de los grandes símbolos de este país. Con su repiqueteo, pocos días después de su firma, fueron convocados los ciudadanos de Fildelfia para la lectura de la Declaració­n de la Independen­cia y fue adoptada más tarde como emblema de la abolición de la esclavitud, del carácter de la nación y de la libertad.

El atril donde el Papa apoyó su discurso también es histórico. En él, el presidente Abraham Lincoln pronunció uno de los discursos más famosos, el de Gettysburg, el sitio de una sangrienta batalla independen­tista. Delgado, con pata de madera torneada, fue cedido especialme­nte para la ocasión.

Una multitud escuchaba el mensaje del Papa, que habló en español y miraba a la audiencia con más énfasis que en otros discursos. Lo escuchaban miles de personas que habían recibido tickets especiales, pero también otros cientos de miles que lo seguían por pantalla gigante en una emblemátic­a avenida de la ciudad, la Benjamin Franklin Parkway, decorada con banderas de todos los países.

Allí se habían congregado desde la mañana temprano familias enteras en busca de un lugar privilegia­do para, acaso por unos segundos, ver pasar el Papamóvil con su ilustre pasajero. Muchos grupos católicos venían con remeras iguales desde distintos países y buscaban matar el tiempo con canciones y oraciones. La mayoría de ellos estaba desde hace varios días, cuando comenzó el Encuentro de las Familias, una serie de conferen- cias y reuniones donde se debatían distintos temas centrales para la iglesia como el matrimonio, los hijos, el trabajo, la caridad y otros.

María Ruarte, mendocina que vive hace 15 años en New Jersey, ansiaba ver a Francisco al menos un instante. Su amiga argentina, Graciela Bautista, había venido en auto desde Canadá, donde vive desde hace años, especialme­nte para este día. Habían colgado una bandera celeste y blanca en la valla y esperaban con paciencia. El espa- ñol se escuchaba más que el inglés en la calle. Por eso también actuó anoche el colombiano Juanes, junto con la mítica Aretha Franklin y el tenor Andrea Bocelli.

El centro de la ciudad está desde el viernes, incluso desde antes que arribara el Papa, completame­nte bloqueado con vallas de concreto en las calles y controles de seguridad. Desde entonces, cualquier persona que quería ingresar al área sensible debía ser requisada completame­nte, incluso con perros detectores de explosivos.

Ayer por la mañana había ya largas colas frente a los detectores de metales con gente que iba hasta con bolsas de dormir. Muchos de los residentes protestan porque no hay clases desde hace varios días en las escuelas públicas, el transporte está alterado y el comercio severament­e afectado en la zona del bloqueo.

Pero flota una gran energía en esta ciudad, con la gente que marcha contenta para ver a un líder que inspira no sólo a los católicos sino a fieles de otras religiones. El arzobispo de la ciudad dijo que en estos días no se llama Filadelfia sino “Francisvil­le” ¿También hay “papamanía” entre los animales? Parece que sí, a juzgar por un bonito perro que posaba en una esquina, vestido con los paramentos papales.

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EFE Papamóvil. Una multitud saluda al Papa en su recorrido por el histórico Independen­ce Mall, en Filadelfia.
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