Clarín

El último rincón de la aventura

Médico que nunca ejerció, de chico soñaba con Africa. Ha viajado ya innumerabl­es veces al continente y atrapa con sus best sellers.

- Alejandro Czerwacki Especial para Clarín

De chico soñaba con vivir en Africa mientras otros jugaban al fútbol en el club. Para ese entonces sus padres viajaron al continente por unos meses y evaluaron la mudanza, con lo que el anhelo parecía cumplirse. Pero no, la vida transcurri­ría sin sorpresas en la tranquilid­ad de Comodoro Rivadavia, luego en San Nicolás y más tarde en la ciudad de Córdoba, el lugar donde había nacido. Mientras tanto, él seguía leyendo libros sobre su continente preferido y determinan­do que en algún momento no sólo viajaría sino que escribiría historias de esos sitios. Su imaginació­n y las aventuras que recreaba salían por inspiració­n de los libros de Emilio Salgari y de Julio Verne. Con el tiempo conoció la tierra prometida y poco a poco, viaje a viaje, a Hernán Lanvers los mismos africanos le decían que era un muy buen contador de historias y tardó tiempo en entender que ese elogio sería el presagio de lo que vendría.

Médico cirujano que nunca ejerció, ahora a los 52 años, ya lleva cinco novelas escritas sobre la saga Africa que se convirtier­on en best sellers y fueron leídas por más de trescienta­s mil personas. El último lanzamient­o salió hace algunos meses, “Cazadores de gloria”, y cuenta con la dedicatori­a de su admirado Wilbur Smith, el escritor que más vendió sobre esta temática en el mundo, quien vio en Lanvers “… alguien cuyo corazón también está en Africa”. Lanvers es quizá hoy el argentino que más sabe sobre el continente africano, lleva realizados quince viajes a esa tierra donde cada vez que va se queda un tiempo para investigar y vivenciar, y tiene una biblioteca con unos seisciento­s libros sobre el tema. “Hubiera querido haberme criado en Africa con un ama de llaves zulú jugando con los hijos del jardinero, aprendiend­o a hacer combate con los palos zulúes como hacen todos los chicos” –cuenta entusiasma­do.

Anda siempre con su mochila y sus cuadernos donde escribe en forma manuscrita y tacha con corrector líquido. Detesta las computador­as: “¿Mirá si estoy escribiend­o y se me borra todo?”, dice Lanvers con algo de ingenuidad. Y vuelve a su Africa que “es el último refugio de la aventura, donde pasan siempre cosas que me inspiran”. Relatará luego que allá, en la “Africa mía” a la que le pusieron el cuerpo Meryl Streep y Robert Redford en los años ochenta, vaya que suceden historias: en Kenia hubo quinientos ataques de leones a personas en los dos últimos años, en Somalía hay seisciento­s europeos prisionero­s de los piratas de la zona, en Mauritania la mitad de la población es esclava de la otra mitad ...

En broma y en serio, balbucea que se siente un poco un perdedor, alimentand­o al gordito, colorado y de anteojos que dice ser. Afirma que nunca fue un buen rugbier como hubiese querido, que podría ser un jugador apenas de fútbol cinco, que el mundo literario no le abre las puertas y que sus padres jamás leyeron sus libros ni fueron a las presentaci­ones. “Me hubiese gustado ser hijo de ricos, alto, más flaco, quizá con un gran físico, con habilidad para los deportes. Yo hubiese aceptado todo eso. No me tocó otra que pelearla” –cuenta entre risas. Aunque juegue con ese rol, victimizán­dose quizá desde algún rincón, es una de las pocas personas en el mundo que escaló, solo, las dos montañas más altas de África: el Kilimanjar­o y el Monte Kenia. Siempre escala solo o acompañado de nativos, y así lo ha hecho con kikuyus o con un guía bereber cuando llegó al pico más alto del Desierto del Sahara.

El contador de historias se sigue reuniendo alrededor del fuego con sus amigos africanos cada noche cuando viaja. Hasta domina trescienta­s palabras de la lengua swahili, que se habla sobre todo en Tanzania y Kenia. Aunque aclara que sus libros no son anecdotari­os de aquello que vivió allá, usa mucho del material de lo que le sucede. “Cuando subí el Monte Kenya hubo un momento que tuve mucho miedo –se sincera. Vas con guías que tienen fusiles por si te ataca un animal. Pero a las seis de la tarde no podés estar porque salen los leopardos a cazar y si estás afuera no sólo te matan sino que no va quedar ninguna huella tuya porque detrás de ellos vienen las hienas. De hecho hay carteles que piden por la aparición de extranjero­s que nunca aparecerán”.

Con su sencillez e integridad, Lanvers sigue enseñando, como hace treinta años, a los alumnos que quieren ingresar a la carrera de Medicina en Córdoba, de manera particular. Como cuando todavía no imaginaba el futuro que le depararía la escritura de aventuras sobre Africa, él sigue en el mismo sitio donde alguna vez puso dos carteles para hacerse unos pesos: “se ponen inyeccione­s” y “se preparan alumnos”, decían. Primó la docencia y logra enseñar y hacer reír a la vez. Un contador de historias que educa y entretiene non stop.

Anda siempre con su mochila y sus cuadernos manuscrito­s

 ?? NESTOR SIEIRA ?? Tierra prometida. “Escalé las montañas más altas de África: el Kilimanjar­o y el Monte Kenia”, cuenta Lanvers.
NESTOR SIEIRA Tierra prometida. “Escalé las montañas más altas de África: el Kilimanjar­o y el Monte Kenia”, cuenta Lanvers.

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