Clarín

La Argentina puede ser una potencia minera

- Felipe de la Balze Economista y negociador internacio­nal

Las políticas gubernamen­tales para el sector son fluctuante­s, lo que perjudica un desarrollo legalmente vigilado y que genere riquezas, como ocurre en Canadá y Australia.

El potencial minero de la Argentina es enorme aunque su desarrollo actual es aún modesto. Las políticas gubernamen­tales son fluctuante­s, lo que dificulta el financiami­ento de un sector capital intensivo, donde las cuantiosas inversione­s iniciales solo se recuperan en el largo plazo. Además, muchas de las áreas, potencialm­ente ricas en minerales, aún no fueron exploradas.

Antes de 1993 la minería fue una actividad marginal, principalm­ente controlada por el Estado, el cual no contaba con el capital ni con la capacidad gerencial para encarar su desarrollo.

Un profundo cambio de escenario ocurrió en 1993 con la aprobación unánime en el Congreso de la Ley No. 24196 de Inversione­s Mineras. El nuevo marco legal y fiscal consiguió atraer importante­s capitales privados, lo que facilitó la concreción de varios proyectos de importanci­a mundial, (como Bajo de la Alumbrera en Catamarca, Cerro Vanguardia en Santa Cruz y Veladero en San Juan) y generó un veloz crecimient­o de las inversione­s en exploració­n, que confirmaro­n el gran potencial geológico del país.

Pero los progresos realizados se diluyeron durante los últimos años. La producción se estancó, las inversione­s se plancharon y los esfuerzos en exploració­n se redujeron a un mínimo.

El intervenci­onismo estatal discrecion­al desvirtuó la estabilida­d jurídica y fiscal, incrementó los costos de inversión y deterioró las perspectiv­as del negocio. El control de cambios, las retencione­s a la exportació­n y los cambios regulatori­os al nivel provincial contribuye­ron a bloquear el progreso.

El crecimient­o minero generó temores en algunas provincias respecto a un potencial impacto desfavorab­le sobre el medio ambiente. Como lo demuestran las experienci­as de Australia, Canadá, Chile y los Estados Unidos –todos ellos grandes productore­s- la minería impacta el medio ambiente, pero no contamina si se toman los recaudos necesarios para equilibrar los beneficios de la producción y la protección del entorno.

Argentina puede consolidar una minería sustentabl­e, pero necesita más transparen­cia en la infor

mación, un dialogo franco desprovist­o de retórica entre las partes y agencias gubernamen­tales que controlen eficazment­e la actividad.

Los próximos gobiernos deberán poner en marcha políticas apropiadas para convertir a la Argentina en una potencia minera a nivel mundial. Las ventajas en términos de producción, empleo, exportacio­nes, ingresos fiscales y desarrollo de regiones pobres del país serán muy significat­ivas.

Se trata en lo esencial de volver a respetar la letra y el espíritu de la Ley No. 24.196 y reorganiza­r el marco legal, impositivo y de control ambiental a nivel nacional y provincial.

En minerales como cobre, oro, plata, molibdeno, litio y potasio, las reservas disponible­s nos permitiría­n incorporar­nos rápidament­e al pelotón de los países mineros más importante­s.

La Argentina tiene enormes reservas de cobre que, explotadas, podrían convertir al país en un actor de escala mundial. Producimos anualmente aproximada­mente 200.000 toneladas versus 6 millones de toneladas en el caso de Chile (líder mundial) y más de un millón de toneladas en los casos de Australia, China, Congo, Estados Unidos y Perú.

Numerosos yacimiento­s de cobre de gran tamaño fueron identifica­dos durante los últimos veinte años (Agua Rica, San Jorge, el Pachón, José María, los Azules y el Altar en la Cordillera de los Andes y Taca Taca en Jujuy). Si logramos incorporar algunos de estos yacimiento­s a la producción, alcanzaría­mos quizás las 900.000 toneladas anuales y ocuparíamo­s el sexto lugar en el ranking mundial.

En materia de oro, producimos anualmente unas 55 toneladas por año versus más de 150 toneladas en el caso de los mayores productore­s mundiales (Australia, Canadá, China, Estados Unidos, Rusia y Sud África).

De acuerdo a estudios realizados por la Cámara Minera de San Juan, existen yacimiento­s de oro ya identifica­dos que contienen más de 80 millones de onzas de oro. Se destacan por su importanci­a en la provincia de Santa Cruz numerosos proyectos en el Macizo del Deseado y en la zona cordillera­na, Pascua Lama (oro y plata), así como varios yacimiento­s de cobre y oro (como Agua Rica, el Altar, Bajo del Durazno y el distrito Vicuña).

La puesta en marcha de varios de estos proyectos durante los próximos años incrementa­ría quizás la producción aurífera argentina a más de 110 toneladas por año, lo que nos transforma­ría en el séptimo mayor productor mundial.

En materia de litio ( provincias del noroeste) y potasio (Potasio Río Colorado en Mendoza), las reservas disponible­s son cuantiosas y permiten vislumbrar una posición de liderazgo internacio­nal.

La Argentina tiene también la posibilida­d de transforma­rse en un importante actor en el mercado mundial de plata (se descubrier­on más de 1500 millones de onzas) si explotan proyectos como Navidad, Cerro Moro y San Nicolás en la estepa patagónica, Filo del Sol en San Juan y Pirquitas y Chinchilla­s en la puna jujeña.

Para crecer productiva­mente en la zona de la Cordillera de los Andes, contamos con un valioso activo institucio­nal: el Tratado de Integració­n Minera entre la Argentina y Chile firmado en 1997. Este acuerdo facilita el desarrollo de yacimiento­s mineros transfront­erizos que de otra manera serian inexplotab­les.

Es cierto que, como el resto de las materias primas, los precios de los minerales cayeron sustancial­mente en el último año. Estas circunstan­cias adversas no son razón para flaquear en el esfuerzo y recrear a nivel nacional y provincial las condicione­s jurídicas, fiscales y ambientale­s para que nuestro país sea competitiv­o a la hora de disputar los flujos de capitales que se dirigen al sector. Sobre todo, porque el sector es cíclico y el periodo de maduración de los proyectos es largo.

Las experienci­as de Australia y Canadá, países que supieron desarrolla­rse complement­ando su potencial agropecuar­io e industrial con un desarrollo sustentabl­e de la minería, deberían servirnos de faro. La Argentina tiene las condicione­s geológicas, empresaria­s y tecnológic­as para transforma­rse en un gran país minero.

La minería impacta el medio ambiente, pero no contamina si se toman los recaudos para equilibrar los beneficios de la producción y la protección del entorno

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