Clarín

Ecos de cartas que causaron impacto

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Escribo por la carta del domingo pasado, de Alejandra Gientikis Tarantino, quien busca trabajo. Alejandra, te entiendo y comparto tu vivencia. Tengo 51 años, he trabajado en entidades financiera­s en el área de Sistemas, he vivenciado desde la expansión de los bancos (recuerdo uno, se llamaba Banco Florencia) allá por los 80. Tuve la suerte de trabajar en Banco Alas, el primero con cajeros automático­s, luego cayó porque estafaron al Central. Otros bancos, al final siempre un desparramo de gente, situación estresante ...

Una fusión, otra fusión. Otra vez, las tercerizac­iones. Dios mío, uno mira cómo en medio de todo eso fueron desapareci­endo entidades locales ... y que el dinero se va hacia esas mega corporacio­nes, y uno que va pidiendo algún reconocimi­ento laboral. Para eso siempre hay que esperar, si hay bono, si fuiste bien calificada. y no sé que otra excusa. y uno sigue y sigue ...

Actualment­e estoy buscando trabajo, porque como tenés que arreglar el retiro tampoco figurás como desemplead­o, ni cobrás subsidio ... ¡y hasta tenés que rendir impositiva­mente!

Alejandra, que Dios nos acompañe en esta nueva búsqueda ... Hay que seguir luchando si querés podemos estar en contacto, yo vivo en zona Norte.

Alejandra Magliano

alemaglian­o@hotmail.com

Hola Lorena, escribo por la hermosa carta a tu abuela que enfermó de Alzheimer, publicada en Clarín el domingo 16 de agosto. Me encantó tu nota, me la pasó mi Vieja, te digo la verdad. Nosotras vivimos de cerca el Alzheimer, algo muy duro para los familiares. Pero leyendo cosas como las que escribiste uno hace que esas heridas se cierren un poco, aunque siempre queda alguna cascarita que raspás y duele. Duele mucho.

Te cuento que yo cuidé a mi abuela cuando apareció esa enfermedad horrible. Una de las cosas que me dijo fue que ella sentía que su cabeza se estaba yendo para otro lado, que me iba a llamar por cualquier nombre, pero que sabía que yo era Laura y aun así no iba a poder manejarlo.

Eso hizo en mí que yo no me pusiera tan mal cuando su cabeza se iba. No te digo que me enojaba con ella cuando no me conocía. Lo que daba bronca era comprender que la estaba perdiendo. Fue bueno para mí que esa personita que me había criado estuviera ahí, aunque fuese un tiempo más. Eso me permitió saber, como decís vos, que el Alzheimer no me robó el final de tu vida. “Me dejó tus manos un tiempo más para que pueda acariciart­e ...” Te extraño siempre abuela.

Laura (NIETA DE ROSA LOLA RODRIGUEZ) laumirolau­miro@gmail.com

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