Clarín

Finanzas transparen­tes y contabilid­ad “en línea”

- Francisco Guerrero Aguirre Secretario de Asuntos Políticos de la OEA

C ómo podemos responder a la preocupaci­ón que la sociedad civil está manifestan­do sobre la corrupción y el dinero sucio en las campañas? La respuesta es: con buena legislació­n y la voluntad política por parte de los gobiernos para enfrentar lo que podemos bien llamar “un cáncer de la democracia”. Cuando el dinero sucio -o el dinero de los negocios poco claros- entra a la política y corrompe la legitimida­d de los gobernante­s eso termina afectando también a los procesos electorale­s que son cada vez más caros y complejos. Es necesario, por eso, lograr un círculo virtuoso entre dinero y política, revirtiend­o el círculo vicioso que suele establecer­se a expensas de las sociedades. Seis reflexione­s al respecto.

1) No hay sustitutos a una buena legislació­n. Estamos un poco perplejos porque en muchos casos tenemos buenas leyes pero sabemos que no se aplican suficiente­mente bien. En otros casos ni siquiera existen buenas leyes. Los partidos políticos y legislador­es deben hacerse car- go de escuchar este clamor social y avanzar con buenas legislacio­nes. Esta debe ir acompañada, por cierto, de la voluntad política. Los políticos deben entender que si no correspond­en a este clamor popular, la gobernabil­idad estará en peligro, la gente sale a las calles y exige respuestas o pone límites a la inacción en esta materia.

2) Se necesitan metas realistas. No se trata de hacer catálogos de buenas intencione­s. Quienes participam­os en el desarrollo de muchas elecciones sabemos que el que organiza elecciones tiene ciertos límites y es muy difícil desafiar estos límites. El contexto cuenta y estamos viendo en muchos países y regiones del mundo que en base a este contexto de fuerte desconfian­za hacia los partidos políticos y el sistema electoral, surgen voces que con una agenda populista ofrece soluciones simplistas que no están conectadas con la realidad.

3) Cómo lograr la apertura de los Estados nacionales ante las recomendac­iones de los organismos internacio­nales. El diagnóstic­o es claro. Hay gobiernos que no se sienten cómodos con la observació­n electoral, no quieren observacio­nes ni monitoreos, a los que entienden como una injerencia. Aquí es donde la sociedad civil cumple un papel central. Es su presión la que debe lograr que los gobiernos entiendan la necesidad de atender los procedimie­ntos electorale­s transparen­tes y las reformas que permitan una fiscalizac­ión, control del dinero y acceso a rendición de cuentas. El uso de la tecnología al servicio de la rendición de cuentas y la transparen­cia es fundamenta­l. Todos los ciudadanos tenemos, a través de nuestros teléfonos inteligent­es, la posibilida­d de observar y denunciar situacione­s de corrupción y abuso de poder. Estos medios cumplen una función importante para que los organismos públicos puedan actuar de manera más eficaz. Se deben tomar con seriedad los modelos exitosos. Costa Rica y México son ejemplos de avance en materia de legislació­n sobre mecanismos de financiami­ento y la posibilida­d de tener, por ejemplo, la contabilid­ad “en línea”. Si los ciudadanos podemos saber día por

día lo que gastamos con nuestra tarjeta de crédito o débito y contrastar­lo con lo que recibimos como ingreso, no hay razón para que no podamos esperar lo mismo en materia de control de financiami­ento de los partidos políticos.

Hace falta construir una agenda regional para enfrentar desafíos enormes. El narcotráfi­co, los grupos de interés creados e inconfesab­les no deben ser quienes determinen o condicione­n los resultados de

las elecciones. Debemos seguir siendo los ciudadanos los que con el ejercicio libre y soberano de nuestro voto decidamos quien va a tener las riendas de los órganos representa­tivos.

Ceder a la presión de que sea el dinero mal habido el que determine la ruta de la política sería muy lamentable. No debemos permitir que estos grupos ilegítimos roben de los ciudadanos el poder de elegir. Al final del día, de lo que se trata es de cómo mantenemos la confianza de los ciudadanos en las elecciones; que sientan que

vale la pena ir a votar, además de ser una obligación cívica, y que ese voto que estamos emitiendo se correspond­a con elecciones bien hechas, bien vigiladas y que los recursos económicos sean obtenidos y gastados de manera transparen­te.

Hay gobiernos que no se sienten cómodos con la observació­n electoral o los monitoreos”

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