La pista mágica del gran Gabo
La pesquisa empezó mal. El espía confundió el nombre del sospechoso y caratuló el expediente como “José García Márquez”, cuando correspondía anotar “Gabriel”. El escritor recién pisaba Nueva York, como enviado de la agencia cubana de noticias Prensa Latina. Autor de “Cien años de soledad”, iba a tener 24 años de compañía. Miradas escondidas, voces susurrantes, pasos sigilosos por la Quinta Avenida, lupa para encontrar mensajes cifrados en los renglones de sus artículos y novelas. El FBI le seguía los pasos.
¿Cómo actuaron en este caso, donde la escena del crimen estaba atrapada por una telaraña de metáforas, contaminada por gallos de riña, enamorados con cólera, mariposas amarillas y hasta una niña que comía la tierra?
Se sabe ahora -lo publicó el Washington Post- que Gabo despertó suspicacias por su apoyo a la Revolución Cubana y por haber caracterizado a Fidel Castro como “un hombre de costumbres austeras e ilusiones insacia- bles”.
La investigación del FBI empezó a redactarse en 1961, cuando García Márquez presentaba “El coronel no tiene quién le escriba”. Se reporta allí que el Nobel colombiano tenía “serias dificultades para hablar en inglés”. Y que aún quedan 133 páginas del informe sin desclasificar, bajo estricto secreto.
Pero si algo nos enseñó Gabo es a imaginar. Y entonces podemos suponer que en esas 133 páginas están las pistas de su más apasionada novela, protagonizada por un escritor que se dedicaba a despistar detectives, por los verdes caminos del Central Park.