Clarín

Ramón Ayala y Jaime Torres

Hermanados por la identidad y la canción

- Pedro Irigoyen pirigoyen@clarin.com

Dos referentes del folclore argentino hablan de la tradición, las raíces y el paso del tiempo, antes de compartir música y poesía en el escenario del Tasso.

“Un hijo del cerro y un hijo de la selva. Un charango con memoria de cóndor y una guitarra de diez ríos. Un viento de puna y un canto del Paraná. Un runa y un mensú”. Así, desbordado­s de poesía, anuncian su encuentro en el escenario del Tasso, Ramón Ayala y Jaime Torres. Hay en esta amistad una chispa que no puede apagar el tiempo. Hay vida y un camino de mil coplas. Sin dejar de empuñar sus instrument­os, y en un gesto de caballeros­idad, así se presentan uno al otro.

Ayala: Quien tenga un charango en las manos, tiene un pedazo de la tierra sonora. Tiene un poco el viento, tiene un poco el crujido de los cardones en las soledades. Tiene el misterio de las profundida­des de la montaña, tiene el guanaco y los animales propios de la Puna. Tiene tal vez una mano tendida. Quien tenga un charango en las manos, como Jaime Torres, lleva en sí su propio paisaje unido a su vida. Es digno de reverencia­rlo y quererlo. Me siento muy halagado de que él haya tenido este gesto generoso de traerme, y así traer un poco de humedad y de selva a estas soledades sedientas de las montañas en que yo vivo. Aquí estamos con el amigo y nadie nos puede separar. Llevamos el alma de la música y un eterno trajinar.

Torres: No es tanto más lo que uno puede decir cuando se encuentra con hombres como Ramón. Ha hecho cantar a este país, y en el mundo su obra es conocida ampliament­e. Sabía que me iba a enriquecer en algo más desde el instrument­o. Mantengo una amistad con él desde hace años. Creo que uno transita por un solo camino. Por eso lo pretencios­o del título: “Dos amigos, dos paisajes, un solo canto”. Es lo que somos: hombres fieles a estos elementos. La canción de Ramón es muy simple, pero es real y cierta. Me correspond­e a mí también ser fiel al pueblo de donde yo vengo. Esto hace que se junten las aguas de nuestros ríos. Esta música tiene este sentido y este contenido. ¿Dónde se encuentran o se complement­an sus paisajes?

Ayala: Como esas aguas que vienen de las montañas hasta el Pil-

comayo, que llegan hasta el Paraná y el Uruguay para llegar al Río de la Plata a formar este gran río de mar dulce, nosotros sentimos con agrado llegar aguas saturadas de erkenchos, charangos, flautas como el viento. He aprendido a amar el noroeste argentino por donde andaban los poetas con sus coplas reconstruy­endo el paisaje con la voz. Jaime y Juan Carlos Dávalos, Castilla, Leguizamón, y los grandes poetas de Jujuy. Nosotros tenemos la obligación de ponerlos en canciones antes de que desaparezc­an. Torres: Un segundo aspecto es que es un canto comprometi­do y esencial, como voz de los paisanos de nuestra tierra. Así como la Cordillera de los Andes, que une tantos países, otro tanto sucede con los ríos que se juntan. Y en esos remolinos se mezclan los cantos que tienen algo que ver. Este compromiso me lleva a estar con Ramón. Uno debe aprovechar las cosas cuando está en posibilida­d de hacerlo. Lo que más nos interesa de esta juntada, es que sentimos nuestras mentes frescas, lúcidas y jóvenes. El canto es para darlo. Porque de esta forma se mantienen vivas las tradicione­s y las costumbres. Los pueblos las necesitamo­s para tener una identidad. Esto es lo que nos pasa con nuestras músicas, tenemos una identidad de este hombre de América del Sur. Personas simples enamoradas de nuestra tierra, nuestro paisaje y nuestra gente. Elegimos acompañarn­os. Al final, será el tiempo el que justifique si valió la pena. ¿Cómo se ven con el paso del tiempo? ¿Cambiarían algo? Ayala: Es muy cruel el tiempo; tiene una goma de infinito con la que te va borrando de la vida. Entonces, hay que salir a pelearle, y aparecer en el sonido de un charango, una guitarra o la pluma de un poeta. Hay poetas enormes que siguen vivos a través de los siglos llevados por la magia del canto popular. Nosotros somos la memoria del tiempo, los que rescatamos de ese tiempo fugaz que pasa permanente­mente, frente a aquellos que sienten que lo están matando, cuando es el tiempo el que los mata a ellos. Este instante que vivimos ahora nunca jamás se repetirá por los siglos. Ya pasó, ya fue, se perdió. Vamos girando alrededor del sol en este vehículo espacial llamado Tierra, por una pequeñísim­a causalidad. Cualquier hombre medianamen­te inteligent­e sabe que es tránsito irremediab­le por las sendas del tiempo, y debe disfrutarl­o. No andar con la tontería de creerse eterno y despotrica­r en contra de la vida, sino amarla y disfrutarl­a. Hay quien dura y existe, pero no vive. Y otros que llevan el timón de su nave y viven. Esa abeja que pasa volando va a construir la miel que mañana será una copla, una décima, un libro o una música del viento. No hay que matarla, sino disfrutarl­a. Esa es la clave de la felicidad: darse cuenta de que uno está vivo para sentir el tiempo en la piel y la sangre.

Torres: Mis antepasado­s siempre celebraron la vida a través de la tierra. Si hay algo que uno podría, no reprochars­e pero sí poner a considerac­ión, es no haber escu-

chado a los mayores. En las grandes culturas del mundo, de países milenarios, la voz del mayor define y decide. No es “el viejo que

rompe las pelotas”, es la voz de la experienci­a. Yo he tenido grandes maestros poetas, de quienes traté por todos los medios de ser su amigo. Aprendí a ser buen peón y acompañarl­os, escucharlo­s. Jorge Calvetti, Medardo Pantoja o Jaime Dávalos, que decía: “Para morir con el gusto y el capricho de ser un animal

que canta y sueña”. Nosotros vamos a morir con este simple capricho. ¿Qué significa para ustedes ser custodios de la tradición?

Ayala: Sentirse argentino es lo mejor que le puede pasar a un habitante de esta tierra. Hay muchos que le dan la espalda a su tierra y van detrás de espejismos, sin darse cuenta del gran capital que tenemos en ritmos, canciones, poetas, géneros musicales, filosofía. Van detrás de lo extranjero. Lo peor que nos puede pasar es andar por la vida con un envase argentino, con contenido extranjero. Cuando sean viejos va a ser tarde, habrán perdido la fuerza de la juventud en pompas de jabón que se revientan con el viento. Lo importante es el corazón de uno. El sentimient­o y la convicción de haber sido parido en este rincón de la Tierra. Amarlo y celebrarlo.

En las grandes culturas del mundo, la voz del mayor define y decide. No es ‘el viejo que rompe las pelotas’, es la voz de la experienci­a.” Jaime Torres Hay muchos que le dan la espalda a su tierra. Lo peor que nos puede pasar es andar por la vida con un envase argentino, con contenido extranjero.” Ramón Ayala

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