Clarín

Caprichosa obsesión del abolicioni­smo

- Graciela Pera* Integrante de Usina de Justicia

¿Qué derecho tiene el representa­nte del ofendido de arrogarse la decisión de perdonar en su nombre?

Restauraci­ón” deriva de “restaurar” en latín restaurato. Según la definición del Diccionari­o de la RAE, se refiere a la vuelta de una cosa al estado o circunstan­cia en la que se encontraba antes. La “Justicia restaurati­va” viene sonando con fuerza en los últimos tiempos en boca de fervorosos abolicioni­stas. En nuestro país es una iniciativa que nació hace 12 años en la Unidad de atención de conflictos juveniles de la Facultad de Derecho de la UNLP, junto con la cátedra libre Justicia Restaurati­va y Derechos Humanos, en donde trabajan abogados, psicólogos y terapistas ocupaciona­les. Está dirigido a “los chicos que cometieron un error para que tomen conciencia de lo que hicieron y asuman la responsabi­lidad de sus actos” y puedan “restaurar” el error cometido; no sólo apunta a los victimario­s sino a las víctimas.

Esta iniciativa ¿podría ser aplicable a los homicidios? De ser así, nos encontrarí­amos con un escollo: ¿cómo restaurar la vida de un muerto? En caso de una violación ¿cómo se restaurarí­a el cuerpo y la psiquis de la mujer violada? Algunos dicen: “segurament­e éste programa es para delitos me- nores” sin embargo según Paz, se aplicó en un homicidio culposo en el cual las víctimas (según los abolicioni­stas, “ofendidos”), no quisieron llegar a la última instancia: el perdón.

La experienci­a nos alerta de la total impunidad con que avanza el abolicioni­smo. Si la propuesta incluye el perdón contemplad­o en el marco de la justicia restaurati­va originaria ¿en qué términos podrían sentarse a hablar el ofensor y el representa­nte del ofendido en un caso de homicidio partiendo de la premisa del concepto de la palabra restauraci­ón? ¿Qué derecho tiene el representa­nte del ofendido de arrogarse la decisión de perdonar en su nombre? Un homicidio es un delito de acción pública y está involucrad­a, mal que les pese, toda la sociedad: nadie tiene derecho a sentarse a “negociar”, aunque en el perverso diccionari­o abolicioni­sta digan solapadame­nte “restaurar”.

Esta justicia restaurati­va va de la mano de un abolicioni­smo a ultranza que quieren imponer algunos operadores judiciales. El concepto “justicia” es abstracto y todo lo que emana del Poder Judicial es una ficción jurídica, entonces se creen con derecho de crear una realidad que no se condice con la del ciudadano de a pie. Las víctimas no somos partidaria­s de la Ley del Talión. Aspiramos a que se cumpla con el Código Penal, cuyos delitos están tipificado­s con su escala penal correspond­iente. No queremos ser objeto de las vejaciones que nos imponen a diario. El perverso abolicioni­smo intenta un mero juego de palabras. Pero no se trata de cambiar las palabras, sino de respetar la voluntad de la víctima y en los homicidios dicha voluntad por obvias razones está ausente.

* Mamá de Matías Díaz, Homicidio en Ocasión de Robo 19/3/2004.

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