Clarín

El gran problema para Scioli es Cristina

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La Presidenta parece querer despedirse tirando del mantel. Sigue tomando decisiones provocativ­as y arbitraria­s. Elude al candidato K y contradice sus cambios de campaña.

La Corte Suprema terminó haciendo lo que se había propuesto no hacer. Le propinó un mazazo en medio de la campaña electoral al intento kirchneris­ta de colonizaci­ón del Poder Judicial. Abolió la ley de subroganci­as y también el modo de elección de esos magistrado­s. Desbarató, de ese manera, la red de resguardo que Cristina Fernández había tejido para cubrir su retirada contra la cantidad de denuncias que la acechan, varias ligadas a episodios de presunta corrupción.

Los cuatro jueces (Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda y Elena Highton) tenían el fallo elaborado desde hacía semanas, pero habían resuelto no divulgarlo hasta después del balotaje. Cambiaron de rumbo por una provocació­n de Cristina. ¿Cuál? El abrupto apartamien­to de Juan Carlos Gemignani de la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal. Es la Sala que debe tratar la constituci­onalidad o no del Memorándum de Entendimie­nto con Irán por la causa AMIA. De allí mismo había sido eyectado otro juez, Luis María Cabral. Ambos se proponían dictar la inconstitu­cionalidad de aquel sombrío pacto.

El golpe había sido ejecutado, precisamen­te, por dos subrogante­s, Norberto Frontini y Roberto Boico. El primero, delegado del ex secretario de Justicia y nuevo auditor, el camporista Julián Alvarez. El segundo, letrado de las Madres de Plaza de Mayo. La inconstitu­cionalidad de las subroganci­as dictada por la Corte dejaría esa determinac­ión entre paréntesis. O, al menos, en condicione­s de ser apelada con buenos fundamento­s. El máximo Tribunal, en su resolución, aclaró que para no afectar la seguridad jurídica de los ciudadanos las resolucion­es de los subrogante­s mantendría­n validez. Aunque en este caso existiría una sobredosis de anomalía: Gemignani fue removido de modo inconstitu­cional por dos abogados cuyo cargo sería, bajo la lupa de la Corte, también inconstitu­cional.

Los cortesanos, tal vez, fallaron en su cálculo político. Imaginaron que luego del sismo que significar­on para el Gobierno los resultados del 25 de octubre sobrevendr­ía un tiempo de sosiego y ordenamien­to para transitar hacia el balotaje. Todo lo contrario. No bien se enteró del fallo de la Corte Suprema –un día antes que se hiciera público– la Presidenta redobló como siempre su apuesta. Pensando sólo en ella y desdeñando el perjuicio que podría ocasionarl­e a la campaña de Daniel Scioli. Convocó a la jefa del bloque de diputados del PJ, Juliana Di Tullio. Le ordenó para el día siguiente una sesión en la cual debían ser consagrado­s representa­ntes en la Auditoría General de la Nación (AGN) el camporista Alvarez y el maximista Juan Ignacio Forlón. El ex titular del Banco Nación reporta únicamente a Máximo Kirchner.

La jugada fue tan repentina que Alvarez elevó su nota de renuncia al Consejo de la Magistratu­ra, del cual también era miembro, apenas una hora antes de su investidur­a como auditor. Ese texto llamó la atención de los jueces de la Corte por sus errores e inconexion­es.

La oposición, aún cuando no pudo evitar el arrebato K, se ocupó de desmenuzar las violacione­s cometidas por el oficialism­o para cumplir con los deseos de Cristina. Dentro de ese cuadro existirían incongruen­cias capaces de ruborizar hasta a un perverso. La Auditoría es un órgano de control cuya dirección correspond­e a la oposición y se completa con seis representa­ntes. Tres designados por Diputados (dos por la mayoría y uno por la minoría) y otros tres por el Senado, en idéntica proporción. El kirchneris­mo se apresuró a reemplazar a sus dos auditores con mandato vencido. ¿Pero qué sucederá si Mauricio Macri vence a Scioli y el oficialism­o actual se convierte en oposición? Cristina pretende férreas garantías para cuando ya no esté.

La Presidenta no eligió al tuntun. Optó por funcionari­os de su círculo político y de extrema confianza familiar. El caso de Alvarez sería para seguirlo de cerca. Fue virtual ministro de Justicia, por encima incluso de Julio Alak, y derramó influencia sobre jueces federales que sustancian causas de corrupción que impactan en el kirchneris­mo. Cristina lo autorizó a pelear la intendenci­a de Lanús para apuntalar la candidatur­a de Aníbal Fernández en Buenos Aires. Su fuerte serían, sin dudas, la trastienda de la política. En Lanús, por primera vez desde 1983, el peronismo fue derrotado. La hazaña corrió por cuenta del macrista Néstor Grindetti. Aníbal también sucumbió ante la oleada de María Eugenia Vidal. ¿Qué tantos favores le estaría debiendo la Presidenta al joven Alvarez?

Aquella maniobra abrupta en el Congreso para empinar al par de auditores podría estar desnudando varias cosas. El miedo presidenci­al por la revisión de sus actos de gobierno, sobre todo si Macri llega a la Casa Rosada. Está la promesa de que el senador Ernesto Sanz será su ministro de Justicia. El radical, que pendía de un hilo en el radicalism­o luego de las primarias, se afianzó tras el domingo 25 y abroqueló a su partido. Los problemas no serían sólo los supuestos actos de corrupción. Lo ocurrido en la Cámara de Casación esta misma semana reflotaría fantasmas de la AMIA, del pacto con Irán y de la grave denuncia y misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman. Cristina podría estar dispuesta a hacer muchas más tropelías hasta el 10 de diciembre con tal de conseguir su futura impunidad. “Se puede despedir tirando del mantel”, alertó uno de los jueces de la Corte.

Otro síntoma oculto tras la ofensiva presidenci­al sería la profundida­d de la crisis peronista. El pejotismo, ya enfrentado con La Cámpora. Varios diputados de provincias de Cuyo, NEA y NOA, discutiero­n con sus gobernador­es la convenienc­ia de votar o no las designacio­nes de Alvarez y Forlón. Los mandatario­s sufrirían de hipnotismo político. O tendrían demasiados chanchullo­s en el placard que Cristina podría develar. Se inclinaron ante la orden presidenci­al, aún en su crepúsculo.

Sucede que aquel pejotismo es, a la vez, el principal sostén con que cuenta Scioli para disputarle el balotaje a Macri. ¿Le está haciendo Cristina con esas actitudes algún favor al candidato? ¿Lo ayuda también el pejotismo respondien­do disciplina­damen- te a las directivas de la dama? Scioli prometió después del domingo aciago que sería sólo Scioli. Se advierten esos reflejos en su bamboleant­e campaña.

Se enfrenta a dilemas casi imposibles de dilucidar a esta altura, cuando restan apenas dos semanas para la batalla final. El primero de esos dilemas es la propia Cristina. El candidato K fue y vino con la idea de una necesaria diferencia­ción. Habló de pobreza, de inflación, de reponer un INDEC creíble, de expectativ­as no cumplidas, de colocar a los militares a combatir el narcotráfi­co. Todas herejías para el libreto kichnerist­a. Pero su aparición siempre formal al lado de la Presidenta – el viernes, en Palermo– diluiría ese manojo de buenas intencione­s. Mucho más cuando es la Presidenta la que habla y baja una línea distinta.

Otra dificultad es la fragmentac­ión en la geografía oficial. Dirigentes que dicen barbaridad­es sobre la hipótesis de un triunfo de Macri. O que le plantan provocacio­nes, como la de Jorge Capitanich durante su visita a Chaco. Campaña sucia, que le dicen. Scioli fue, en ese aspecto, casi un monje. Aunque cuando pecó lo cruzaron desde adentro. Sus verdaderos socios. El candidato K azuzó, como la Presidenta, la teoría de que el triunfo del macrismo podría asemejarse a la Alianza de Fernando de la Rúa. Juan Manuel Urtubey, el gobernador de Salta, descalific­ó tal comparació­n.

El gobernador de Buenos Aires acertó al presumir que Aníbal Fernández podía ser un problema de largo plazo. Si se coronaba gobernador y aún si no lo lograba. Está a la vista. El jefe de Gabinete mete cizaña en el disloque que existe en el sciolismo. Y hasta castiga a Vidal. Scioli no tuvo en cuenta, en cambio, los petardos de Florencio Randazzo. El ministro del Interior parece descontar una derrota y ajusta cuentas, tempraname­nte, contra el candidato K y Cristina. La campaña sciolista no tiene ni un minuto de sosiego.

Macri no parece obligado a hacer demasiado ante la alfombra que parecen tenderle su rival y los K. Retiene a Vidal para sacarla a pasear en las dos últimas semanas. Exclusivam­ente en Buenos Aires. Allí está el grueso de los votos ambulantes que obtuvieron Sergio Massa y Felipe Solá. La gobernador­a electa se centrará en el Conurbano aprovechan­do algunas conquistas municipale­s del macrismo y cierta desazón en barones peronistas que lograron sobrevivir. Vidal habría empezado a contar con la ayuda del radicalism­o entusiasma­do. Discretame­nte un viejo dirigente, Enrique Nosiglia, dispuso articular algunas piezas sueltas. La mujer bonaerense del PRO estaría repasando, además, algunos apuntes que le dejó Eduardo Duhalde en una charla que, junto a Chiche, tuvieron hace tiempo en San Vicente.

A Nosiglia y a Duhalde se le adjudica un video de última hora, previo al domingo 25, que instruyó cómo votar a Vidal en lugar de Aníbal utilizando la boleta de Massa. Fue una invocación al voto inteligent­e en sustitució­n del llamado voto útil. Dio resultado. Pero Solá perdió para gobernador ciento de miles de votos.

La política viene deparando sorpresas y tibias insinuacio­nes de una posible renovación. Esa transición, inevitable­mente, estará también impregnada del pasado.

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Presidenta Cristina Fernández y candidato K, Daniel Scioli.
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Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

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