Clarín

Macri avanza entre ondas de amor y paz

- Julio Blanck

En el comando político de Macri se escuchan cosas increíbles. Por ejemplo: “Mauricio se transformó en un líder sanador”. No lo dice un entusiasta de las ondas de amor y paz, las prácticas tántricas o la meditación, sino un dirigente de alto poder y máxima cercanía con el candidato. “Suponíamos -explica- que a Macri le iban a reconocer su capacidad de gestión por todo lo que hizo en la Ciudad, que ése iba a ser su punto fuerte, pero ahora vemos que le valoran más la tolerancia, la actitud de escuchar, de convocar al que piensa distinto”. Sólo le falta decir Cristina lo hizo.

Los macristas son fanáticos de las encuestas pero más de los focus group, que permiten conocer qué cuestiones cualitativ­as están moviendo la opinión de la gente, y en qué dirección. Del estudio de esos grupos de personas con procedenci­as e intereses diversos sacan estas conclusion­es cuando menos inesperada­s.

Quizás hayan comprobado ahora, como tantos otros, que en cada franja de la sociedad hay muchísimos que tienen sus propias y buenas razones para sentirse agredidos por las políticas, por las formas o por el estilo belicoso y abrumador del kirchneris­mo. Y descubrier­on entonces que lo que demanda ser restaurado no radica sólo en lo institucio­nal, lo político o lo económico, sino que abarca más que eso, en el amplio territorio de la cultura social y la convivenci­a.

Así, sostienen que algo está pasando en el territorio de lo emocional que estaba fuera de sus previsione­s. “Hasta Mauricio está distinto, ahora lo ves en los actos y en las reuniones y hay momentos en los que se emociona y le cuesta seguir hablando”, cuenta el dirigente de alto poder.

Suena raro para los parámetros habituales de la política y para las caracterís­ticas del propio Macri, a quien la misma Presidenta definió como “educado y simpático”, pero al que nunca, ni en sus mejores momentos, se le había despintado cierta capa original de frialdad y distancia.

Cualquier asesor de campaña sueña con que su candidato consiga establecer alguna forma de conexión emocional con el electorado. Sea cierto que Macri lo esté logrando, o se trate de pura y vacía ilusión de sus colaborado­res, la cuestión es que los primeros spots publicitar­ios que se verán desde mañana en la televisión y se escucharán en las radios apuntan a reforzar ese filón imprevisto.

Esas piezas publicitar­ias toman fragmentos del discurso de Macri en la noche de la primera vuelta, que quizás haya sido su mejor presentaci­ón pública desde que entró hace 12 años en la política. Y trabajan sobre las ideas de tolerancia, reconcilia­ción y llamado a los votantes a involucrar­se en la tarea de mejorar el futuro.

Es propaganda. No tiene por qué ser 100% verdadero. Alcanza con que produzca el efecto buscado.

Mientras las encuestas le están dando ventaja inicial a Macri sobre Daniel Scioli en el camino hacia el balotaje, en las oficinas macristas aseguran que hay algo más importante a esta altura que esa intención de voto favorable, y es el retroceso del rechazo a Macri. Sostienen que según sus propias mediciones, el porcentaje de quienes nunca votarían al candidato de Cambiemos “bajó más de 10 puntos desde la primera vuelta” y ahora se habría estacionad­o en torno de un aceptable 35%. Dicen que, en cambio, el rechazo a Scioli no disminuyó y estaría hoy en valores cercanos al 50%. Son los números de ellos y en esos números creen.

Como fluye el optimismo, informan que también se les anotaron a través de las redes sociales, para colaborar en la campaña y la fiscalizac­ión de la elección, “más de 30.000 nuevos voluntario­s” en la semana posterior a la primera vuelta.

Tanto alborozo debe ser tamizado, obligada y racionalme­nte, a través de otros costados de la realidad que no son tan favorables a Macri.

Uno de ellos es que, pasadas las dos primeras semanas de zozobra, confusión y carnicería interna, es de esperar que el kirchneris­mo y el peronismo bajen el tono de su disputa salvaje y Scioli encuentre un es- pacio menos contaminad­o para desplegar sus dos semanas finales de campaña. La maquinaria del Estado, extendida en todo el país y agotando lo que le queda de recursos, es siempre un actor muy poderoso en la escena electoral.

Otro factor que debería llamar la atención de Macri y su equipo es que la campaña del miedo lanzada por el kirchneris­mo, burda y contraprod­ucente en los sectores medios salvo para los convencido­s de antemano, puede en cambio causar impacto en los sectores de la población que tienen su vida cotidiana más vinculada a la presencia y la ayuda del Estado.

Dirigentes del sector de Sergio Massa señalaron, durante una reunión ampliada el miércoles último, que esa prédica atemorizan­te del oficialism­o estaba logrando permeabili­dad entre sus votantes del populoso segundo cordón del Gran Buenos Aires. Massa reunió 2 millones de votos en la Provincia y cerca de la mitad de ellos correspond­erían a esos sectores sociales escasos de protección. “No está fácil para Macri”, aseguró un hombre de primer nivel que participó de ese encuentro.

Por cierto, el propio Massa, su ex candidato a gobernador Felipe Solá y su principal aliado el cordobés José Manuel de la Sota, han dicho que el voto de ese espacio es un voto por el cambio y estimaron que dos de cada tres de sus votantes termina-- rían apoyando a Macri. Si eso fuese así, la elección estaría definida a favor del candidato opositor. Pero la pelea está abierta porque Scioli se está tirando de cabeza a conquistar a los votantes peronistas de Massa, que según estudios hechos antes de la primera vuelta serían la mitad de todo su caudal electoral.

La publicidad que empezó a girar en redes sociales, en la que se muestra abiertamen­te a Scioli como el hombre que recoge las propuestas de Massa y se compromete a cumplirlas en nombre del peronismo, es apenas un anticipo de lo que vendrá de ahora en más.

El breve diálogo telefónico del jueves pasado entre Scioli y Massa, sin otra sustancia que las mutuas cortesías, juega de todos modos en el imaginario de un acercamien­to. Incluso más allá del hecho que Massa haya rechazado reunirse cara a cara con Scioli hasta después de las elecciones. Algo parecido había hecho –como ya se informó– cuando un emisario kirchneris­ta le propuso verse con Cristina: dijo que no tendría problemas en hacerlo una vez que ella haya dejado el poder. Nunca antes.

Avisado del riesgo en la competenci­a por ese voto, Macri salió enseguida a proclamar que las propuestas de Massa “son prácticame­nte iguales a las nuestras”. Hay allí una pulseada que durará hasta el último día.

Una carta que puede jugar Macri en su favor es la apertura de negociacio­nes amplias con el massismo en la provincia de Buenos Aires, para tejer una red política de gobernabil­idad que proteja la gestión de María Eugenia Vidal. Esos acuerdos se reflejaría­n en la Legislatur­a bonaerense, pero también podrían tener alguna expresión en la formación del equipo ministeria­l de la nueva gobernador­a.

El comando electoral de Scioli trabaja para que al final de la semana que comienza quede borroneada la impresión de que Macri ya ganó la elección. Creen que si restablece­n el equilibrio perdido –ya que no la imagen desactuali­zada de un Scioli ganador– podrán entrar a la semana decisiva en condición competitiv­a. Esa última semana tendrá el debate presidenci­al del próximo domingo como punto de partida. Son los cálculos de ellos, y en esos cálculos creen.

Entre tanto afán de uno y otro lado, quedan incógnitas abiertas sobre los dos actores que, sin tener protagonis­mo directo, son parte indivisibl­e de la definición presidenci­al.

¿Mantendrá Massa su aparente neutralida­d, que tanto tiene que ver con cuidar su proyección sobre el peronismo que viene, si Scioli lo pegotea demasiado a su propia campaña; o temiendo quedar desperfila­do después de tanto esfuerzo está dispuesto a hacer un gesto inequívoco a favor del cambio, si esa adherencia se prolonga y se hace más profunda?

¿Seguirá Cristina ocupando el centro de la escena oficialist­a, como en el acto del viernes con Scioli y Carlos Zannini sentados a su lado, o tendrá la generosida­d de opacarse en beneficio del candidato; admitiendo que su presencia dominante sólo le garantiza a Scioli más dificultad­es para acceder a los votos que necesita para acercarse a Macri?

La única ventaja de tantas incógnitas es que solamente quedan dos semanas para que sean resueltas. Después de eso tendremos nuevo presidente.

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FOTO AP Carta ganadora. Macri con María Eugenia Vidal, en el último cierre de campaña.
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