Clarín

Tragedia minera en Brasil Desesperad­a búsqueda de sobrevivie­ntes en un deslave

Dos diques con aguas químicas se quebraron cerca de una mina. El lodo tapó un pueblo en Minas Gerais. Hay 25 desapareci­dos. “El ruido del agua era infernal”, dijo un testigo a Clarín.

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Era un embalse de agua, hierro y arena. Ahora es un dique seco de dimensione­s colosales, cubierto por una delgada capa de barro endurecido. Se trata del Fundao, una especie de “lago artificial” donde la minera Samarco depositaba los deshechos de la explotació­n del hierro que regenteaba en el vecino municipio de Mariana. Había, en el lugar, 55 millones de metros cúbicos. Esa enormidad fue la que tapó, literalmen­te, Bento Rodrigues, ubicado ladera abajo de la represa que contenía la basura minera, que se rajó el jueves por la tarde.

La velocidad con que el lodazal llegó al pueblo apenas dio tiempo a su gente a correr hacia el punto más alto, llamado el Papagayo. Allí se salvaron aquellos que, con oído fino, escucharon el bramido de la avalancha de agua y barro.

Los más viejos y los niños engrosan la lista de víctimas que ayer fue informada por primera vez por la intendenci­a de la pequeña urbe histórica de Mariana. Ahora, son 25 los desapareci­dos, según un conteo provisorio, y 13 de ellos son trabajador­es de la compañía, una asociación entre dos grandes del mundo minero: la brasileña Vale y la australian­a BHP Billiton.

Del antiguo poblado quedan apenas algunas paredes, que no su- cumbieron a la fuerza del “tsunami” de barro, como relatan los moradores que salieron con vida. En el distrito de Bento apenas una decena de casas no fue impactada por el mar de lodo. Amanda Aparecida do Carmo, una de las sobrevivie­ntes junto a su bebé de un año y a su marido, contó a la enviada de Clarín que ella supo del desastre que se avecinaba porque le avisó un tío que trabaja en la Samarco.

“Nos gritó que corriéramo­s hacia el lugar más alto de Bento, que es el morro de Papagayo. Pero no le creímos. Hablamos con una vecina y ella tampoco creyó que fuera cierto”. Solo cuando oyeron “un barullo a distancia” dieron crédito al alerta del familiar. “Ya en la ladera del morro, mi marido vio que la corriente arrastraba a un chiquito de dos años. Se tiró y comenzó a nadar hacia el bebé. Lo agarró y lo llevó hasta un vertedero de agua limpia para sacarle el barro. Ahora el nenito está en un hospital de Belo Horizonte”, comentó.

Amanda, de 17 años, es una de las mujeres hospedada junto a la familia en el hotel Avenida Palace. Ella nació en Bento. Una de sus vecinas, Rosa Helena, logró agarrarse al acoplado de un camión que pasaba para sacar a la gente del lugar. “El ruido que hacía el agua

era infernal. No voy a olvidarlo jamás”, dijo a Clarín. También para Edna Aparecida, de 34 años, el camionero fue providenci­al: “Agarré mis hijos, de uno y de cuatro años, y se los pasé a unos vecinos que los agarraron. Después yo mismo conseguí trepar al camión que subió al morro”. Si en algo coinciden las víctimas de la catástrofe es en afirmar que jamás volverán a la villa. “Hay cuerpos debajo de aquel barro”, dicen a coro los sobrevivie­ntes de la tragedia.

La ruptura de los diques, tanto Fundao (el mayor) como Santarém (el menor), afectó otros distritos: Aguas Claras, Ponte do Grama, Paracatu, Pedra e incluso Barra Loga. A pesar de quedar a 70 kilómetros del epicentro del desastre, esta localidad resultó también duramente afectada: “Sabemos que varias personas desapareci­eron, pero no sabemos con certeza cuántas”, relató uno de los moradores. Con todo, la avalancha llegó al lugar con menos fuerza; entró en las casas pero no las destruyó.

En la historia de la minería brasileña, el brutal accidente de Mariana es uno más entre los numerosos que enlutaron esta actividad, con muertes y destrucció­n. Según los memoriosos, éste el séptimo en

30 años. La anterior tragedia fue en el estado de Piauí en 2009 y los damnificad­os no lograron todavía recuperars­e ni del impacto sicológico ni de las terribles pérdidas materiales.

Ocurre que en Minas Gerais, la provincial minera por excelencia desde los orígenes de la colonizaci­ón portuguesa (de allí, inclusive, el nombre), los suelos son más frá

giles. “La región contiene muchas cavernas y, en la medida en que en ellas se va depositand­o agua, se crea una presión y el terreno se acomoda. Esto produce pequeños movimiento­s sísmicos que no se sienten. Pero con el tiempo, fragilizan la estructura y se producen desastres”, indicó un experto. Luiz Carlos Molion, que trabajó en el Instituto Nacional de Investigac­iones Espaciales (INPE), consideró en cambio que median factores también empresaria­les: “Estos embalses se realizan sin tener estudios suficiente­s sobre el subsuelo”. No sólo esto: la empresa Samarco afirmó, en un comunicado, que el río de lodo no era tóxico. Los expertos divergen de esa versión: “Los residuos depositado­s en ese embalse ofrecen riesgos para el medio ambiente. En estos lagos hay agua y cuarzo; pero ese material es depositado durante años y se mezcla con otros contaminan­tes”.

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AP Desolador. Así quedó el pueblo de Bento Rodrigues, literalmen­te cubierto por el lodo con residuos químicos. Trece de los 25 desapareci­dos eran trabajador­es de la empresa minera.
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MARIANA, MINA GERAIS. ENVIADA ESPECIAL Eleonora Gosman egosman@clarin.com
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EFE Jarra. Una mujer se quita del cuerpo el lodo que inundó su casa.
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Limpieza. Pobladores intentan remover el barro de una vivienda.

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