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Italia: así viven los inmigrante­s ilegales en los centros de refugiados

A quiénes trae el mar. En Pozzallo, Sicilia, está uno de los cinco centros de atención primaria a los refugiados. Allí se ilusionan con un destino posible.

- SICILIA. ENVIADA ESPECIAL Marina Artusa martusa@clarin.com

En Italia hay cinco centros de refugiados especializ­ados en proporcion­ar primeros auxilios y dar el primer recibimien­to a los inmigrante­s ilegales que desembarca­n en sus costas. En este momento, el sistema italiano aloja a 93.608 refugiados cuya estadía le cuesta al estado 35 euros por día por cada “sin papeles”.

Esta es la crónica de un día en el centro de refugiados de Pozzallo, en Sicilia, donde sus huéspedes son bienvenido­s sólo por algunas horas hasta su traslado a otras sedes, según ingresen al sistema legal de quienes solicitan asilo o no. Qué pena que aquí nadie pueda disfrutar la vista al Mediterrán­eo. No hay ventanas a esa inmensidad que atrae y aterra a los inmigrante­s ilegales que logran llegar hasta este puerto siciliano. Porque el mar no sabe ser moderado: los salva y redime de los males de la propia tierra o se los devora.

Ni ventanas ni modo de enterarse de que, hace apenas unos días, el naufragio de una embarcació­n desbordada de refugiados dejó cuarenta desapareci­dos en el mar vecino, el Egeo. Aquí nadie habla de salvatajes ni de naufragios.

Este bloque de cemento pintado de amarillo que hace equilibrio sobre la escollera del puerto de Pozzallo, en Sicilia, era la antigua aduana. Hoy parece un presidio. Enrejado y custodiado por la Prefectura de Ragusa, el edificio aloja al centro di prima accoglienz­a (centro de primer recibimien­to). Este refugio en el punto insular donde hace pie la mayor cantidad de inmigrante­s ilegales que logran alcanzar Sicilia es uno de los cinco que hay en toda Italia dedicados a dar la primera asistencia a quienes desembarca­n en las costas italianas. Entrar aquí para ver cómo pasan sus primeras horas cientos de “sin papeles” demanda varias gestiones y permisos de la Prefectura y el acompañami­ento permanente de un oficial durante la visita.

Esta es la primera meta para los recién llegados que han sido rescatados en alta mar, a pocas millas de las costas de Libia y que han pasado más de 24 horas en el agua. La mayoría no deseará quedarse en Italia sino seguir viaje hacia el norte de Europa, rumbo a Alemania o los países escandinav­os.

Mientras tanto aquí se les asigna un brazalete con una letra y un número. Los fotografía­n. Los revisan para constatar que no traen infeccione­s. Son invitados a ducharse.

De los 651.132 sin papeles que llegaron a Europa por mar entre el 1 de enero y el 20 de octubre de este año, 140.195 desembarca­ron en Italia, dicen las estadístic­as de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s. En la puerta de ingreso al centro de refugiados, un cartel anuncia los horarios de las comidas: de 8:30 a 9:30, desayuno; de 12 a 13, almuerzo; de 20 a 21, cena. Hay un teléfono público, instruccio­nes sobre sus derechos , los horarios en los que funciona el consultori­o médico.

Los inmigrante­s no pueden salir del centro de acogida. Pasan las horas tirados en la cama, jugando a las damas, improvisan­do un fulbito con una pelota de plástico. Aquí no hay lechos matrimonia­les. Son todas camas marineras, de hierro, en cuyos parantes los huéspedes en tránsito colocan botellitas de agua mineral.

Eritrea, Nigeria, Somalia, Sudán y Siria, en ese orden, son los principale­s países de origen de los refugiados que llegan a las costas italianas.

“Nuestro centro de primera acogida tiene capacidad para 160 personas, pero la demanda de espacio para alojar a los refugiados que llegan se ha visto hasta triplicada”, dice el intendente de Pozzallo, Luigi Ammatuna.

Nadie debería permanecer aquí más de 24 o 48 horas. “Pero a veces son tan numerosos los desembarco­s que organizar los traslados lleva tiempo y las estadías se prolongan”, dice Chiara Montaldo, responsabl­e de Médicos Sin Fronteras en Sicilia.

Italia acoge a un refugiado cada mil personas. Suecia recibe once y la media en Francia es de 3,5 refugiados cada mil.

Cada inmigrante le cuesta al estado italiano 35 euros por día. El año pasado se gastaron 628 millones de euros en asistencia a los refugiados y el presupuest­o previsto para este año es de 800 millones.

La Comisión Europea acaba de destinar 2.400 millones de euros para los próximos seis años de los cuales 560 millones están reservados a Italia, uno de los países más golpeados por el desembarco masivo de “sin papeles”.

El sistema de acogida a los inmigrante­s ilegales incluye una red de centros de “segundo recibimien­to”, sobre todo para quienes están esperando una respuesta al pedido de asilo o para quienes ya lo han obtenido.

“En estos centros nuestro equipo de psicólogos tiene un rol fundamenta­l. Cada vez más notamos el estrés y la angustia en los que están sumidos quienes acaban de atravesar una experienci­a traumática como la de un desembarco -dice Chiara Montaldo, de Médicos Sin Fronteras-. La incertidum­bre de no saber si se llegará con vida y luego el temor a lo desconocid­o. Algunos no han visto siquiera el mar en su vida antes de subirse a un gomón. Llegan a un país del que no hablan la lengua y eso los hunde en un estado de depresión.”

Awel, de 28 años, y Hawal, de 21, llegaron desde Etiopía con su hijito de un año y medio. Llevan tres días aquí en la más sorda incertidum­bre. Intentan distraer al nene con los poquitos chiches que les dejaron embarcar en Libia, cuando se subieron al gomón por el que pagaron entre 500 y 600 dólares cada uno. Juegan sobre un colchón de gomaespuma pelada. Nadie les dice si serán trasladado­s o no. Sólo hablan con Fatia, la asistente del centro de recibimien­to que, gracias a Alá, habla árabe. Fatia es marroquí, llegó hace unos años a Pozzallo como refugiada y hoy trabaja asistiendo a quienes acaban de pasar por el infierno que ella conoció. Sirve las comidas, pasa un trapo por el piso. “Es gente muy tranquila. Están asustados y no saben dónde van a ir a parar”, cuenta.

En los países de la Unión Europea, el año pasado ha sido aceptado el 44,7 por ciento de los pedidos de

Qué pena que aquí nadie pueda disfrutar la vista al Mediterrán­eo. No hay ventanas a esa inmensidad que atrae y aterra a los inmigrante­s Aquí se les asigna un brazalete con una letra y un número. Los fotografía­n. Los revisan para constatar que no traen infeccione­s

asilo. En Italia, la cifra fue del 58,5 por ciento.

Los inmigrante­s que piden protección internacio­nal son transferid­os a los centros especiales para quienes han solicitado asilo. Aquellos que ingresan ilegalment­e y no realizan un pedido formal de asilo son demorados en los Centros de Identifica­ción y Expulsión donde permanecen detenidos hasta ser repatriado­s.

En toda Italia hay diez comisiones territoria­les para el reconocimi­ento de la protección internacio­nal. Son las oficinas que se encargan de analizar cada pedido de asilo. Se supone que la comisión tiene un plazo de 30 días -a partir de la presentaci­ón formal del trámite- para resolver la situación de un inmigrante que pide asilo en Italia. Las estadístic­as oficiales admiten que, por las demoras burocrátic­as y la desbordada cantidad de peticiones, un refugiado espera 12 meses hasta tener una respuesta.

En el refugio, junto a un panel con un vocabulari­o básico en italiano, inglés, francés y árabe, alguien pegó una cartulina con un texto de Kipling: el poema If (Si) del Nobel de Literatura de 1907:

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud./ o caminar junto a reyes, sin menospreci­ar por ello a la gente común./ Si ni amigos ni enemigos pueden herirte./ Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado./ Si puedes llenar el implacable minuto,/ con sesenta segundos de diligente labor/ Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,/ y — lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!

En este refugio pasajero el tiempo muerto no es aliado de causas útiles pero deja huella. Con biromes, tenedores o cuchillos, los húespedes en tránsito dibujan balsas repletas de gente, mapas emotivos imposibles de reconocer para la cartografí­a aunque indispensa­bles para esta gente que lo ha vivido en carne propia. Escriben o tallan sobre los muros leyendas en árabe. Algunas pocas en inglés o en francés: “El viaje a la salvación”, “Alá es grande”, “Gracias a la vida”. En el centro de refugiados de Pozzallo, las paredes hablan.

 ?? CéZARO DE LUCA ?? Huéspedes de paso. Por las demoras burocrátic­as y la cantidad de pedidos, un refugiado espera un año por una respuesta.
CéZARO DE LUCA Huéspedes de paso. Por las demoras burocrátic­as y la cantidad de pedidos, un refugiado espera un año por una respuesta.

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