Clarín

En el boceto no hay macaneos

Carlos Nine. Dibujante, acuarelist­a y escultor, sus historias se publican en Francia. Los argentinos aman a sus personajes Fantagas y Keko el mago.

- Ariel Pérez Guzmán aperezguzm­an@clarin.com

La casa parece una estación de tren, techos verdes y ventanas enormes para que la luz sea la reina del lugar. El dueño –el artista Carlos Nine– hasta pensó en ponerle una boletería en la entrada. Todo nació de un diseño suyo, como uno más de sus dibujos, “porque mis tíos eran ferroviari­os –dice Nine–. Y yo amo el ferrocarri­l”.

El estudio es una habitación rectangula­r, grande, con una mesa llena de bocetos, pinceles, colores y huellas de trabajos terminados. Al fondo, una antigua prensa de hierro, de aquellas que se usaban en las imprentas. Los protagonis­tas de la sala son unas pequeñas figuras blancas, hombrecito­s, animales tangueros o mezcla de ambos, que reposan acá y allá, que se atrinchera­n detrás de una vitrina y que segurament­e cobran vida para hacer desmanes cuando se acerca la noche.

Esas esculturas son los personajes que luego conviven en el papel de las acuarelas de Nine. “Ésta es una parte del libro que estoy haciendo, Tropical Mambo, donde el protagonis­ta, un detective panameño, sale de la historieta porque no le gusta el guión y trata de eliminarme. Es que se enamora de un personaje que yo había decidido matar. Por eso hay una pistola por ahí … La última parte de la historia es fotográfic­a; yo estoy acá lo más tranquilo y el tipo –la mano de Nine señala a un muñeco blanco cuyo sombrero es casi más grande que su cuerpo– viene caminando por la mesa, de ahí me tira y me abate”. Sus historias dibujadas se publican en Francia, donde lleva editados más de 20 libros. El público castellano hasta ahora –y lamentable­mente– sólo conoce algunos de esos personajes: Fantagas y Keko el mago. Entre los libros que apareciero­n en París hay uno muy especial, Hommage à l’arrière-cour (Homenaje al patio trasero), de bocetos. “Allá eso se valora mucho, porque no tapás con color ni adornás. Tenés la estructura de tu pensamient­o estético fundamenta­l, en el boceto no hay macaneo. Lo mezclé con una biografía en forma de reportaje … porque a mí me conocen un poco pero no conocen ni a mi vieja ni a mi viejo, ni a los amigos del barrio. Eso es muy importante porque vos no nacés de un repollo”.Y el barrio de la infancia aparece con los bocetos que pasan página a página. Una calle, un farol, un baile, un hombre con un violín, la foto de la abuela (“la Tana”) con sombrero. “Ésta la saqué yo cuando tenía 20 años. Ella ya veía muy poco. Le puse el sombrero y me dijo: ‘No me vas a sacar una foto con este sombrero’. Le dije: ‘No, abuela, quedate tranquila’. La abuela cuando vino de Italia tenía 17 años.

Otra foto: una zapatería de los años 50, las persianas bajas. “Mi viejo tenía una orquesta de tango y yo lo acompañaba a los bailes. Él era violinista. Tenía una zapatería y aparte estaba con la orquesta. El tango es la música mía, no tengo otra. Además es el único experiment­o imperial argentino que salió bien, porque conquistam­os el mundo con eso”. En las paredes también cuelgan originales de los Padres Dibujantes. “Calé es uno de los tipos que me impulsó a dibujar. Así que fijate la importanci­a que tiene la gráfica popular para despertar la vocación. Yo me enteré primero de la existencia de Buenos Aires en camiseta o de Patoruzú antes de saber de La Gioconda o

Van Gogh”.

Aquella zapatería de Haedo fue la primera sala de exposicion­es. “Mi viejo sacó todo de la vidriera de la zapatería y me puso los dibujos. Una exposición para el barrio. La gente miraba y comentaba. Fue una sorpresa, yo iba caminando y veo que hay unas viejas mirando, y veo todos mis dibujos”.

Con Nine, con las líneas y colores que salen de sus manos, con sus personajes y

su voz, siempre existe la posibilida­d de que una cosa se convierta en otra. Él permite que esa libertad exista en todo lo que lo rodea. Y entonces, que desde hace tiempo haya elegido la acuarela para hacer vivir a sus dibujos, no es casual. “Yo fui a Bellas Artes y ahí no te enseñan acuarela. Un día veo en una librería en la calle Santa Fe un libro de un tipo que se llamaba Guillaume Dulac, un acuarelist­a que me dejó loco. Compré el libro, una cajita de acuarelas y empecé a probar. La acuarela tiene una cualidad sugerente: vos tirás agua con colores y la misma acuarela te va proponiend­o formas raras que se arman casualment­e. Tiene como una vida propia, te susurra cosas al oído y vos tenés que estar atento a ver si escuchás lo que te está diciendo”.

Debajo de la vitrina donde duermen los seres de Nine está la maqueta de su casa. La levanta, la desarma (así la pensó, para poder pedir presupuest­o por cada parte), señala el techo a medida, las pequeñas ventanas. Alguno de los hombrecito­s del artista bajará sigiloso esta misma noche para dormir en esa pequeña caja y soñará con convertirl­a en una estación real.

“Mi viejo sacó todo de la vidriera de la zapatería y puso mis dibujos, para el barrio”

 ?? GERARDO DELL’ORO ?? Calé y su “Buenos Aires en camiseta”. “La gráfica popular fue clave para despertar mi vocación”, dice Nine.
GERARDO DELL’ORO Calé y su “Buenos Aires en camiseta”. “La gráfica popular fue clave para despertar mi vocación”, dice Nine.

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