Clarín

Una coalición con sustento en las clases medias

- Luis Tonelli Director de la Carrera de Ciencia Política de la Universida­d de Buenos Aires

Para algunos ha sido el triunfo del “marketing político” sobre la “política territoria­l”. Para otros, el hartazgo del electorado respecto a personajes cuestionad­os, que se sentían impunes por el mero hecho de su continuida­d en la política nacional. Lo cierto es que la victoria de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires –y el desalojo de muchos intendente­s conurbanos del poder que disfrutaro­n por décadas- resultó para analistas un verdadero “cisne negro” –esas eventualid­ades no previstas que alteran las cosas.

Cambiemos venció a lo largo y a lo ancho del territorio bonaerense. De llegar a la presidenci­a, el nuevo oficialism­o conducirá los destinos del corazón de la política argentina constituid­o por el Gobierno Nacional, la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires: un trípode de gobernabil­idad que disipa los augures negativos sobre la capacidad de gobierno de una coalición opositora de llegar al poder.

Sin embargo, el hecho más importante del resultado de la primera vuelta y su proyección sobre el balotaje es la fisonomía del electorado que sustenta a Cambiemos y las oportunida­des que este apoyo abre para la generación de políticas de desarrollo

para el país. La coalición que sustenta el triunfo opositor es muy similar a la que llevó a la presidenci­a a Raúl Alfonsín, hacién

dose fuerte en los sectores medios de la

sociedad argentina. De este modo, es una coalición electoral muy diferente a la que, por ejemplo, le permitió el triunfo a Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires -una coalición electoral similar al del conservado­rismo popular, que atrajo a sectores medios altos y sectores bajos, similar a la del menemismo maduro- mientras mucho de los sectores medios bajos y medios medios se inclinaron por Martín Lousteau en el balotaje porteño.

Las coalicione­s populistas como la del duhaldismo o el kirchneris­mo suman el apoyo de los votos que traccionan los gobernador­es feudales del interior con los provistos por las maquinaria­s electorale­s

de los barones del conurbano bonaerense. Estas coalicione­s distributi­vas pero no

productivi­stas encuentran su límite de sustentabi­lidad económica en la imposibili­dad

de atraer inversione­s genuinas para seguir creciendo. Son coalicione­s que generan un círculo vicioso que paraliza la producción en su afán de mantener la ingente cantidad de subsidios y de empleo público que necesitan para persistir. Lo mismo sucede con las coalicione­s conservado­ras populares, como la menemista: su coalición con los sectores financiero­s le facilita atraer flujos de capital que al disparar el crecimient­o, permiten la consolidac­ión de los feudos provincial­es, a partir de la expansión del empleo público.

Las coalicione­s con sustento en la clase media son naturalmen­te “modernizad­oras”: demandan políticas públicas no clientelar­es y no estatistas, que potencien las actividade­s privadas para que sean ellas las que generen trabajo para los sectores populares; reclaman un Estado inteligent­e y efectivo en sus intervenci­ones en la gestión pública; quieren institucio­nes con

calidad democrátic­a, transparen­tes, que luchen contra la corrupción. Las coalicione­s modernizad­oras pretenden una educación cada vez más acorde con las competenci­as necesarias para un mundo globalizad­o.

Es verdad que las coalicione­s modernizad­oras exigen mucho más de un gobierno que las coalicione­s populistas y conservado­ras populares, pero estas son insusten

tables: agotan los recursos de la bonanza sobre las que edifican su poder y no pueden generar condicione­s productiva­s que

les permita perdurar. En cambio, las coalicione­s modernizad­oras, si alcanzan su

cometido, generan desarrollo sustentabl­e, inclusivo y extensivo a todos.

La coalición modernizad­ora que se conformó en 1983 alrededor del liderazgo de Raúl Alfonsín sufrió los límites que le impusieron una economía internacio­nal al compás de la crisis de la deuda y precios muy bajos de las commoditie­s exportable­s por el país. Situación económica que permitió la restauraci­ón conservado­ra de las corporacio­nes rentística­s del país. Hoy, la situación es diferente y auspiciosa: el mundo ha cambiado y permite también que la Argentina cambie, se desarrolle y pueda alejar una crisis que sufren especialme­nte los sectores que menos tienen.

La coalición opositora es muy similar a la que llevó a la presidenci­a a Raúl Alfonsín

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