Clarín

“Dólar Beach”, de la cueva al mar

- Gonzalo Sánchez gsanchez@clarin.com

Se supone que esto ya se acaba y seguimos inventando nombres para rebautizar a ese amigo doméstico llamado dólar ahorro. En octubre se batió otro récord de compra para tenencia y una motivación que crece es la de usarlo para pagar las vacaciones. Pero hagamos un ejercicio de memoria para ver cómo cambiaron los hábitos de la clase media asalariada a medida que el Gobierno, en los últimos años, intervenía en sus presupuest­os con medidas restrictiv­as. El cepo debutó en octubre de 2011 y nos cambió la vida para siempre. Volvimos a la calle Florida, a afinar el oído para escuchar la oferta de los arbolitos; se volvió normal ingresar a lugares clandestin­os para comprar y vender dólares: el sistema oficial nos obligó a vivir en la informalid­ad y vimos puestos de diarios con ventanilla­s bancarias ocultas detrás de las revistas, galerías de arte con locales vacíos convertido­s en bancos sin nombre, puertas de rejas y cuartos blancos y pelados en donde hombres silencioso­s hacían cuentas con una calculador­a entre fajos de billetes de cien. Después, vinieron los viajecitos en Buquebus a Uruguay para sacar con la tarjeta de crédito los dólares que allí escupían los cajeros automático­s. Se instaló el hábito de “hacer puré”, es decir, de comprar dólar oficial y venderlo en el mercado paralelo para subirle unos pesos al sueldo y empardar por lo menos a la inflación. Dólar blue, dólar Colonia, dólar ladrillo, dólar bolsa, dólar tarjeta y hasta un dólar campaña, que se promete a valores que por ahora nadie garantiza. Pero faltaba este, el ahorro con el que volveremos a hacer puré para pagar el alquiler inf lacionado de las casas, las quintas, las cabañas en la montaña o en el bosque y finalmente las carpas frente al mar. Bienvenido “Dólar Beach”. Aquí comienza tu temporada alta.

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