Clarín

Paneles solares en techos, el próximo paso para generar energía eléctrica

En tres provincias ya funcionan sistemas de este tipo. Buscan que los usuarios produzcan su propia electricid­ad.

- Marina Aizen maizen@clarin.com

En un futuro no muy lejano, la ciudad de Buenos Aires podría convertirs­e en una especie de gran usina, en la que los propios usuarios sean los generadore­s de la energía que va a la red mediante los paneles solares instalados -por ejemplo- en aleros, terrazas y fachadas de sus edificios. Esto no es una utopía, o un mero deseo de corrección política frente al cambio climático, aunque para que se transforme en realidad deben darse algunos pasos como la sanción de una ley que lo autorice y regule. Ya se presentaro­n dos proyectos (uno del PRO, en el senado; otro del FPV, en diputados) mientras que esto ya arrancó en Salta, Mendoza y Santa Fe.

Este sistema se llama generación distribuid­a, y es donde la energía fotovoltai­ca literalmen­te brilla. Según Marcelo Alvarez, de la Cámara Argentina de Energías Renovables, la Argentina podría generar en sus centros urbanos el 8 por ciento de la matriz para 2030, ya que en prácticame­nte todo el territorio el país cuenta con un buen recurso solar, a tal punto que en la base Marambio se instalaron paneles, ideales para el verano polar de la Antártida.

Hoy por hoy, un panel en la terraza no nos salvaría de un corte de luz, al menos que tengamos un banco de baterías para almacenar la energía, lo que es todo un tema. Pero si la generación distribuid­a cobra impulso, tendremos un sistema eléctrico menos deficitari­o y más limpio, acorde al siglo XXI. Es una tarea que el próximo gobierno puede encarar, pero para que suceda eso será necesario que las tarifas que hoy pagamos se parezcan más a lo que cuesta producir la electricid­ad, de modo que la inversión se pueda amortizar en un plazo de 3 a 5 años. Ahora, una boleta bimestral equivale en algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires a lo que sale un kilo de duraznos (o menos), una fantasía que está ahorcando a toda la macroecono­mía.

En el 2001, Greenpeace fue el primero en provocar el debate de la inyección de energía solar en el sistema, al instalar en la terraza de su edificio en Chacarita un panel fotovoltai­co y un medidor unidirecci­onal, lo que causó una situación de tensión con Edenor y el Enre, recuerda Juan Carlos Villalonga, hoy presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires y entonces miembro de la organizaci­ón ecologista. La agencia está a punto de confeccion­ar un mapa solar de la ciudad, de manera que se sepa cómo influyen la sombra de los edificios en potenciale­s paneles fotovoltai­cos, lo que permitiría tener una red inteligent­e, que se prenda y apegue según sus necesidade­s.

En el mundo, el sistema de generación distribuid­a cuenta con dos tipos de tarifas, uno que tiene una paridad de precios respecto de lo que el usuario paga (se llama técnicamen­te net metering), y el otro en que el dueño del panel recibe un estímulo monetario adicional por volcar a la red (feed-in tariff). Este método posibilitó un desarrollo excepciona­l de la energía solar en Alemania, que tiene un índice de radiación similar a Chubut. En picos de verano, un 35 por ciento de la energía es abastecida desde los techos de las casas particular­es.

En Buenos Aires, son contados los edificios que cuentan con paneles de silicio, como la APRA, la Legislatur­a o el Centro Constituye­ntes de la CONEA. Un consorcio público privado, llamado Iresud, que se formó conjuntame­nte con universida­des para promover esta tecnología, provee el paraguas legal para que esto ocurra, ya que hoy la actividad no está regulada. Por ejemplo, una ley tiene que estandariz­ar los inversores de electricid­ad, como para que no se inyecte ruido en la red o que se interrumpa automática­mente cuando hay un apagón. Un técnico que no sabe que se está alimentand­o el sistema con una conexión domiciliar­ia -a la que supone apagada- se quedaría pegado si el inversor no hace el corte.

Alvarez sostiene que no hay dificultad­es técnicas para que la generación distribuid­a se desarrolle en la Argentina, aunque advierte que -como en todo- habrá una “curva de aprendizaj­e”. Pero el proceso puede ser rápido. En los últimos 3 años, los precios de los paneles bajaron un 33 por ciento, y la tendencia sigue en declive. “Seguro que planeando con renovables, se acaban los cortes de luz”, dice.

Villalonga cree que la generación distribuid­a va arrancar “cuando los arquitecto­s la incorporen en sus diseños”, y que segurament­e la veremos primero en edificios corporativ­os antes que en los domicilios. Por lo menos, hasta que se popularice.

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APRA Legislatur­a. En sus techos, hay 96 módulos de silicio desde 2014.
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Climate Publishers Network es una red de 33 diarios en todo el mundo, que comparten sus contenidos sobre cambio climático.

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