Clarín

“En Cuba mis libros desaparece­n y solamente circulan en copias”

El escritor estuvo en una charla pública con Claudia Piñeiro, ante una sala llena. Repasaron su vida y su obra.

- Susana Reinoso seccioncul­tura@clarin.com

“Nardito, ¡apresúrate que te llama una extranjera!” La vecina de Leonardo Padura fue su conexión con España una madrugada de enero de 1996, cuando al autor cubano le anunciaron que había ganado el Premio Café Gijón con su novela Máscaras. Había concursado cinco meses antes, sin esperanzas. En pijama, dormido y sin teléfono (lo había pedido sin suerte en 1957) le dijo a su mujer Lucía: “Nuestra vida acaba de cambiar”. Es que 16.000 dólares en Cuba equivalían a 16 millones en cualquier parte, dijo.

Habló con sencillez, ante la risa cómplice del público que colmó el auditorio del Malba para escucharlo en silencio y con admiración. Padura ha conquistad­o el corazón de sus lectores locales.

Máscaras, la valiente novela en la que aborda la homosexual­idad en la isla, le abrió el mercado internacio­nal de la mano de Tusquets, su sello desde hace 20 años. La vida le hacía un guiño: el escritor había renunciado a su trabajo para dedicarse a la literatura y sólo tenía 400 dólares ahorrados. El diálogo de ayer fue sobre todo rico en anécdotas. Y apareciero­n los temas de su vida y de su obra: la muerte de la utopía comunista, sus dificultad­es para que lo lean sus compatriot­as cubanos y el derecho a hacer de la literatura un espacio de libertad y reivindica­ndo el poder del arte

Su derrotero profesiona­l había empezado fuerte en los 90 con Pasado perfecto, cuando el escritor y editor mexicano Paco Ignacio Tai- bo II publicó aquel original que Padura le había hecho llegar, luego de que en Cuba lo premiaran y le quitaran el premio. Invitado luego a España, allí descubrió a Manuel Vázquez Montalbán y “su crónica sentimenta­l de la transición española, un modelo para hacer novela policial de carácter social”, dijo Padura. En ese territorio literario –la novela negra y social– se mueve su personaje, el descreído y bebedor policía Mario Conde, a través de quien Padura explora la vida de la sociedad cubana y ejerce su crítica. “Conde refleja la realidad cubana desde su perspectiv­a. Está dentro del sistema pero con una mirada crítica”, respondió a las preguntas de Sánchez y Piñeiro.

Y en el camino su protagonis­ta de dejó de llamarse Mario Lamar para ser Conde. Sus novelas policiales no siguieron el trasiego de sus predecesor­as ni integró coleccione­s. Ante otra pregunta, Padura dijo que “en los años 70 y 80 la novela negra cubana era periférica y tenía una misión propagandí­stica, no literaria. Hubo muchos escritores que llenaron un vacío, pero era muy mala literatura”. Después llegó la Semana Negra de Gijón y el que sería el autor de El hombre que amaba a los perros, Padura, se propuso un objetivo: comprarse una computador­a. La situación era compleja. Como cubano no tenía acceso y tuvo que apelar a los oficios de un escritor uruguayo que llegó a ser propietari­o de 32 computador­as para otros.

Al recibir hace poco tiempo el Premio Princesa de Asturias resca- tó la literatura nacional. Consultado por Matilde Sánchez dijo que con la expresión aludió a “todo lo que es una marca cubana. La música, por ejemplo; el ambiente sonoro en el que nos educamos. La cultura no es sólo artística. Es una forma de vivir. Como lo tienen ustedes con el universo del tango”.

Tras destacar sus influencia­s literarias, ante una pregunta de Claudia Piñeiro, y mencionar entre varios a sus compatriot­as Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante y a los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, recordó a Manuel Vázquez Montalbán y Leonardo Sciascia.

Llegó entonces el momento de hablar de El hombre que amaba a los perros y Herejes. Tras definirse como “un escritor inseguro y poco imaginativ­o”, anunció que está escribiend­o las apostillas de la primera: “Es una novela sobre el fracaso de la utopía comunista, la gran utopía del siglo XX. La mayoría está más o menos de acuerdo con vivir en una sociedad con iguales posibilida­des y derechos, en un máximo de libertad y democracia. Todo eso se pervirtió con Iósif Stalin.”

Agregó que le conmovió escribir esa novela durante cinco años “por esa fidelidad de un hombre a una idea, al punto de convertirs­e en un asesino”.

Tras referirse a Herejes como “una novela sobre la libertad”, Padura habló sobre su deseo de ser leído en su país, por los cubanos. “El gobierno no habla ni a favor ni en contra de mis libros. En Cuba mis libros desaparece­n y sólo circulan en copias. Y en ocasiones se consigue un título a cambio de dos latas de leche condensada.”

Dijo entonces que su alegría es saber que sus lectores cubanos conocen, a través de sus libros, una Historia desconocid­a para ellos y así saben de la influencia de la Historia en sus vidas cotidianas.

En los años 70 y 80 la novela negra en Cuba tenía una misión propagandí­stica, no literaria”. La crónica sentimenta­l de Manuel Vázquez Montalbán fue un modelo para hacer novela policial con carácter social”.

 ?? GUILLERMO RODRíGUEZ ADAMI. ?? Conversaci­ón porteña. Matilde Sánchez, Leonardo Padura y Claudia Piñeiro.
GUILLERMO RODRíGUEZ ADAMI. Conversaci­ón porteña. Matilde Sánchez, Leonardo Padura y Claudia Piñeiro.

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