Una casa del terror para recrear leyendas urbanas porteñas
Los visitantes de la Zona Paranormal se topan con “fantasmas” que cuentan su historia. Espanto y humor, gratis.
Una fábrica abandonada de Saavedra es el portal hacia un universo desconocido: la Zona Paranormal. Aquel que osa adentrarse en este aterrador laberinto, se topa con
espíritus sin paz. El encuentro es propiciado por la cervecera Quilmes, que para celebrar sus 125 años armó una casa del terror. Convocó a Blumhouse, productora de Jason Blum, responsable de la saga de filmes Actividad Paranormal, que creó una experiencia basada en le
yendas urbanas porteñas.
La fábrica está detrás del shopping DOT y perteneció a Philips. Ahí construyeron pasadizos que conducen a diez espacios, donde el público debe interactuar con te
nebrosos personajes. El paseo seguirá al menos hasta el 20 de este mes. Cada día lo recorren 430 personas, que se inscriben en www. quilmes.com.ar.
“La cerveza Quilmes estuvo lista para ser tirada el 28 de octubre de 1890 y, por alguna razón, esperaron hasta el 31 para servir el primer chop –cuenta Alejandro Verger, director de marca–. Nuestro aniversario coincide con la Noche de Brujas. Y una tradición europea del siglo XII vincula a esa noche con la cerveza, porque era cuando las almas buenas se iban al cielo y las malas se quedaban en las casas. Para ahuyentarlas, los jóvenes cantaban en las puertas y la gente los retribuía con cerveza y torta”.
Para ingresar, hay que esperar en un bar. Algunos parroquianos son zombies. Cada tanto, alguno golpea un chapón para sobresaltar distraídos. Una carta de tarot sirve para iniciar el recorrido. Un demacrado hombre de bombín llama a quienes tienen la misma carta. “¡El Colgado!”, “¡La Justicia!”. “No interrumpan a los espíritus con sus comentarios graciosos”, advierte. Y abre una puerta que conduce a un tubo de tela. Más allá del pasadizo, se oyen sonidos guturales, algún fantasma manotea una pantorrilla. Todos gritan.
También aguardan espectros. Tres están inspirados en personas reales, que tuvieron un trágico final. Como la dama de blanco, que cuenta: “Antes de morir estaba a punto de casarme”. “¡Te salvaste!”, le dice un hombre del público. O David Alleno, cuidador del cementerio de Recoleta que ahorró para comprarse una parcela, construyó su bóveda y se suicidó. Y Rufina Cambaceres, la joven que, dicen, sufrió un ataque de catalepsia y fue enterrada viva. El día de la tragedia, cuenta su alma en pena, se había enterado de que su novio le era infiel con su madre. “Eso no se hace”, dice una mujer. “No, eso no se hace”, coincide el espíritu.
Blumhouse y la producción local se juntaron para hacer algo bien argentino. “Elegimos leyendas porteñas. La idea es que la gente se encuentre con los espíritus y escuche su historia”, explica Katrina Lebedeva, de Blumhouse. “Está bien armado. Y no sabíamos que algunas historias eran reales”, comentan Canela Visconti y su novio Alan Zárate. “Nos fascina lo de terror. Y nos asustamos”, confiesa Agostina Lietti. Su hermana Carolina agrega: “Te parece que te vas a quedar ahí, sola”.
Al final, hay otro bar para que los visitantes se repongan. Más aliviados, lo hacen alrededor de una cerveza.