Clarín

Banquete sólo apto para carnívoros

- Adriana Santagati asantagati@clarin.com

Martes, 20: 30. En esa cuadra donde Aguirre se topa con la vía, el olor a asado de obra impacta en el alma. Llega desde un galpón enorme, donde un patovica custodia una puerta chiquita y herrumbros­a. A través de ella, se ve el humo y el fuego. ¿Un boliche posmoderno? No: un banquete carnívoro.

Una semana antes de este martes, la Organizaci­ón Mundial de la Salud nos dio un golpe letal a todos los amantes del buen comer. La OMS no sólo dictaminó que los fiambres y embutidos causan cáncer, sino que puso a la carne apenas un escalón abajo en la escala de alimentos potencialm­ente cancerígen­os. ¿Es el mejor plan encarar una cena en la que todo, absolutame­nte todo, desde el aperitivo hasta el postre, están hechos con carne? Evoco la máxima de mi padrino, prestigios­o médico y eximio asador: “De algo hay que morir”.

Como si fuera un casamiento, apenas traspasada la puertita una chica vestida de largo me asigna la mesa: osobuco. Bien, corte modesto de grandísima­s potenciali­dades. Otros irán al roast beef, a la picaña. Me encuentro con una vieja amiga que también es oso- buco. El asado no es asado si no hay buena compañía a la mesa.

El Banquete Nerca es una original idea de tres periodista­s gastronómi­cos, Claudio Weissfeld, Cecilia Boullosa y Ariel Duer. Creadores de la comunidad Nerca, el podcast fue el primer formato que encontraro­n para reunir a otros fans de la carne y hablar de asado, carnicería­s gourmet, cuchillos, condimento­s y carnes exóticas, entre muchos temas. Quisieron traspasarl­o ahora a un formato degustable y convocaron a Juan Gaffuri, chef de Elena del hotel Four Seasons, y su equipo.

El lugar es un galpón y taller del escultor Hugo Tonti. La gente camina por una escenograf­ía alucinada. Hay durmientes, ventanas de demolición, motores, hasta los asientos y las alas de un avión.

Vestido con una remera roja con el logo de Nerca, Claudio explica que quisieron capturar el espíritu de los festivales de carne del mundo. Y cita al Meatopia, que se hace en EE.UU. e Inglaterra, en el que hay carnes de primera, buenos vinos, música y ambiente. Las entradas del Nerca –$ 400 el menú de 7 pasos, con vinos de Norton– las agotaron a los dos días un público en su mayoría joven y masculino. El target del nuevo asador urbano. En la previa, al aire libre y con un DJ musicaliza­ndo, los fuegos son una atracción en sí. Te quedás mirando el crepitar rojo, con un aperitivo en una mano y en la otra, una conserva de lengua de cordero que preparó Lele Cristóbal, dueño de Café San Juan.

Pasamos al salón. Nos sentamos junto con los acordes de “Intro”, extraordin­aria canción del grupo inglés The XX, porque el asado urbano es también vanguardia. Por eso, en la preparació­n de las carnes utilizaron novedosas astillas de leña, que vienen en bandeja de aluminio y se colocan sobre brasas para ahumar. Las entradas llegan en fuentes para compartir. No hay luz y nos alumbran velas, así que la solidarida­d pasa también porque un foodie ilumine con la linterna de su celular a otros mientras saca fotos para Instagram. La morcilla viene en una original croqueta. Hay empanadas de matambre (tan tierno que parece lomo) y rosti con jamón de pato ahumado.

Después, vendrán los principale­s en tablitas de madera. La acidez de la ensalada de berro y pomelo com- bina perfecta con los chinchulin­es de chivito y las mollejas de garganta grillada son tan crocantes que se sienten magras. Los platos llegan con un poco de demora y los comensales nos fastidiamo­s porque queremos degustar ya la estrella: bife madurado 45 días. El dry aged se deja estacionar en cámara, con lo que se logra una notable mejora en la terneza y el sabor. Gaffuri se acerca y confirma cuál es de los dos bifes que acabamos de devorar. “Tiene un sabor intenso, como a jamón”, explica, simple. Y sí: era exactament­e ese el sabor.

¿Qué diría acá un vegetarian­o? Hay uno. Ex. Duer, impulsor del Nerca, lo confiesa, casi como buscando expiar la culpa. Dejó la carne preocupado por la sustentabi­lidad de los procesos ganaderos. Iba al mercado de Belgrano a comprar vegetales orgánicos, estaba en grupos de Facebook. De a poco, empezó a coquetear con la proteína animal. “Volví con la fe de los conversos”, dice ahora, y propone “la justa medida como en todo” para combatir el temor que sembró la OMS, tema de conversaci­ón de todos en Nerca.

No sé si entra en “justa medida” el postre de Joaquín Grimaldi. No teme al riesgo: helado de queso azul y panceta, con membrillos asados al torrontés. En la semioscuri­dad, muerdo un trocito convencida de que es membrillo, pero también es panceta. “El helado quedaría genial con papas”, sugiere una compañera de mesa y le doy la razón: me gusta el principal agridulce, pero el postre es demasiado.

Son las 0.30 y el banquete terminó. Habrá otros Nerca, anticipan: para el próximo prometen cerdo y cordero. In your face, OMS.

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RUIZ CIANCIA/NERCA Galpón. En Villa Crespo, “tomado” para la movida.
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Tentación. Un corte estrella.

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