Protestas en París contra la prohibición de protestar
Fue cuando grupos de encapuchados chocaron con la policía cerca de la Plaza de la República, donde se recuerda a las víctimas de los atentados.
Hubo enfrentamientos con la policía, que reprimió con gases lacrimógenos.
El difícil equilibrio entre la CAP21 –la cumbre climática en Francia–, la prohibición de manifestar en nombre del estado de urgencia y las violentas demostraciones que degeneraron ayer en la Plaza de la República en París, muestran los desafíos que el gobierno francés va a enfrentar hasta el próximo 11 de diciembre. Una Conferencia del Clima, con la presencia de más de 170 solidarios jefes de Estado en el país, y bajo alerta de atentado terrorista después de las masacres en París.
Una marcha de manos enlazadas en el este de París, que se detuvo frente al teatro Bataclán, se degradó. Un grupo de encapuchados se escindió y se dirigió a la plaza de la República, donde se encuentra el monumento y lugar de recogimiento de las víctimas de los atentados terroristas del pasado 13 de septiembre, cubierto de flores, fotos, mensajes, cartas de amor y zapatos. Se enfrentaron a la policía antidisturbios desacralizando el lugar del homenaje, arrojando las velas y los recuerdos contra los efectivos de seguridad y los zapatos, que habían dejado otra manifestación más temprana para demostrar que había estado allí, aún ante las medidas de emergencia en París. Una idea que había bendecido el Papa Francisco para celebrar el CAP21 bajo medidas excepcionales y pérdidas de libertades individuales por esa causa, que estará vigente hasta febrero en Francia.
Todo comenzó a las dos de la tarde del domingo, cuando la policía aconsejó no asistir a la Plaza de la República y su estación de Metro se cerró. Una manifestación prohibida estaba en marcha. Jóvenes encapuchados, con sus caras cubiertas de máscaras, enfrentaban violentamente a la CRS, la policía antidisturbios francesa. Eran un grupo de ecologistas y anarquistas libertarios, que se oponían a que el estado de urgencia les impidiera manchar por el clima.
Se habían desprendido de la cadena humana de 10.000 personas que marcharon pacíficamente y con autorización a lo largo del boulevard Voltaire, por iniciativa de Attac y Alternativa en el este de París. Un pequeño grupo se abrió de esa marcha para dirigirse a la République. Se arrinconaron en la avenida, en la esquina del diario Libération, y se enfrentaron a la policía con extrema violencia. Botellazos, piedras y, cuando no les quedó nada a mano, arrojaron las velas del monumento a las víctimas de los atentados contra la policía.
La policía antidisturbios respondió con gases lacrimógenos y cargó a bastonazos contra los manifestantes. Un clima pesado, donde los manifestantes cantaban “todos los canas son hijos de puta” y la CRS respondía con más gas. La gente se refugió en los bistrot de las cercanías, en los bares, porque muchos franceses y los que habían llegado del interior de Francia se encontraron entre la violencia de los manifestantes y la represión familiar, en una nube de gases lacrimógenas, a las 3 de la tarde en París.
A las cuatro, una cadena humana rodeó al monumento para proteger la memoria de las víctimas e impedir que siguiera siendo destruido, proteger las flores y los mensajes, y que sus velas no fueran usadas como proyectiles contra la policía.
Otros tratatan de repararlo, limpiar alrededor espontáneamente. El prefecto de la policía de París, Michel Cadort, anunció que 289 personas habían sido detenidas por los incidentes.
El presidente Francois Hollande denunció la acción escandalosa de “elementos perturbadores”, que han provocado los incidentes. Fue unas horas antes de recibir al presidente estadounidense Barack Obama, quien llegó anoche a París para la Cumbre y enseguida rindió
visita al teatro Bataclan, donde murió la mayor parte de las víctimas de los atentados de París.
En la Plaza de la República, las opiniones estaban divididas. Los jóvenes estudiantes consideraban “ridículo el estado de urgencia” y los mayores deploraban la violencia y la destrucción del monumento.
Un olor acre, inconfundible de los gases lacrimógenos, que forzaba al estornudo, cubría la plaza. En la esquina del diario Libération, los basureros de París recogían botellas rotas, bolas de jugar a las bochas, bancos astillados. Todos proyectilles que usaron los ecologistas y anarquistas en su enfrentamiento contra la policía. A las seis de la tarde, los manifestantes se habían desplazado a la esquina de la plaza con el boulevard Magenta. La policía los había rodeado y se esperaban detenciones.
El premier Manuel Valls condenó “la violencia contra las fuerzas del orden”. “Respetar este lugar, es respetar la memoria de las víctimas” dijo antes de la inauguración de la Cumbre en Le Bourget.