Clarín

Un encuentro global con un ambicioso y claro objetivo político

La Cumbre del Clima se plantea limitar la suba del termómetro en 2 grados para evitar efectos irreversib­les.

- PARIS. ENVIADA ESPECIAL

Marina Aizen maizen@clarin.com El mundo debe dar un salto tecnológic­o porque la manera que tenemos de generar energía, transporta­rnos y hasta de producir alimentos ha dejado una huella imborrable en la atmósfera, los mares, los bosques, los polos y la biodiversi­dad. Cómo hacemos la transición a una economía descarboni­zada es, en definitiva, de lo que se trata la cumbre del Clima, que comienza hoy en París, con un objetivo enorme y un desafío para la humanidad entera.

El año 2015 ha sido el más caliente del que tenemos memoria, lo que nos colocó aproximada­mente 1° grado por encima de la temperatur­a que existía cuando se produjo la revolución industrial y se inventó el motor a combustión, que es lo permitió el desarrollo de la vida moderna. El objetivo político de este encuentro mundial es limitar esa suba del termómetro a 2

grados, lo que no evitaría efectos irreversib­les en muchas zonas del planeta, como las naciones isleñas.

El Papa Francisco, uno de los actores esenciales de este proceso, ha dicho que sería “una catástrofe” no llegar en París a un acuerdo. Y tiene razón. Pero la dinámica que precede a esta cumbre es muy diferente a la de otras anteriores –principalm­ente, Copenhague– tanto en el terreno político como por la forma en que están articulado­s los objetivos de esta conferenci­a.

En primer lugar, el acuerdo entre Estados Unidos y China para limitar emisiones, a mitad de año, ha producido un salto cualitativ­o en el compromiso climático de los mayores productore­s de dióxido de carbono (CO2) del mundo. El grupo de los 7 (G–7) ha firmado una declaració­n para descarboni­zar sus economías antes de que termine el siglo, mientras que el gobierno francés, anfitrión de estas ne- gociacione­s, puso un gran esfuerzo político para sacarlas adelante. Otro papel fundamenta­l jugó, claro está,

Laudato Si, la encíclica del Papa sobre medio ambiente.

Al revés del tratado de Kyoto, que establecía metas obligatori­as que jamás se cumplieron, todos los países sometieron a las Naciones Unidas planes para mitigar y adaptarse al cambio climático de forma voluntaria, entendiend­o que deben haber compromiso­s diferencia­dos entre las naciones por el impacto histórico que ha tenido cada una sobre el calentamie­nto del clima. La suma de todos esos compromiso­s no alcanza aún para limitar la temperatur­a a una suba de 2 grados. Y, por eso, es clave el texto de la declaració­n de la conferenci­a: si llama o no a la revisión

de las metas nacionales de forma periódica y coordinada, si son o no de cumplimien­to obligatori­o y vinculante. Eso va a determinar el éxito o el fracaso de lo que se negocie en París.

Otros aspectos claves del documento tienen que ver con el financiami­ento de la transición (se ha prometido un fondo verde de 100 mil millones de dólares, que ya tiene recaudados más de 60 mil millones) y también la transferen­cia de tecnología, lo que es el conocimien­to y las herramient­as necesarias para dar el salto cualitativ­o que asegure al mismo tiempo la seguridad de la humanidad y del planeta.

Y, claro, también será esencial determinar cómo se compensa a aquellos que sufran daños irrever-

sibles por consecuenc­ias del calentamie­nto del clima.

Argentina presentó una de las

peores contribuci­ones, según consideró Climate Action Tracker, una organizaci­ón independie­nte que monitorea el proceso de negociacio­nes, cuyos índices son utilizados por la ONU. Según señalaron, si todos los países hubieran adoptado el mismo nivel de compromiso que hizo el Gobierno nacional, la temperatur­a subiría 4 grados.

Quedará, entonces, en manos del gobierno de Mauricio Macri mantener o elevar el grado de ambición de esa propuesta. Por lo pronto, al primer segmento de la conferenci­a, que es en el que participar­án más de 140 jefes de Estado y gobierno, como Barack Obama, va a hablar Amado Boudou en nombre de la Argentina. Será su última representa­ción del país en el exterior.

Aunque los objetivos de París parezcan abstractos y lejanos, tendrán a la larga o a la corta un impacto en nuestra vida cotidiana de manera definitiva. Si efectivame­nte lo que se acuerde va a ser de adopción obligatori­a, ya no podremos arrasar con los bosques en la Argentina como lo hemos hecho en las últimas dos décadas y deberemos tener nuevas formas de generar energía de manera limpia, metas que tendrán que permitir nuevas oportunida­des y trabajo.

En definitiva, lo que se discute en París es un cómo comenzarem­os a cambiar la cabeza y aprendemos a mirar el mundo, antes de que la naturaleza nos de una paliza y nos deje desguarnec­idos.

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EFE Gases. Hubo grupos ecologista­s que también protestaro­n en París.
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