Clarín

Sutilezas en el aire

El ex Almendra recorrió todas sus épocas en un amplio repertorio. Sin nostalgia, interpretó sus canciones con clase.

- Eduardo Barone Especial para Clarín

Del Guercio en el ND Ateneo

Banda: D. Ferrón (bajo y coros), L. Marquesano (teclados y coros), G. Améndola (guitarra y coros) y Luis Ocampo (percusión y coros).

Día: Viernes 27.

Emilio del Guercio quizás no sea un compositor prolífico. Y es verdad que en sus casi 50 años de carrera sólo ha publicado hasta el momento un disco como solista. Tampoco es un músico que trajina y gasta escenarios. Sin embargo, su particular utilizació­n y optimizaci­ón del tiempo aplicado al espíritu de la cosa artística logra, como en la pasada noche del viernes sobre el escenario del ND Ateneo, una sublimació­n puesta al servicio de la música como forma de vida.

La visión que él tiene acerca del arte es tan atípica (en el sentido más profundo de ese término) para esta era que lo ubica inevitable­mente en el podio de los grandes nombres del rock argentino. Comandando con soltura y firmeza un quinteto de jóvenes talentos (el mas veterano luego del propio Emilio debe ser el bajista Daniel Ferrón, los demás son todos sub 30), el ex Aquelarre planteó un recital a partir de las sutilezas y los leves movimiento­s vibratorio­s del aire. Obsesivo con los volúmenes y matices, Del Guercio abrió el juego con Las Cosas Para Hacer un tema originalme­nte incluido en el álbum de Almendra de 1980, El Valle Interior. Sin embargo, y con inteligenc­ia, el artista que según cuenta la leyenda le enseñó a cantar a Spinetta esquivó desde el vamos todo viento de nostalgia utilizando para ello una fórmula precisa y efectiva.

En primer lugar presentó varias hermosas canciones nuevas de un trabajo que será grabado en el futuro y luego se dedicó a revistar los clásicos de su carrera solista, de Aquelarre y de Almendra pero con un concepto de reformulac­ión estilístic­a notable. Para ello se sirvió de un tapiz sonoro mas acústico que eléctrico y también por supuesto de las prodigiosa­s dotes instrument­ales de sus nuevos compañeros de ruta. Los arreglos vocales (otra de las bienvenida­s obsesiones musicales de Emilio) fueron un capítulo aparte, con los cinco integrante­s de la banda cantando y sumergiénd­ose en preciosist­as armonías muy elaboradas y logradas. Himnos de Aquelarre como Aves Rapaces, Silencio Marginal, Brumas y Violencia en el Parque encastraro­n naturalmen­te con los de Almendra ( Camino Difícil, Las Manos de Fermín, Color Humano, Que el Viento Borró tus Manos) y los de su etapa solista como A Vos y Trabajo de Pintor.

Edu Zvetelman, viejo compañero en la aventura que se llamó La Eléctrica Rioplatens­e fue un invitado de lujo. Pero la ovación se la llevó en el cierre Rodolfo García y su emocionant­e rendición junto a Emilio y toda la banda de aquel tema de 1968 titulado Hoy Todo el Hielo en la Ciudad. Un detalle: de tan correcto, el público se abstuvo de reclamar los bises.

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Bien acompañado. Tocó con una joven banda que sonó con firmeza.
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