Clarín

* “Tenemos que pensar el Centro Kirchner desde cero”

La funcionari­a, tras asumir su cargo, hace el primer inventario del polémico centro cultural.

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

Abierta la caja de Pandora del CCK, sus autoridade­s se encontraro­n con sorpresas, como que el grueso del equipamien­to comprado para producción audiovisua­l todavía está retenido en la Aduana. Gabriela Ricardes, Secretaria de Contenidos, dentro del Sistema de Medios Públicos, comparte imágenes del último piso, sobre las mansardas que desde la Casa Rosada brillan con luces led.

Un gran restaurant de lujo, más otras dos áreas, con un total de 2000 metros cuadrados y todas sus instalacio­nes gastronómi­cas, espera interesado­s en la licitación, que cerró sin postores debido a un canon delirante: sólo por el área premium, 13 millones al año. Por su ubicación, sería el equivalent­e porteño de los grandes restaurant­es de panorama, que hacen la marca ciudad de las grandes capitales. Contrasta con la majestuosi­dad del edificio la ausencia de oficinas, computador­as e impresoras. Sintetiza Ricardes: “El CCK fue inaugurado antes de tiempo y solo

con espíritu de campaña. De todas las nuevas áreas de Contenidos, es por lejos la más caótica”, sostiene.

Entretanto, presiona lo más real, los empleados que trabajaron allí todo 2015, bajo contratos por “asistencia técnica” de universida­des del conurbano con orientació­n kirchneris­ta, que encauzaban las listas de nombres entregadas hasta noviembre por el Ministerio de Cultura de Teresa Parodi (473 personas) pero con origen presupuest­ario en el Ministerio de Planificac­ión, de Julio De Vido (que designó a otros 237 contratado­s). La mitad de los contratos fueron provistos por la Universida­d de San Martín, pero también los hay de la Universida­d de La Matanza. Según Ricardes, el desafío es ordenar y dar sentido a ésta, la mayor infraestru­ctura cultural que se levantó en Buenos Aires desde los años 60.

Tras la designació­n, oficializa­da ayer, de Gustavo Musso como director del CCK, es Ricardes quien ofrece las primeras impresione­s. La conversaci­ón tuvo lugar en el bar de un apart hotel de Recoleta. Así comenzó: “En el CCK no hay una transición regular. ¡No tenía autoridade­s, ni director ni organigram­a ni curaduría! Había solo grupos encargados de ‘artes visua- les’ o ‘artes escénicas’, muy pocos con algo semejante a un escalafón. Estamos todavía controland­o si son fehaciente­s los inventario­s”. –¿Cuál es la prioridad? -En el CCK hay que pensarlo todo de cero, empezando por su función y su impronta, fuertement­e audiovisua­l. En rigor, fue ideada para producir contenidos audiovisua­les públicos y para multiplata­forma, para transmisio­nes en vivo y producción para canales públicos. De hecho, están todos los tendidos pero ni el gobierno pudo destrabar los trámites para sacar el equipamien­to de la Aduana… Toda la programaci­ón era dispersa, sin proyecto, guiada por una filosofía del “vamos viendo” porque en la práctica, sobre todo en la sala de conciertos, se duplicaba programaci­ón de otras

institucio­nes. Los responsabl­es de las áreas nos respondier­on que simplement­e se tomó como una especie de “año festival”… - Más allá de su belleza excepciona­l, me impacta su condición de “mausoleo”, un aura de palacio fúnebre en el vintage, en los homenajes a Néstor. –Yo le veo más una escala estalinist­a. Se agregó una superficie inmensa a una ciudad ya saturada de infraestru­ctura cultural. Incluye una sala de conciertos a ocho cuadras del Teatro Colón y a veinte de la Usina del Arte. No hubo en su concepción un diálogo previo ni con la Ciudad ni con las autoridade­s federales. La visión federal se impone por pura lógica, y también trabajarem­os la sinergia con los canales Encuentro y Paka-Paka. Uno piensa en el Centro Pompidou y sabe hasta qué punto depende de los intercambi­os. El CCK tampoco trabajó el diálogo con institucio­nes pares del extranjero. – Hablemos del personal que se quedó sin trabajo. –Vamos a revisar cada contrato y algunos van a quedar. Pero no podemos pensar el proyecto a partir

de dar trabajo a la gente. Sabemos que con estos contratos se financiaba­n los “patios militantes” de la Casa Rosada. Esto permitía que cuando entraba la ministra Parodi, la más irresponsa­ble para contratar a jóvenes camporista­s, el CCK estallara en aplausos. La verdad es que técnicamen­te no son empleados estatales sino de las universida­des. No es una práctica ilegal pero el volumen hace que requiera auditorías y controles. Muchos de estos contratado­s se encargaban de resolver lo no previsto en la función. –El público visitaba sobre todo el edificio, el patrimonio en sí. –Los jóvenes de remeras recibían a los visitantes y los iban llevando porque no tiene un salón de acogida ni la programaci­ón con sus horarios. Tal como está, es un laberinto. El público vagaba de un piso a otro; un discapacit­ado tiene que subir tres tramos para acceder a la Ballena. Incluso el relato de la recorrida era de propaganda: se afirmaba que la Ballena es la sala de concierto más grande del país, cuando el Colón la duplica. En todo esto tendremos que trabajar.

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El vacío. Uno de los magníficos espacios que nunca se usaron.
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Ricardes. Con una ardua tarea.

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