Es el pan para clubes pobres
C
ada tanto ocurre. Un club uruguayo, desconocido para el mundo del fútbol, está en la picota. Del anonimato a las tapas de los diarios en un abrir y cerrar de ojos, como sucedió no hace mucho con Sud América y la transferencia (por unas horas, al menos) de Daniel Osvaldo tras su polémica salida de Boca. Todo por los “benditos” pases-puente, legales y avalados por el Estado uruguayo, pero mirados con recelo por la FIFA. Esos pasespuente son muchas veces el pan de cada día para los pobres clubes uruguayos que se dejan utilizar. Algunos cobran una suculenta tajada o un porcentaje de la operación. Y los grandes beneficiados son los clubes poderosos que se ahorran un montón de dólares porque el impuesto en el Uruguay es menor respecto al resto de los países. Muchos, como Deportivo Maldonado hoy con el pase de Calleri, pueden terminar con la sartén por el mango si no se les abona lo acordado. Aunque a la mayoría no les importa y están dispuestos a correr el riesgo.
Pasa desde hace una década, cuando se aprobaron las sociedades anónimas para salvaguardar los bienes de los clubes. Por un lado: la S.A. y el activo fútbol. Por otro: la sede, el campo de juego y los trofeos. Esto les cayó como anillo al dedo a empresarios argentinos, brasileños y mexicanos que aterrizaron en Uruguay para “adueñarse” de los clubes y manejarlos a su antojo. Así siempre habra un Silas o un Osvaldo por llegar. Y en cualquier momento Messi pide el pase de “Mar de Fondo”, hoy en la tercera división del (pobre) fútbol uruguayo.