Clarín

Cuerpos del verano Chicas con tatuajes de varones y hombres con músculos pero depilados

Ellas se animan a los dibujos enormes, que les cubren brazos y piernas. Ellos a la cera para quedar lampiños. La imagen del antihéroe ya fue.

- Victoria De Masi vdemasi@clarin.com Gisele Sousa Días gsousa@clarin.com

Si uno está un poco fuera de “lo que se usa” – supongamos que llegó feliz al verano con un pareo con flecos–, basta con darse una vuelta por la playa para captar los “nude code” –los códigos de desnudez– de esta temporada. Pasaron aquellos años en los que las chicas estrenaban un tatuaje delicado y pequeño –todo lo que terminara en “ito”, un solcito, una estrellita–. Hoy el asunto es otro: mujeres con calaveras tatuadas en los muslos y con peces koi envolviénd­oles hombros y brazos. Entre los varones, la moda del “antihéroe” no va más: ahora son puro músculo y caminan trabados. Y el “hombre de pelo en pecho” también es pasado: ya se hicieron amigos de la cera.

Mariano Antonio – referente en el mundo del tatuaje, dueño de American Tatoo y “tatuador de famosos”– confirmó a Clarín: “Antes, las mujeres se hacían algo escondido o que pudieran tapar: por ejemplo, algo chiquito en la nuca, que se viera si se recogieran el pelo. El último año el cambio fue increíble: todas quieren tatuajes grandes, hubo chicas que vinieron a hacerse media manga en los brazos, a tatuarse los laterales del cuello y los antebrazos, las clavículas, los muslos y los gemelos, todos lugares típicos de varón. Pensá que antes, para las mujer sus piernas eran intocables. Imaginate: antes hacías un tatuaje de mujer en un rato, ahora necesitás 3 ó 4 sesiones, a veces de 4 horas cada una”.

Es probable que Candelaria Tinelli –tatuada en axilas, cuellos, manos y espalda completa– sea el ícono de mujer que borró la frontera entre los lugares de tinta femeninos y masculinos (ver aparte). En el parador Boutique, de Pinamar, al ritmo de la electrónic­a, se derrama ese look: una chica se sacude sobre el deck con un árbol en la espalda que arranca en el cuello, escala la columna –queda vallado con la tira de la bikini– y termina en la cola. Y

como ellas van por “lo masculino”, ellos parecen ir por “lo femenino”. La bermuda larga surfera, out: la que va es el short floreado y el pecho depilado.

Y hablando de varones, hay que verlos sobre la arena. Si están de pie, parecen montañas en un valle de cuerpos tirados al sol. Gafas espejadas, mallitas de colores pastel y tres cuadradito­s por lado en la zona abdominal. Si se ríen a carcajadas, la panza se sella en una orquesta de micro músculos. No hay distancia entre los hombros y el cuello, hay distancia entre las axilas y los costales. Nada está librado al azar: hasta la zona del pubis es una faja tensa. Brazos y piernas hechos a fuerza de fierros –también a anabólicos sin

receta–, de alimentaci­ón libre de fritura y grasas, running y poco alcohol. Lampiños adrede, el que no se le anima a la cera depilatori­a, se acaricia con la maquinita de afeitar cada cuatro días.

Pero mejor, que expliquen ellos. Dice Franco Poire, 21 años: “Antes me pasaba cera en el pecho pero como se me encarnaba mucho (el vello) pasé a la gillete”. Sigue Agustín Zucchini, también 21 años: “Voy al gimnasio unas tres veces por semana. Me sube la autoestima verme así, además de descargar tensiones”. Suma Nicolás Baade, 24 años, bigote sardina: “Me había dejado el bigote, para ver qué onda. Y después se puso de moda y me lo dejé. Me lo voy recordando para que quede prolijo”.Ahora habla Charly Puebla, 26 años: “Todo esto no es insegurida­d. Es estética”. ¿Hombres básicos o no básicos? No: libertad y diversidad.

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