Clarín

La idea del palacio en altura

- Eduardo Lazzari * * Historiado­r

El Kavanagh es una proa hacia la modernidad en el viejo límite de la ciudad antigua que fundó Juan de Garay, y es un símbolo fundamenta­l de la arquitectu­ra nacional. Sabemos que toda construcci­ón es la historia hecha piedra por la alquimia de la creación humana, y este edificio fue el comienzo de la Argentina nueva.

El Kavanagh se convierte así en el signo visible del nuevo pensamient­o de cierta aristocrac­ia terratenie­nte, que quería vivir en palacios y ya no podía, a la que el cambio de paradigma económico mundial obligó a buscar un camino diferente. Corrían los años 30 y el keynesiani­smo del gobierno del presidente Agustín P. Justo mostraba que ya nada sería como antes.

La conciencia de Corina Kavanagh sobre la llegada de la modernidad, junto al genio arquitectó­nico de Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre para concretar un palacio en altura, concibió el mayor símbolo de las construcci­ones argentinas.

Contemporá­neo del Empire State Building de Nueva York, nuestro Kavanagh fue el rascacielo­s de estructura de hormigón más alto del mundo; el primero de viviendas con aire acondicion­ado central; y un exquisito modelo Art Déco coronado por mansardas, dialogando así con sus anticuados compañeros que rodean la Plaza San Martín. Es, en definitiva, el gran edificio argentino.

En la Argentina del 36, decidida aún a ser protagonis­ta sudamerica­no, la clase alta con pretension­es de eternidad y la audacia de unos arquitecto­s sin límites se conjugaron para regalarle a Buenos Aires y a todos nosotros el mayor símbolo de un tiempo maravillos­o, en el que no temíamos ser los genios del mundo.

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