Clarín

Atravesand­o una etapa vital

El ex La Portuaria, que presenta nuevo disco, habla de la masividad, de la espiritual­idad de la música y de su estilo.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

A Diego Frenkel, los 50 años que cumplió hace poco no lo trauman: “Me agarraron en un momento muy productivo, sacando un disco, contento, haciendo cosas. Estoy atravesand­o una etapa vital”.

Una parte importante de la coraza anti balances es su intensidad creativa: hace sólo tres meses editó Ritmo, el quinto disco solista que grabó desde que en 2010 se separó definitiva­mente La Portuaria. Despedida que no fue tan fácil.

“Salir de La Portuaria y abandonar un nombre que me había acompañado durante 20 años, fue un duelo. Y me tomé ocho, nueve meses. Fue una hoja en blanco que me sirvió muchísimo para poder pasar a otra etapa. Y de ahí salió El día después. Quiero mucho a ese disco porque fue un brote que había que regar. Fue algo fuerte para mí, y de mucho crecimient­o”. ¿Qué lugar ocupó La Portuaria en ese magma que es el rock nacional? Puedo pensar que La Portuaria aportó una mirada renovadora en cuanto a la inclusión de diversos estilos planetario­s. Fue un grupo que investigó mucho y fue el semillero de grandes artistas: Alejandro Terán, Christian Basso. Me enorgullez­co haber compartido el espacio con ellos.

¿Y cuál es tu lugar?

Sé que siempre fui un músico que lindó entre lo popular, con una conexión grande con lo masivo, y un puertas adentro que resultó no ser tan masivo. Pero no tengo prejuicios para el arte por su convocator­ia. Hay música para cantar y escuchar en espacios grandes y otra, en un bar. Alucino escuchando los discos solistas de Thom Yorke, y bailando los hits de Daft Punk en una fiesta. En ese marco sin prejuicios se movió La Portuaria. ¿Te sentís más cómodo en lugares chicos que en espacios grandes? Me siento cómodo en ambos espacios. No es la cantidad de público lo que da la gratificac­ión, sino que haya magia en el escenario, que se cumpla el ritual y logremos romper la realidad cotidiana. La música tiene una función espiritual; forma parte de un plano casi esotérico de la vida. Se convierte en un objeto de consumo porque vivimos en este planeta, pero no olvidemos que es un ritual de carácter espiritual desde hace mil años hasta ahora. ¿Algún grupo tomó la posta

de La Portuaria? Ni idea. Era un grupo con una identidad muy fluctuante. Más que un grupo como los Red Hot Chili Peppers o Los Piojos, era una compañía de experiment­ación sobre lo diverso. Siempre fuimos reacios a clavarnos en un estilo. La identidad estaba dada por mi forma de cantar, de componer, el bagaje de sonido folclórico y música negra. La cuestión del estilo cerrado o de la batea muy encuadrada, se empezó a puntualiza­r mucho de quince años hasta ahora.

¿Antes no era así? Antes una banda de rock tenía un concepto más amplio. Después se instaló la necesidad de que todo sea más predecible. Vivimos un periodo de cierto conservadu­rismo en la mirada sobre el arte. Siempre quiero que el arte sea más desestruct­urante y desestruct­urado.

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ANDRES D’ELIA Productivo. Frenkel dice que los 50 lo “agarraron” activo.

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