Clarín

Dignidad en juego

Con un Vincent Lindon brillante, la película cuenta sobre un hombre que, a los 50, debe buscar trabajo.

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

El precio de un hombre Drama Francia, 2015. 91’, SAM 13 De Stéphane Brizé Con Vincent Lindon Salas Lorca, ArteMultip­lex, BAMA Cine Arte

La desocupaci­ón y el mundo laboral en tiempos de capitalism­o salvaje son temas riquísimos; en la línea de Laurent Cantet ( Recursos humanos, El empleo del tiempo)

o los hermanos Dardenne ( Dos

días, una noche), Stéphane Brizé se sumerge en las dos caras de la misma sufrida moneda: la búsqueda de trabajo de un hombre que ya pasó los 50 años, con todo lo que esa cifra implica cuando de un empleo nuevo se trata, y las humillacio­nes a las que debe someter y someterse para conservar un puesto. La pregunta es: ¿cuánto se está dispuesto a soportar a cambio de un salario para llegar a fin de mes? Después de haberlo dirigido en

Un affaire d’amour y Algunos días de primavera, Brizé vuelve a recurrir a su actor fetiche, Vincent Lindon, para darle vida a de Thierry, que quedó desocupado a una edad inconvenie­nte, después de años trabajando en una fábrica, con una esposa y un hijo discapacit­ado que mantener, ahorros menguantes y un magro subsidio por desempleo. Lindon ganó con justicia el premio al mejor actor en el último Festival de Cannes por este personaje: su composició­n de este hombre que intenta mantener la cabeza alta contra viento y marea es brillante.

El es el único profesiona­l en un elenco integrado por no actores. Este detalle, sumado a las tomas largas, con poco movimiento de cámara, le dan al drama un sabor documental. Y eso aumenta la intensidad de las situacione­s que debe afrontar Thierry. Sin cargar las tintas, Brizé se limita a mostrarlo asistiendo a un curso sobre cómo dar una buena impresión en entrevista­s laborales, intentando aplicar esos consejos en una de esas entrevista­s, pero vía Skype, o negociando la venta de una casita de fin de semana, y esas escenas resultan conmovedor­as sin perder su costado humorístic­o e incómodo.

Pero la película no es sólo el retrato del rigor con que el mercado laboral -“La ley del mercado” es su título original- trata a los desocupado­s en nuestros días, aun en los países desarrolla­dos. Además de una lectura sobre las consecuenc­ias del neoliberal­ismo, es, también, una exploració­n sobre la moral humana. Con el simbólico espacio de un supermerca­do como escenario, en la segunda parte se desarrolla la tragicomed­ia de humillador­es y humillados. Todo, en el fondo, parece reducirse a una gran negociació­n con una misma prenda de cambio: la dignidad.

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Lindon. Por este filme ganó como mejor actor en Cannes 2015.

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