Una camioneta, el regalo de Reyes ideal bajo un diluvio
El cronista pudo imaginar lo que habrá sido el Diluvio Universal de hace miles de años al ver toda el agua que cayó desde el atardecer del martes hasta la madrugada del miércoles en el campamento de Jujuy. Noé, en el arca, no pasó las tensiones de quienes en el refugio de la carpa de prensa, que aguantó el diluvio, se vieron en figurillas para enviar sus notas. Sin Internet, con celulares limitados y casi en la oscuridad, fue una proeza y una tremenda exigencia visual escribir materiales con la sola guía de la luz de las pantallas.
La esperanza que alentó escuchar una disminución en la intensidad de la lluvia duró lo que tardó en oírse cada trueno como prórroga de las torrenciales descargas de agua.
El problema fue salir del lugar. Los franceses parecieron estar en otra cosa y mansamente acataron la arenga de “¡A comer!” de Fabrice, el moreno encargado de control en la sala de prensa. Con lluvia interminable, zonas anegadas y la imposibilidad para la llegada de los remises, el destino del cronista pintaba para noche de campamento. Hasta que apareció Martín, un amigo de la profesión que invitó a compartir la camioneta que llegaba en un rato para llevarlo la ciudad. Hubo que chapotear un poco en el barro, camino al providencial refugio de una carpa donde cada trueno y rayo sumaron angustias y temores. Hasta que por fin llegó la camioneta. Fue el mejor regalo en la lluviosa noche de Reyes.