Misión Tevez: contener a Osvaldo
El presidente Macri, junto a Tabaré Vázquez, anunció que Argentina y Uruguay presentarán la candidatura para ser sedes del Mundial de 2030.
EL BOCA QUE VIENE Juntos, ayer, durante la jornada de entrenamiento. Boca apuesta a que el ídolo contenga emocionalmente a su compañero. El plantel descansará el fin de semana. Osvaldo, no: busca así ponerse a punto.
“En 2030 se van a cumplir cien años de un evento tan importante como lo es una Copa del Mundo. Hemos decidido que no hay mejor oportunidad que candidatearnos juntos, Uruguay-Argentina y Argentina-Uruguay, para ser sede de ese Mundial”. Mauricio Macri lo hizo oficial tras la reunión que mantuvo ayer con, Tabaré Vázquez, en Colonia. Los dos mandatarios comparten pasados parecidos: Macri fue presidente de Boca, Tabaré de Progreso y ambos fueron jefes de gobierno de Buenos y de Montevideo, respectivamente. Ahora, emprenden el mismo sueño mundialista. ¿Están preparados Argentina y Uruguay para asumir la organización de un evento de semejante magnitud?
Es imposible no plantearse tal interrogante, sobre todo con la pintura aún fresca del tremendo gasto que realizó Brasil para la realización del certamen en 2014. “Son muchos años por delante, pero estas cosas hay que empezar a planificarlas, a pelearlas, a plantearlas con anticipación”, dijo Macri.
Desde lo sentimental, nadie puede resistirse a ser anfitrión de un evento deportivo y cultural de tamaña magnitud. Todo cierra: en 1930, Uruguay fue la casa del primer Mundial de la historia y disputó la final con la Selección de Argentina, a la cual venció por 4 a 2 y se quedó con el trofeo Jules Rimet. Cien años después, la historia quedaría en su lugar con una sede compartida por los países del Río de la Plata. Y el componente histórico es uno de los ítems tenidos en cuenta por la FIFA, hoy sumergida en severos casos de corrupción.
Sin embargo, no basta con eso para alcanzar el objetivo. Una Copa del Mundo no se lleva a cabo sólo con tradición y costumbre futbolera. El factor económico se vuelve clave. La inversión de dinero que requiere cumplir con las exigencias que impone el máximo ente de la
pelota del planeta suele ser mons
truosa y la ganancia para el país (en este caso los países) organizador no siempre está garantizada.
Un Mundial es un negocio redondo para la FIFA, pero no para los países, que pueden ver cierta rentabilidad a largo plazo o bien quedar en la lona económica. ¿De qué depende? De la utilidad de las obras de infraestructura (estadios, rutas, hotelería, comunicaciones) una vez culminada la fiesta.
Brasil, además de ser el más reciente, es un buen caso testigo. Los gastos finales sobrepasaron lo pro
yectado por su gobierno. En total, invirtieron 10.600 millones de dólares, de los cuales 3.600 millones fueron destinados a los 12 estadios, según cifras oficiales. En este aspecto, superó de manera marcada las inversiones que se realizaron en Sudáfrica 2010 (1.400 millones para diez estadios) y en Alemania 2006 (1.500 millones para 12 estadios). Las protestas sociales se hicieron sentir en las calles. En Sudáfrica se calculó una pérdida de 3 mil millones. De las diez canchas, cinco se construyeron desde cero y las otras cinco fueron remodeladas. Es un país sin tradición futbolera. Alemania hizo cinco estadios nuevos y remodeló siete.
Para las ediciones de 2018 y de 2022 (otorgadas a Rusia y a Qatar, respectivamente) la FIFA exigió un total de 12 estadios, con capacidad mínima de 40 mil espectadores y al menos uno de alrededor de 80 mil (todos sentados) para el encuentro inaugural y para la final. Argentina y Uruguay deberán reacondicionar sus canchas y/o levantar alguna nueva. El más grande es el Centenario de Montevideo, con capacidad para 65.335 personas. Le sigue el Monumental de Núñez, para 61.688 espectadores.
Soñar no cuesta nada, dicen. Y con el mate de por medio, argentinos y uruguayos ya se embarcan en este proyecto conjunto.