Dilma ratificó su plan de ajuste fiscal “como prioridad número uno”
Lo dijo durante su primer encuentro del año con la prensa. Su meta es lograr un superávit del 0,5% del PBI.
Los periodistas se disputaron los más pequeños resquicios para salir en el selfie con Dilma Rousseff. Fue ayer por la mañana en la primera reunión de la presidenta con la prensa acreditada en el Palacio del Planalto. A ella se la vio con una amplia sonrisa y dispuesta a no dejar preguntas atoradas. En la cita refrendó su plan de ajuste fiscal “como prioridad número uno”. Su meta, dijo, es lograr el superávit de las cuentas públicas de 0,5% del producto bruto interno. Y juró que nada ni nadie le hará cambiar ese objetivo.
Con un 2015 que terminó en una recesión de casi 4%, nada indica que 2016 habrá de deparar un crecimiento compensador de esa brutal caída. Las consultoras económicas aguardan, sin excepción, un nuevo derrumbe del PBI del orden del 2 a 2,5%. Según dijo Dilma a la prensa brasileña, ella está dispuesta a “luchar con uñas y dientes” para conseguir que este año sea mejor que el pasado. Para garantizarlo es preciso, sin embargo, “retomar el equilibrio fiscal, capaz de crear un ambiente más favorable a los negocios” y esencial para bajar la inflación. Evaluó que “los factores que llevaron a un aumento de los precios están desapareciendo”, y aseguró que “están dadas las con- diciones” para que el índice inflacionario vuelva a estar dentro de las metas que tienen como techo 6,5% anual.
Para la presidenta brasileña, su gestión de este año apuntará en tres direcciones: el reequilibrio fiscal, en primer término; la probación de medidas tributarias por el Congreso, en segundo lugar; y, por último, las concesiones a los privados de puertos, aeropuertos y centrales hidroeléctricas, que deben servir para motorizar las inversiones. Se mostró segura de una cosa: no habrá medida de estímulo a la producción o a la demanda que puedan involucrar un gasto del Estado.
Rousseff hizo un mea culpa. Apuntó que “el mayor error” de su gobierno fue no haberse dado cuenta a tiempo “del tamaño de la desaceleración de la economía” que ocurría a fines de 2014. Ese fenómeno habría de derivar en un descenso abrupto de la recaudación del fisco, lo que se tradujo en un abultado déficit público. Lo cierto es que según los análisis de expertos del mercado financiero, y economistas de las corrientes ortodoxas, el problema residió en la permanencia de las políticas distributivas y de los reajustes salariales excesivos. Esto habría llevado a un excesivo aumento del consumo, sin la ampliación de la oferta para abastecer la demanda interna. De allí habría surgido la explosión inflacionaria, con un aumento de las importaciones y una balanza comercial negativa. El ex ministro de Hacienda, Joaquim Levy, que renunció a fin de año, entendía que para corregir estos desequilibrios era preciso realizar un ajuste. “En su modelo, la recesión debía jugar un papel central, ya que al enfriar el mercado laboral y aumentar el desempleo, se reducen los salarios. Se descartan así nuevos reajustes que superen los aumentos por productividad laboral”, describió Fabricio Augusto de Oliveira, economista de la Universidad de Campinas (Unicamp).