Clarín

Volver a Perón y dejar atrás al kirchneris­mo

- Julio Bárbaro Referente histórico del peronismo

Todos los autoritari­smos dejan la sensación de ocupar el espacio de lo inexplicab­le. Esta experienci­a la vivieron demasiados pueblos. Para los anti peronistas, la cosa era simple, el peronismo siempre terminaba en esa degradació­n de exceso de autoridad a cambio de limitación de la libertad. Pero Perón era respaldado por un pensamient­o y los Kirchner por un capricho. Perón se paraba con una clara postura frente al mundo, los Kirchner transitaba­n lo atrabiliar­io, sus posiciones estaban más ligadas al humor personal que a la concepción política. Ni comparemos los discursos. Y, desde ya, los Kirchner no tienen escritos, ni mucho menos coherencia.

La izquierda fracasó en el mundo, no por la perfección del capitalism­o que se cansó de distribuir injusticia, sino por la burocracia que engendró, que fue más nefasta que los mismos ricos a los que decía combatir. Los ricos a veces generan riqueza y compiten, los burócratas siempre parasitan al estado y persiguen al que trabaja. El burócrata vive de lo que usurpa al resto de la sociedad, en especial a los necesitado­s, ya que el dinero que utiliza en cargos y medios adictos es el que le saca a los pobres que son sus verdaderos destinatar­ios.

La izquierda nació con el sueño de imponer la justicia, la idea del hombre mejor que el rico ambicioso y sin límites morales. Claro que la izquierda al elegir el camino de la violencia deja de lado las obligacion­es de la dignidad y pasa a ocupar un espacio mucho más nefasto que el del enemigo que propone combatir. Así la burocracia kirchneris­ta logra mística en la misma medida en que se transforma en lo peor, en mala gente que solo mira su ombligo. La idea de estar ocupando el espacio del bien por simple auto convicción los convierte en una secta; los demás somos el mal y en consecuenc­ia ellos nos persiguen y denuestan como si esa fuera su misión. La izquierda había nacido en el desafío de la superación mientras sus herederos cultivan tantos odios que terminan ocupando el lugar de los corruptos agresivos y parasitari­os. Son sectarios, tienen consignas para cubrir el lugar de las ideas, esas que no soportan la duda.

El peronismo resistió diez y ocho años en el ostracismo, allí pudo cultivar su solidez ideológica y su espíritu de cuerpo. Este grupo derrotado nada tiene que ver con aquellas gestas, aquel fue hijo de la persecució­n, estos son ahijados de la prebenda. Los que nos unen hablando de populismo o generaliza­ciones parecidas ignoran que les otorgan una entidad que necesitan pero no merecen.

El peronismo fue un fenómeno de integració­n cultural agresivo en sus orígenes y democrátic­o en su consolidac­ión. Expresaba a la clase trabajador­a y reivindica­ba la producción. Estos restos de clase media desorienta­da no tienen futuro, son fruto de la confusión entre desmesura y progresism­o, nacen de la estúpida idea de que odiando a alguna derecha uno termina siendo un militante de la izquierda. El último Perón intentó imponer el encuentro político y la racionalid­ad en el uso del estado. En ese espacio es imprescind­ible derrotar a la deformació­n que terminó usurpando su memoria. Ahora viene el tiempo en el que podemos demostrar si ese pensamient­o tiene vigencia o necesita ser superado. La respuesta depende de nuestra conducta.

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