Clarín

Las claves de una seguidilla que no tiene fin

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Las amenazas.

Suelen iniciar los aprietes con cartas o notas extorsivas hechas con escritura china, en las que exigen una respuesta inmediata a un número telefónico que dejan anotado. La cuota de protección es de 50.000 dólares anuales. También, pagos de hasta 100.000 pesos mensuales.

Ataques rápidos y letales.

Los sicarios se mueven generalmen­te en moto, para actuar y escapar con rapidez, sin darle oportunida­d a la Policía para que los atrapen. No suelen fallar.

Silencio y falta de colaboraci­ón.

Los familiares de las víctimas o los empleados de los locales se niegan a dar detalles sobre estos ataques a la Policía y a la Justicia. Tienen pánico de que les pase lo mismo. Así, las investigac­iones casi siempre terminan fracasando indefectib­lemente.

Mano de obra extranjera.

En años anteriores, los sicarios contratado­s eran de la misma nacionalid­ad que las víctimas. Pero últimament­e esta variante cambió y ahora se cree que son peruanos. Cobran entre $ 3.000 y 10.000 por los ataques.

Barrera idiomática.

La mayoría de los chinos habla mandarín o un dialecto de Fujian, provincia de la que proviene el 80 por ciento de los ciudadanos del país asiático que se radican en la Argentina.

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