Clarín

Investigan cómo llegaron hasta el “aguantader­o”

- ROSARIO. CORRESPONS­AL Mauro Aguilar rosario@clarin.com

Ocho bidones “Jesusa” de 5 litros de agua son, quizás, un claro indicio de que Víctor Schillaci, Martín y Cristian Lanatta pensaban permanecer unos días más en el lugar. En la parte interior de un portón de chapa cuelga un curioso cartel improvisad­o con un fibrón negro: “Welcome…”, se lee arriba del dibujo garabatead­o de una calavera. Un mensaje o apenas una broma.

El aguantader­o que eligieron los fugitivos del triple crimen de General Rodríguez para ocultarse en Santa Fe es una construcci­ón precaria de ladrillos vistos, con un galpón detrás. Está ubicada en San Carlos Sur, 3 kilómetros al este de la ruta 6. El campo que la rodea está plantado con soja.

La casa está deshabitad­a desde hace más de 20 años. Integrante­s de una familia humilde la ocuparon un breve tiempo. Los propietari­os alquilan el terreno para la explotació­n agrícola. Los investigad­ores se inclinaban ayer por desvincula­rlos del plan para ocultar allí a los Lanatta y a Squillaci. Se habrían enterado que el lugar fue utilizado como aguantader­o después de que se produjera una nueva fuga. Clarín intentó hablar ayer con integrante­s de la familia a la que pertenece el campo, pero explicaron que preferían no hacer declaracio­nes públicas.

El lugar parece perfecto para ocultarse. No sólo la construcci­ón está alejada y abandonada del casco urbano de San Carlos Sur. La rodea un monte con árboles y yuyos altos. El camino de tierra para llegar es angosto. Hay que tirarse sobre la banquina para que pase otro au- tomóvil. “Si no tenés contactos y conocés muy bien la geografía no llegás acá”, comentó a este diario un chacarero de la zona que prefirió mantener su nombre en reserva. Muchos apuntan que algún baqueano pudo colaborar con los responsabl­es del triple crimen para llegar hasta allí.

Clarín recorrió ayer el lugar. Ocho gendarmes custodiaba­n que nadie acceda a la tapera mientras

se investiga cómo llegaron. “No tenemos informació­n. Sólo estamos custodiand­o”, indicaban con gesto serio. Una mesa, dos sillas de madera y una pava permanecía­n ayer en el galpón donde quedó abandonada la camioneta Kangoo que uno de los Lanatta le robó a su ex suegra. Viejas maquinaria­s, hierros retorcidos y trozos de manguera decoraban la entrada.

El productor de la zona detalló a este diario que Gendarmerí­a, con

un dato imperfecto, ingresó el jueves a la madrugada en una vivienda y en un tambo cercano. Uno de los productore­s, sorprendid­o por la situación, sufrió una descompens­ación cardíaca de la que ayer intentaba recuperars­e.

Los campos de la zona tienen maizales que por su altura y densidad podrían favorecer la fuga. En un retén de la ruta 6 los efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportua­ria (PSA) saludaban con amabilidad, pero no retiraban las manos de sus pistolas durante la requisa a los autos. A un par de metros tres policías custodiaba­n la escena con armas largas. La postal se repetía en otras rutas.

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Deshabitad­a. Gendarmes custodian la tapera en que se ocultaron.

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