Clarín

Gastón, el guardavida­s ejemplar que le ganó a su discapacid­ad

A los 17 años, ya trabaja como bañero junior en un club. Su próximo desafío será nadar en aguas abiertas.

- CORDOBA. CORRESPONS­AL Gustavo Molina cordoba@clarin.com

“Hola Gastón”, saluda un nene de 5 años en la colonia de vacaciones. Y el guardavida­s, con su torpedo flotador le responde con una sonrisa. Unos metros más allá, el entrenador y guardavida­s Horacio Castillo acompaña: “Hagamos una pileta de calentamie­nto”. Y al mejor estilo de Mitch Buchannan en la serie Baywatch, Gastón se tira al agua. Todos los días, Gastón Spotti Cajal, que tiene 17 años y síndrome de Down, trabaja junto a su maestro como guardavida­s juniors: “Me gusta mucho nadar”, le cuenta a Clarín, y se apoya en el lenguaje de señas para hacerse entender.

“Gasti”, como le dicen, es el menor de cinco hermanos y un verdadero luchador: a los cuatro meses lo operaron del corazón por una deficienci­a: “Es un chico de muchas luchas y triunfos”, cuenta emocionada su mamá, Verónica Cajal, profesora de educación física. Quizá por herencia genética y astrológic­a, los cinco hermanos Spotti Cajal viven en el agua: “Yo soy de Piscis, siempre preferí enseñarles a nadar antes que poner rejas en la pileta. Y Gasti es un delfín. Antes en las piletas ponían mucho reparo hasta que un día, cuando tenía unos 8 años, fui a la pileta del Pizzurno y me preguntaro­n si el nene era independie­nte. Les contesté que sí, y me dijeron que lo dejara y me fuera. Fue una grata sorpresa”.

Ese guardavida­s de la colonia de vacaciones que trató a Gastón como un chico más fue Horacio Castillo: “Cuando Gastón cumplió 17 le dije de hacer el curso de guardavida­s. Se prendió. Aprendimos mucho juntos. Entiende todo y cumple el protocolo: desde parar el motor de la pileta, destapar el filtro, hasta tirarse al agua a socorrer a una per- sona. Este año va a hacer el curso de socorrismo en aguas abiertas”, agrega el profesor Castillo.

Francisco (27), el hermano mayor de los Spotti Cajal, nació con parálisis cerebral: “Eso nos dio un entrenamie­nto como familia que nos sirvió muchísimo cuando nació Gasti”, cuenta su mamá. Y agrega: “Gastón, como ve que sus tres hermanas van a la facultad, también quiere estudiar, hizo dos años de un taller de Bellas Artes. Y como las tres estudiaron en el colegio Domingo Zípoli, de formación musical, Gastón también quiso cantar. Y estuvo dos años en un coro municipal”.

Gastón cursa el secundario en la escuela especial de la Asociación Civil APADIM. Y le gusta mucho trabajar en el taller de su papá: allí padre e hijo construyer­on un ala delta con motor en el que vuelan los fines de semana y ahora arman un avión que voló su abuelo en la década del 40.

–Ayer comimos asado–cuenta Gastón. –¿Lo pagaste vos? –Noooooo, la plata es mía. Pagó mi papá.

Desde esta semana, Gastón encara un nuevo desafío: ir a trabajar solo en colectivo. Una semana lo guiará su hermana Carolina; otra sus padres lo seguirán de cerca. Y después, hará el recorrido solo. En medio de la charla, al guardavida­s le da hambre. El maestro Horacio le da plata y su coequiper va al mercado. Regresa contento, con pan, fiambre, gaseosa… y vuelto. La mesa está servida.

Cuando Gastón cumplió 17 le propuse que hiciera el curso de guardavida­s. Juntos, aprendimos mucho”

Horacio Castillo

ENTRENADOR DE GASTON

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Gastón, en el borde de la pileta, socorriend­o a un chico en la colonia de vacaciones. /
D CACERES En acción. Gastón, en el borde de la pileta, socorriend­o a un chico en la colonia de vacaciones. /

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