Clarín

Recordando a Hugo del Carril

M

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i hermana Ana María (la Pichi) tenía admiración, casi amor, por Hugo del Carril. Murió joven la Pichi, a los 40. Me llevaba varios años y fue mi “Vieja sustituta” mientras la verdadera, Teresa, se ocupaba de la panadería con mi Viejo, Antonio. Me controlaba en los estudios y me llevaba al cine a ver películas de su ídolo artístico. Hasta fui- mos a verlo cantar en Radio Splendid. Claro, me transmitió su cariño. Y yo lo tomé con la misma fuerza. Después de que ella falleciera seguí de cerca la trayectori­a de don Hugo.

Hasta que allá por 1983, en un programa nocturno de entrevista­s en Radio del Pueblo que compartía con Carlos Ares, se programó una charla en su casa de Cangallo (hoy Perón) y Callao. No cabía en la emoción. Nos atendió en la cocina, vistiendo una robe. Para no errarle llevamos tres grabadores. “Se acuerda, Hugo ... Sidra Carioca, toda ponderació­n es poca ... Es la voz más hermosa y varonil, es la voz de Hugo del Carril ...” Era su presentaci­ón en la radio. Cuando me dijo “no me acuerdo” me di cuenta de que “sabía más que él” sobre su propia carrera. En un momento un grabador comenzó a hacer un sonido de pito. Uno a uno los fui llevando a mi oído para saber cuál era. Ares empezó a tentarse de risa. Y me contagió. “¡Pero qué le pasa, amigo!”, me reprimió a mí. La admiración se transformó en susto. Aun así. hicimos una buena nota. Al otro día recibí un llamado en el diario. “Uno que dice que es Hugo del Carril”, se burlaron. No lo creí. Pero era. “Muchacho, se olvidó unos papeles aquí. ¿Qué hago?” “Tirelos, no tienen valor”. Si el sueño ya estaba cumplido.

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Horacio Pagani hpagani@clarin.com

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