Clarín

Pelear contra todo por su hija

Lo dice Laura Alasi. Su hija sufre una epilepsia grave. Probó con todos los tratamient­os, hasta que el Estado la autorizó a usar la sustancia. Y llevó los ataques casi a cero.

- Fernando Soriano fsoriano@clarin.com

Laura Alasi consiguió que el Estado la autorice a importar aceite de cannabis para aliviar la grave epilepsia que sufre su hija Josefina, de tres años. Un caso que genera debate por el uso medicinal de la marihuana.

Josefina sufría cientos de convulsion­es por día. Tenía 7 meses de vida y los neurólogos le habían diagnostic­ado un tipo de epilepsia refractari­a infantil grave conocida como síndrome de West. El infierno en el que cayó la beba era una seguidilla de 30 espasmos durante media hora 20 veces cada día. Traducido en su cuerpo: shocks eléctricos que la hacían retorcerse o le tiraban los ojitos para atrás o le quitaban el aire. O todo junto. Para combatirlo necesitó una batería de hasta 10 medicament­os y una dieta pasada de grasas. Nada sirvió. Fueron dos años dantescos para la familia Vilumbrale­s. Hasta que un día, gracias al comentario que alguien le hizo en un pasillo de hospi- tal del Fleni, Laura y Fernando, sus padres, se toparon con el dato del aceite de cannabis. Y les cambió la vida. El extracto concentrad­o de la planta milenaria (cuyo cultivo está aún prohibido en Argentina) produjo el “milagro”. Ahora Josefina, que tiene tres años, redujo a dos las pastillas y las convulsion­es diarias no llegan ni a 20.

Existen cientos de casos parecidos al de esta nena en Argentina. Con síndrome de West, con cáncer, con fibriomalg­ia y otras enfermedad­es. Alrededor de estas historias se mueve una rueda solidaria de cultivador­es y enfermos que comparten cannabis y producen sus aceites para los tratamient­os, que muchos médicos aceptan y apoyan. Pero como todo eso no deja de ser ilegal, un día los padres de Josefina decidieron luchar por la vida de su hija por el camino más difícil: el de involucrar al Estado.

Así, tras meses de insistenci­a, los Vilumbrale­s se convirtier­on en noviembre de 2015 en los primeros en conseguir que el Gobierno, a través de la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), les permitiera importar un aceite de cannabis producido legalmente en Colorado, Estados Unidos. Significa un cambio de paradigma en Argentina, aunque todavía parcial: la ley aún prohíbe el uso medicinal y recreativo de la marihuana y además, aunque se permita su importació­n, no todos pueden pagar el costo y envío en dólares de un aceite testeado y regulado.

“Es una emoción inmensa. En este difícil camino el aceite le salvó la vida a José”, escribió Laura a un grupo de madres con el mismo drama el día que tuvo el ok de ANMAT. Hoy, desde su casa en Villa Gesell, la emoción por el efecto sobre Josefina le dura en la charla con Clarín: “Con el cannabis le cambió el semblante y la conexión con nosotros. Ella está tranquila. Ahora puedo decir que la estamos disfrutand­o a pesar de todo. Antes, entre los médicos, los hospitales, los viajes a Buenos Aires, ella y su molestia, era todo muy difícil. El cannabis nos da calidad de vida a todos”, describe la mamá, maestra jardinera de 38 años.

La planta de marihuana contiene cientos de componente­s químicos, conocidos como cannabinoi­des. Pero dos sobre-

Es una emoción inmensa. En este difícil camino el aceite de cannabis le salvó la vida a José. Ahora puede vivir como una persona normal...” Pienso en los nenes que vi en los hospitales, en las mamás sufriendo. Yo de leyes entiendo cero y si tenía que ir presa iba presa. Pero a mí me impulsó el coraje ...”

salen por su poder: son el THC (siglas de tetrahidro­cannabinol) y el CBD o cannabidio­l, que produce beneficios farmacológ­icos, antioxidan­tes y antiinflam­atorios, entre otros. Mientras que muchos médicos lo rechazan, cada vez son más los que aceptan que el CBD trabaja como antiemétic­o, anticonvul­sionante, antipsicót­ico y produce efectos positivos en tratamient­os de quicio o aliviando dolores de la esclerosis múltiple.

Los casi 10 antiepilép­ticos que Josefina llegó a tomar por día aumentaban el riesgo de que contrajera hepatitis, cálculos renales y que se quedara ciega en poco tiempo. Pero los médicos que consultaro­n sus padres no vieron contraindi­caciones en el uso indefinido del cannabis. “Una de sus grandes ventajas es la baja toxicidad. Eso lo convierte en una gran alternativ­a en los tratamient­os crónicos”, explica a Clarín Marcelo Morante, profesor de la Facultad de Medicina de la Universida­d Nacional de La Plata, especialis­ta en el tema.

Ante la nueva situación, los Vilumbrale­s, con la ayuda de tutoriales de YouTube, empezaron produciend­o su propio aceite con dos plantas que les regalaron. El efecto fue sorprenden­te: “A los 10 días de darle el aceite, José estuvo 6 sin hacer convulsion­es. Vino su cumpleaños, lo disfrutó mucho. Con tanta medicación vivía muy molesta. Yo me desbordaba. Pero con esto estaba tranquila. A pesar de que no habla, sus ojos ahora transmiten paz”, se emociona Laura.

Pasado un tiempo, se toparon con el problema que tienen todos los usuarios medicinale­s en el contexto de ilegalidad: el aceite se acaba y las plantas no se consiguen (o es un riesgo tenerlas). Laura y Fernando decidieron importar el aceite de manera clandestin­a. Ese frasco, que ahora traen por derecha, les sirve para 6 meses de tratamient­o, con resultados que a ellos, que nunca le pasaron ni cerca a un porro, les sorprende: “Es un paliativo maravillos­o. Estoy pensando en que empiece el jardín. Es otra vida. De hospital en hospital ¿qué vida podés tener?”.

“Pienso en los nenes que vi en los hospitales, en las mamás sufriendo. Yo no tengo miedo, de leyes entiendo cero y si tenía que ir presa iba presa. Pero a mí me impulsó el coraje, que sea posible para mucha gente”, relata sobre la decisión de pedirle al Estado abiertamen­te el permiso y pide para que de una vez por todas el Congreso discuta el acceso seguro a la sustancia para uso médico.

“Necesitamo­s que se estudie, se legalice. La planta es maravillos­a, no podemos negar eso y no podemos permitir que los médicos dejen desamparad­os a los padres. Es un vacío que no está bueno”, enfatiza Laura ante la mirada amorosa de su hijita. Quizá por eso ella la observa, hace un silencio y reclama: “La marihuana le da la vida a Josefina, y tiene que ser así para todos”.

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REVISTA THC Josefina y Laura. Viven en Villa Gesell. El aceite de cannabis le permite a la nena vivir casi sin crisis.
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ANDRES D´ELIA EN FAMILIA. JOSEFINA, EN BRAZOS DE SU PAPA FERNANDO Y CON SU MAMA LAURA Y SU HERMANO FACUNDO.

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