Clarín

Macri mide el costo político de subir el gas E

- Alcadio Oña

l trascendid­o viene del sector privado y les llegó, cuentan ahí, de fuentes oficiales: dice que el Gobierno estaría analizando la alternativ­a de postergar el aumento en las tarifas del gas contemplad­o en principio para marzo.

Sería una decisión política fuerte, sólo posible si la toma el propio Mauricio Macri, y lo sería sobre todo porque bajar el incremento significa bajar una pieza clave del recorte a los subsidios de 2016. Quizás eso explique que el ministro de Energía, Juan José Aranguren, aluda reiteradam­ente a la medida sin precisarla.

La resistenci­a a dar el paso tendría origen en el ala más política del Gobierno, inquieta por el impacto que ya provocó el aumento de la luz. El gas le agregaría otro, con subas que quienes dicen conocer el plan cifran en alrededor del 300%.

Además, caería en medio de la pulseada salarial y justo cuando la inflación está en el ojo de la tormenta. Puestos a imaginar escenarios posibles, los políticos del gabinete macrista también miden el riesgo de que el combo energético erosione el capital social acumulado por el Presidente durante estos dos meses.

Ya varios empresario­s han advertido que trasladará­n a sus precios el mayor costo de la electricid­ad, lo cual equivale a decir que la historia continuará con el gas. Siempre alertas ante cada movimiento, ni siquiera piensan que con esas declaracio­nes están potenciand­o expectativ­as inflaciona­rias hoy bastante potentes por cierto.

Según cálculos acaso moderados, desde despachos oficiales sostienen que el efecto directo del ajuste de la luz sobre el índice de precios será del 2 al 2,5%. Y que sumando los proyectado­s para gas y agua, el paquete aportaría entre 6 y 8%.

En tren de no echar más leña al fuego, estaría descartado un aumento en el transporte de pasajeros, mientras se decide qué hacer con el gas.

“Todo es finalmente una cuestión de tiempos y de calibrar costos y beneficios”, afirma un consultor que comparte con muchos otros la estrategia de enfrentar, simultánea­mente, el atraso del dólar y el disloque tarifario.

Una parrafada remata su visión del cuadro completo: “El levantamie­nto del cepo salió mejor de lo que unos cuantos esperábamo­s. Puede ser muy atendible el temor por la imagen de Macri, pero yo seguiría adelante con el gas y con el plan de achicar subsidios porque la situación fiscal es realmente preocupant­e”.

Ahí entra, justamente, la relación costo-beneficio. Contra la opinión de quienes aún consideran que sin un ajuste más drástico ninguna cuenta cierra, el Presidente eligió una vía si se quiere gradualist­a.

Luego, el costo provendría de la demora en corregir el enorme desequilib­rio fiscal heredado y el beneficio, de un esquema que apuesta a cosechar capital político y a preservar la cosecha.

Otra cosa es que la cadena de devaluació­n, precios y tarifas pueda terminar sujetada dentro de una inflación del 25%. Debería haber índices menores al 1% mensual en la segunda parte del año para que se cumpla la meta, aunque algunos analistas proyectan un tercer trimestre por debajo del 20% anual.

Con este panorama a la vista y la intención de no quedar embretados por la pauta oficial, fueron los dirigentes gremiales a la Casa Rosada el jueves. El telón de fondo, en más de un sentido común, fuerza a las dos partes a un delicado equilibrio.

Macri debe medir qué entrega a cambio de lo que pretende recibir, sin compromete­r demasiado su estrategia. Por eso el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se apresuró a informar que esta semana o a más tardar la próxima será difundida la reforma del Impuesto a las Ganancias; quizás junto al aumento y universali­zación de las asignacion­es familiares. Esto es, aflojar hacia arriba y hacia abajo.

Hubo en el medio un par de encuentros bien sintomátic­os y ambos de Alberto Abad, el jefe de la AFIP. Uno con el Presidente, el día previo a la reunión sindical y el otro con Alfonso Prat-Gay, durante la mañana de esa reunión.

Peronista y amigo de Macri, Abad es parte del equipo encargado de compatibil­izar las reformas a Ganancias en danza. Y ni hace falta decir que detrás del proyecto final pesan instruccio­nes y objetivos políticos del Presidente: como en el gas, otra vez la relación costo-beneficio.

El delicado equilibrio que le toca a los dirigentes gremiales también se despliega sobre varios frentes simultáneo­s. Para empezar los salarios, que es igual a cuidar

la base de su poder; probableme­nte incorporán­dolos a un mix donde coexistan algún adelanto y un primer aumento con la paritaria abierta a otra suba atada a la inflación. O sea, una variante similar a las aspiracion­es de Macri.

La palabra cuidar también asoma en un segundo frente: cuidarse de no complicar la situación económica más de lo que está y de aparecer jaqueando a un gobierno que recién arranca. Viejos equilibris­tas, los dirigentes saben que allí puede haber un

bumerán.

Un tercero, claramente visible, apunta al empleo y a colar en la negociació­n salarial el mantenimie­nto de los puestos de trabajo.

Y el último atiende la caja sindical: la devolución de $ 26.000 millones o cuanto menos de una parte importante, que son de las obras sociales y que el kirchneris­mo había congelado.

Salvo este punto, es evidente que por el resto los empresario­s tienen un papel relevante, comenzando por los precios, aunque en el juego no todos los empresario­s valen lo mismo. Aquí cuenta bastante lo que el Gobierno haga y que lo que haga no suene a favor de las compañías.

El armado de comisiones integradas en principio por funcionari­os y sindicalis­tas para analizar la situación sector por sector confirma que la Casa Rosada ha archivado, por inviable, la idea del pacto social amplio. Y si al final lo hubiera tendría la forma de un broche político.

A 8.491 kilómetros de Buenos Aires, en Nueva York, el Gobierno disputa un parti-

do diferente aunque crucial para afianzar su proyecto económico: conseguir que el juez Thomas Griesa levante las trabas que le impiden al país acceder al financiami­ento internacio­nal.

No se está hablando de un puñado de dólares sino de préstamos por alrededor de US$ 25.000 millones. El número fue sacado por la consultora ACM y tiene adentro el pago de la deuda a todos los holdouts.

Con esos recursos Prat-Gay cerraría el programa fiscal y al parecer estaría cada vez más cerca del objetivo de aislar a los fondos buitre más recalcitra­ntes, lo cual implicaría un avance decisivo hacia la venia de Griesa.

De vuelta a casa, falta que el Congreso apruebe la propuesta que el secretario de Finanzas, Luis Caputo, dejó en el despacho del juez. Resulta una condición necesaria en el arreglo, como lo es lograr que el pero

nismo acompañe.

También de acá es la trepada del dólar. Explicacio­nes posibles: que el Banco Central no intervenga para no perder reservas, que le escape a la suba de las tasas de interés o que quiera evitar que su acción trasunte inquietud oficial. Una más, que prefiera cierta volatilida­d en lugar de instalar la idea de un precio fijo.

En cualquier caso, entre el primer envión y la trepada de estos días el dólar aumentó 52% desde el levantamie­nto del cepo. Y eso

va a la cuenta de las expectativ­as.

 ?? G. RODRIGEZ ADAMI ?? En medio del baile. Ministro de Energía, Juan Aranguren, con periodista­s.
G. RODRIGEZ ADAMI En medio del baile. Ministro de Energía, Juan Aranguren, con periodista­s.

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