Clarín

La vida sobre un camión, en la Costanera Sur

En la avenida España, muy cerca del puerto, estacionan de a cientos los camioneros que llegan desde provincias y países limítrofes con mercadería.

- por Daniel Gutman

Changuitos de supermerca­do oxidados, carcasas de heladera partidas, una antigua silla de oficina con el tapizado destrozado, algunos volquetes y un par de autos hechos chatarra.

Por aquí y por allá hay montañas de basura, en las que perros flacos buscan comida. Un hombre duerme sentado a la sombra, al lado de otros cuatro que comparten un tereré y conversan en voz baja, mientras en una casilla de chapa una mujer enjuaga sin apuro vasos y cubiertos. Un anciano de barba larga y ojos saltones camina arrastrand­o sus zapatos rotos; ofrece una cámara de fotos usada que en los negocios –según dice- vale arriba de 1.000 pesos y por la que él pide apenas 700. Nadie se toma el trabajo de mirarlo ni, mucho menos, de considerar la oportunida­d.

El calor del verano castiga toda la ciudad de Buenos Aires, pero parece un poco más sofocante en este rincón del sur. La razón es que hay pocos árboles, pero, sobre todo, que aquí existe la pegajosa sensación de que el tiempo pasa demasiado lento.

Estamos en la avenida España, una amplia vía de doble mano y diez carriles, en la Costanera Sur, frente a la entrada de la villa Rodrigo Bueno y de lo que alguna vez fue la Ciudad Deportiva de Boca Juniors. Aquí se había prometido levantar un estadio de fútbol para 140.000 espectador­es, que sería escenario principal del Mundial 78. El inefable presidente boquense Alberto J. Armando había anunciado la inauguraci­ón de la colosal obra para el 25 de mayo de 1975, a las 11 de la mañana, en un terreno al que hoy no se puede acceder porque está custodiado por seguridad privada.

Desde afuera sólo se ven una zanja maloliente, yuyos de la altura de una persona y los restos del estrafalar­io techo en forma de hongo, color bordó, de la ex confitería Neptuno, símbolo de la Ciudad Deportiva.

Si levantamos la vista, se recortan sobre el cielo las torres de Puerto Madero, que está aquí nomás. Sólo tres cuadras nos separan de la calle Martha Salotti y del Faena District, cuya fama se extendió hasta las capitales mundiales del diseño, como el mayor símbolo de la sofisticac­ión del barrio más nuevo y vanguardis­ta de Buenos Aires. Mucho más cerca todavía, a pocos metros, está la fuente de las Nerei- das, espléndida en la blancura de su mármol de Carrara y protegida por una valla circular de acrílico.

Justo donde está la célebre escultura de la tucumana Lola Mora comienza, hacia el centro, el paseo de Costanera Sur. Es la zona que en los últimos años supo recuperar un pedacito del esplendor con el que brillara en la primera mitad del Siglo XX — cuando miles llegaban desde toda la ciudad para bañarse en el Río de la Plata- y hoy convoca a muchísimas familias cada fin de semana.

De Las Nereidas hacia el sur, sin embargo, no se le ocurre venir a nadie que no lo necesite.

“Este es otro mundo”, se ríe Rubén, un camionero paraguayo grandote, mientras trata de partir un bloque de hielo del tamaño de una botella de un litro y medio, que acaba de comprar por cinco pesos

Rubén y Cristina llevan varios días viviendo en su camión

Son cientos los choferes de provincias argentinas o de países limítrofes que esperan viviendo junto a sus camiones en la Costanera Sur Alguien asegura que una vez contó cerca de mil camiones estacionad­os en este lugar.

cinco pesos cobran por permitir a los camioneros utilizar un baño en la villa Rodrigo Bueno, aunque la tarifa se eleva a quince si se pretende una ducha.

A la avenida España de Buenos Aires, en cambio, no llegan el Estado ni las empresas; solamente, la solidarida­d entre camioneros.

“Moyano -me cuenta José Luis, un camionero mendocino- nos había prometido que nos iba a conseguir un playón con baño, vestuarios y lugares para comer cerca de una de las terminales del puerto. Hace

años de esto”.

Cuando a los camioneros les toca ir a Brasil –me dice Rubén, el paraguayo grandote- la historia es distinta: “En los surtidores tenemos baños y restaurant­es. Por abastecer combustibl­e, te dan un vale para comer. Y vienen médicos a hacernos chequeos. Te miden el colesterol, los triglicéri­dos y te avisan si tenés que hacer algún tratamient­o”. en la villa Rodrigo Bueno. Unos metros más allá descansa su esposa, Cristina, que lo acompañó en el viaje en camión desde Asunción.

de casi 20 metros de largo y 15 toneladas de peso. Llegaron a Buenos Aires la semana pasada, con un cargamento de 30.000 kilos de bananas. Lo descargaro­n en el Mercado Central y fueron a estacionar a la avenida España. Allí los encontré, a la espera de que lo llamara algún exportador que necesitara un servicio de flete hacia el Paraguay, de manera de no volver con el camión vacío y no perder dinero. –a veces con sus familias-, hasta que aparezca una carga que les permita justificar el viaje de regreso hasta el lugar de origen. Puede tardar días o semanas.

Se cuentan historias de choferes que han vivido más de un mes sobre la avenida España, que es un gigantesco playón de unos 100 metros de ancho por 700 de largo.

Tal vez exagera, pero lo concreto es que hay días que sólo quedan dos carriles libres para el escaso tránsito de la avenida. Sólo la usan aquellos que van o vuelven de los astilleros Tandanor o de la usina eléctrica Central Costanera, en los confines de la Ciudad, casi donde el Río de la Plata se junta con la desembocad­ura del Riachuelo.

“Los cubiertos son míos, pero esto lo pone la empresa”, me explica Nelson, otro camionero paraguayo, mientras abre la caja con una cocinita, conectada a una garrafa de gas, que está debajo del acoplado del camión. “Me dan un viático de 100 pesos por día”, me informa, aunque aclara que la comida no es el único gasto de la estadía:

A principios de diciembre los paraguayos juntaron dinero para que Rubén pudiera ir en micro a Asunción y acompañara a su esposa durante un par de días -dejando su camión en la Costanera Sur- porque su primer hijo había muerto durante el parto.

En el siguiente viaje a Buenos Aires, entonces, decidió traerse en el camión a su mujer, “para que no se quede sola en su casa y le trabaje demasiado la cabeza”.

Camioneros y habitantes de la villa conviven días y noches sobre la avenida España,

pero no parecen prestarse demasiada atención. “Nosotros no nos metemos con ellos y ellos no se meten con nosotros”, resume Carlos, un camionero chileno.

La Rodrigo Bueno, en la que se hacinan sin cloacas y sin agua de red más de 1000 familias, fue excluida de todo plan de urbanizaci­ón por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, con el argumento de que el terreno pertenece a la Reserva Ecológica y de que es inhabitabl­e, por tratarse de rellenos sobre el río.

Nadie sabe qué va a pasar con esas familias

si algún día se pone en marcha el descomunal proyecto inmobiliar­io anunciado para las tierras linderas. Es que las 70 hectáreas de la ex Ciudad Deportiva de Boca fueron compradas por el gigante de la construcci­ón IRSA, que difundió un plan para invertir 1.000 millones de dólares en lo que se perfila como una especie de nue

vo Puerto Madero: un barrio con to-

Por aquí y por allá hay montañas de basura, en las que perros flacos buscan comida. Un hombre duerme sentado a la sombra De Las Nereidas hacia el Sur, no se le ocurre venir a nadie. “Este es otro mundo”, se ríe Rubén, un camionero paraguayo grandote

rres, centros comerciale­s, hoteles y acceso directo de embarcacio­nes al río. Los camioneros de la avenida España no conocen esta iniciativa y, si alguien se las cuenta, ellos apenas se sonríen, como si fuera un chiste sin demasiada gracia.

Tapado por la multitud de camiones, y al fondo de la avenida, está el monumento a “la España fecunda, civilizado­ra eterna”, un imponente conjunto escultóric­o que evoca la conquista y la colonizaci­ón. Tenía -cuando la obra se inauguró, en 1936- 29 figuras de la historia hispanoame­ricana esculpidas en bronce, sobre una base de granito rojo. A algunas de ellas les faltan la cabeza o los brazos y otras directamen­te fueron arrancadas de cuajo, como Cristóbal Colón y la reina Isabel la Católica. No se conocen, sin embargo, planes para restaurar este monumento, homenaje de la Nación Argentina a España. Como si alguien hubiera decidido excluir del mapa de Buenos Aires a este rincón del sur.

 ?? EMILIANA MIGUELEZ ?? En este rincón del sur. Los camioneros llegan, a veces, hasta con su familia. Pueden quedarse días o semanas.
EMILIANA MIGUELEZ En este rincón del sur. Los camioneros llegan, a veces, hasta con su familia. Pueden quedarse días o semanas.

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