Clarín

San Valentín, esplendor de los enamorados

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Para alumbrar un mundo en el que a veces parecieran claudicar el amor y la comprensió­n, llega hoy el Día de los Enamorados y amanece con el esplendor de su mágico arco iris. Este día que exhibe todos los colores imaginable­s, vive en mí desde una mañana de noviembre de 1946, cuando vi por vez primera a quien es y será el amor de mi vida. Nuestros destinos se cruzaron para unirse, mientras la primavera lucía su ropaje de pétalos iluminados por el sol del cielo celeste de Parque Chas.

En aquel barrio de casas bajas y jardines plagados de flores, entre el verde de sus calles supe escuchar un concierto de trinos interpreta­do por los pájaros en su vuelo matinal, como saludo reverente a quien sería mi reina. Así recuerdo aquel escenario grabado en mi mente hasta el fin de los tiempos.

Hoy me trae de nuevo la imagen de aquella belleza inigualabl­e, que sería la visión de todos mis paisajes. Vuelve con su halo de ternura el amor caminando de mi brazo, en el crujir de hojas doradas que se resisten al adiós del otoño que se ha ido. Escucho otra vez el rumor de aquella voz que se hizo melodía en mis oídos y la veo como ayer, danzarina entre tules, que llega a mis tardes para alargar el día que huye de las sombras. Cuánta dulzura en sus gestos y en los míos, miradas que se encienden a toda hora en un festival de luces. En cada despertar, se repetía el día del arco iris.

Era nuestro tiempo y por voluntad del Señor, ante su vergüenza de novia y mi emoción de enamorado, le prometí amor eterno un Día de los Enamorados, hace hoy 68 años. Días más tarde, después del primer beso, todas sus sonrisas y sus lágrimas fueron mías, culminando ese romance que siempre parece comenzar ... porque todavía a cada instante siento que debo conquistar­la. Y por fin un día vino a mí por el largo camino entre la puerta de la Iglesia y el altar, para que Dios consagrara ese amor que arde en mí como una llama constante.

Nunca pude saber si mi respiració­n o los latidos que me dan la vida me pertenecen o son los de ella. Ahora mi Amor está junto al Señor y si al llamarla a su lado me ha dejado la nada de un abrazo vacío, me quedan la fragancia permanente de su piel perfumando la mía y el aura de su presencia reinando en mi corazón que parece detenerse con ansiedad en el suspiro de la espera. La oscuridad de mis penas se rinde al brillo deslumbran­te de su amor y mi amada me sigue acompañand­o, siempre tomada de mi brazo, como en los años de esplendor del Amor y su arco iris. En la veneración de su recuerdo, mis felicitaci­ones a quienes viven la gloria de estar juntos en el Día de los Enamorados.

Lic. Víctor La Pietra

lapietrav-@hotmail.com

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