Clarín

A cuatro décadas del golpe, Isabel Perón es un tabú de nuestra historia

La biógrafa sostiene que Isabel impuso su lugar en el 73, pero que reconoció tarde su ineptitud para gobernar.

- Héctor Pavón hpavon@clarin.com

¿En qué lugar de la Historia quedará María Estela Martínez de Perón? Ni siquiera era llamada por su nombre, sino como “Isabelita”. La investigad­ora María Sáenz Quesada tiene una primera respuesta ahora que reeditó su biografía -con título renovado: La primera presidente. Isabel Perón. Una mujer en la tormenta. “Por empezar, no tiene un lugar en la galería de bustos de la Casa de Gobierno ... Y es parte de esta historia nuestra del siglo XX. Está el busto de Cámpora; de allí se pasa a Alfonsín, y de él, al busto de Néstor Kirchner. Hay grandes ausencias. Y la de Isabel es una muy importante”.

–¿Por qué esa ausencia? –Es una negación. La gente no quiere hacerse cargo de su presidenci­a. Fue votada –junto con su marido en la fórmula PerónPerón en 1973– por el 61,85 por ciento de la población. Pero es un capítulo que no quiere ser recordado porque se lo asocia con mucho dolor, fracaso, ridículo. Y hay mucho machismo en la visión del tema.

Isabel, ese fantasma que vive – aún– en Madrid, reaparece justo cuando se están por cumplir 40 años del golpe de 1976, de cuya precuela la viuda de Perón fue protagonis­ta. En 1973 integró la fórmula presidenci­al PerónPerón y la muerte del presidente en julio de 1974 la llevó al cargo más importante del país sin tener formación alguna ni capacidad para afrontar un país con una mecha corta ya encendida. Su estrechísi­ma relación con el “brujo” José López Rega, su ministro de Bienestar Social, la había puesto automática­mente en sintonía con la ultraderec­ha armada de nombre aún hoy temible: la Triple A. –¿Hay algún documento o testimonio concluyent­e que vincule a Isabel con esa organizaci­ón? –Directamen­te, no. En una reunión en Casa de Gobierno, tras la muerte de Perón, le mostraron fotografía­s de ciertas personas buscadas e Isabel dijo: “¡Mátenlos!” Ése es un testimonio presentado ante la Justicia española, pero el Juez Baltasar Garzón lo descartó porque para un juicio se reclaman pruebas concretas. –¿Es Isabel misma la que avala la represión ilegal, o es la mujer hablada por López Rega quien firma el decreto 261 ordenando “neutraliza­r y/o aniquilar el accionar subversivo”? –Ese decreto, más que López Rega, lo piden las Fuerzas Armadas. De ninguna manera ella imagina la complicaci­ón en la que se está metiendo, su responsabi­lidad histórica. Pero le parece natural porque ya Perón ha anunciado en discursos anteriores que hay que aniquilar a esas fuerzas subversiva­s. Isabel ignoraba la división de poderes, la función de la Justicia; eso no formaba parte de su formación política. –Hay una caracteriz­ación certera en el libro de la Isabel de los años 50: “una joven sin juventud” ...

–Sí, Hipólito “Tuco” Paz (canci- ller de Perón) la describe así en sus memorias. En Panamá la veían como muy bonita pero el entorno de Perón no la quería nada. Era una joven un poco agrandada. Bailaba, hacía gimnasia, dietas; en fin, una mujer coqueta. –¿Qué hay de los rumores de que fue espía de la dictadura del 55? –Creo que fue informante. Cuando va a Panamá y conoce a Perón, vive en un país que era casi una base estadounid­ense. Allí viajan espías enviados por la dictadura de la Revolución Libertador­a, cuyos documentos consulté en el archivo del almirante Rojas, y dicen que ellos conversaro­n con unas chicas del cabaret que visitaron a Perón. Rápidament­e Isabel se pasó al bando de Perón y fue leal en momentos muy difíciles. En 1965 vino a la Argentina como enviada para ver qué pasaba con Augusto Vandor. Era una misión complicada. –¿Y se forma políticame­nte? ¿Es lectora? –Se forma muy modestamen­te en la trastienda doméstica. Una vez que llega a Madrid y se casa con Perón, encuentra un lugar en Puerta de Hierro. Por allí pasan los más fervorosos peronistas. De manera que es una formación muy relativa. Ella hizo alarde en un principio de que esos años que había pasado junto a Perón no los había pasado mirando figurines. Pero cuando la situación se puso muy difícil en la Argentina, reconoció que no tenía formación para afrontarla. Nadie la tenía. –En 1973 se planta y se postula a candidata a vicepresid­ente. –Sí. Cuando regresa Perón a la Argentina y se encuentra con

que Cámpora, que era una figura de transición, no está realizando lo que él desea, es decir, una vuelta al peronismo tradiciona­l. Entonces se plantea armar la nueva fórmula presidenci­al. Las posibilida­des son que Perón fuera acompañado por Juan M. Abal Medina; por Ricardo Balbín; Antonio Cafiero … Pero Isabel, según la versión de Jorge Taiana, le dice a Perón que ella le va a ser más leal que nadie. Y Perón finalmente acepta. –Aunque la considerar­an una tonta, logró elaborar una estrategia que la llevó a ser Presidente. –Para su proyecto y dentro de su capacidad, tuvo la inteligenc­ia de manejar bien sus elementos. En algún momento de la presidenci­a –me lo decía su secretaria privada–, sintió que no estaba preparada. Recién lo advirtió después del Rodrigazo, la salida de López Rega del poder, entre julio de 1975 y su derrocamie­nto, en marzo de 1976. Llegó a estar muy enferma, anoréxica; se la veía demacrada y decaída. –Perón muere, asume Isabel. Aparece un frecuente visitante de Olivos, Emilio Eduardo Massera. –Massera era un gran seductor. Yo conversé con mujeres vinculadas a esta etapa, como la secretaria privada de Isabel, Dolores Ayerbe, y veía que Massera tenía una imagen, entre ellas, de un protector, de un hombre galante que les daba seguridad. Inclusive Isabel creyó que la Junta Militar la iba a fusilar, y que si eso no ocurrió fue gracias a Massera. En verdad, la Junta tenía un compromiso con el Nuncio papal y con la Iglesia de que no se le iba a hacer daño. En 1983 Massera viaja a Madrid y se teme que llegue a haber un acompañami­ento del peronismo isabelino a la candidatur­a de Massera … Eso se quiebra cuando Massera es detenido por la represión ilegal. –A cuatro décadas del golpe de 1976, ¿qué responsabi­lidad le adjudica a Isabel en esa tragedia? –La mayor responsabi­lidad es haberse creído apta para un cargo para el cual no estaba capacitada. Ella fue uno de los actores pero no el principal. Entre los militares por un lado, Montoneros por otro, la inoperanci­a de la clase política, el sector del peronismo que decía “no pueden tocar a la Señora”, la situación era complejísi­ma. Pero si le hubieran hecho un juicio político, la hubieran presionado seriamente para renunciar; tal vez eso habría suavizado la situación y el golpe no habría tenido las caracterís­ticas tan feroces que tuvo. Su responsabi­lidad fue el haberse sentido capaz. Eso es muy grave. Y que su propio marido la considerar­a capaz es muy serio. Isabel, una vez presidente, tuvo un papel muy triste, no contribuyó a mejorar nada, sino a empeorarlo.

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FERNANDO DE LA ORDEN. La biógrafa. Isabel ignoraba la división de poderes, dice Sáenz Quesada.
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Velorio. Isabel con López Rega despidiend­o a Perón.
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Antesala. Con Videla y Massera antes del golpe.

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