Clarín

“EL BUJIAZO” Los secretos de la nueva modalidad de los ladrones colombiano­s

Se juntan en garages del centro. Marcan a las víctimas que salen de bancos y financiera­s y las siguen. Hasta que les rompen un vidrio del auto y les roban el botín.

- Nahuel Gallotta policiales@clarin.com

En uno de los patios de visitas de la cárcel de Marcos Paz, Santiago comienza la charla hablando de delitos que se “calientan” y delitos que se “enfrían”. Tiene más de cuarenta años y es del sur de Bogotá, Colombia. Durante el encuentro, ofrece café de su tierra, que saca de una bolsa blanca de supermerca­do, y canela. Más tarde revelará que es un experto en la nueva modalidad que practican aquí sus compatriot­as: “El bujiazo”.

El primer delito en “calentarse”, según cuenta, fue el robo de casas y departamen­tos vacíos, algo muy común entre 2010 y 2013. Después, su banda y muchas de las que actúan en Argentina se pasaron a “El pinche”, como se le dice en la jerga de su país: seguir a una víctima, hacerle un tajo en una cubierta del auto y, cuando frena por la pinchadura, robarle el maletín o el botín que los motivó a seguirlo, sin lastimar a la víctima y sin que se entere de que fue asaltada.

En octubre de 2014, “El pinche” tuvo su máxima “calentura”: un grupo de colombiano­s bajó de un auto y se acercó al del fiscal federal Carlos Stornelli, en la Costanera. Cuando su custodio los vio, hubo tiros. Todos los medios cubrieron la noticia y la sociedad supo de esta modalidad (ver Una sucesión...).

Desde ese día, la gran mayoría de las bandas de ladrones colombiano­s se cambiaron de modalidad: algunos volvieron al robo de departamen­tos (en su jerga, son “Apartament­eros Internacio­nales”) y otros a “El bujiazo”, el delito más “caliente” del momento, cuyo nombre se debe a que rompen un vidrio del coche de la víctima con una bujía.

El hecho más violento ocurrió en noviembre pasado, cuando Edwin Fernando Ortiz Ochoa (29) murió por el disparo del custodio de una empresa al que quiso asaltar. Había manoteado un bolso de una camioneta, después de romper uno de sus cristales, en Palermo. Según fuentes de la investigac­ión, la camioneta había sido “marcada” en la zona bancaria del centro.

“Ellos ( por los colombiano­s) marcan a víctimas que salen de financiera­s y bancos de la zona del centro y los siguen. Cuando se alejan les rompen un vidrio y les quitan maletines o mochilas. El cambio se ha notado mucho: antes se denunciaba­n casos de ‘pincha ruedas’ y ahora, de ‘rompe vidrios’”, le confían a Clarín desde una Fiscalía porteña que investiga varios de estos casos.

En junio pasado, una investigac­ión del juez Manuel de Campo comprobó la zona de “trabajo” de una banda de colombiano­s. Según escuchas, a la avenida 9 de Julio le decían “La Grande”; a Córdoba, “Coco”; y a Leandro N. Alem, “Camiones”. De los detenidos, muchos tenían antecedent­es como “Apartament­eros” y “pincha ruedas”.

Las bandas de colombiano­s, por lo general, para cometer “bujiazos” se esconden y parten desde distintos garages. Se mudan según las “calenturas”. Y en este caso, “calenturas” son allanamien­tos. Según pudo reconstrui­r Clarín, durante el pasado año al menos dos estacionam­ientos fueron allanados por la Policía Federal por estos casos. Muchas veces, marcan a las víctimas con largavista­s, sabiendo los edificios donde funcionan financiera­s y casas de cambio. El delito, como todas las modalidade­s que hacen los colombiano­s en Argentina, se practica en distintas ciudades del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, “marcaban” a los joyeros que se movían por zonas de joyerías (ver Una costumbre...).

Santiago –su nombre es ficticio– habla sobre una mesa con mantel a rayas. Trajo el equipo de mate que le pidió prestado a un compañero y toma como si fuese un argentino. “Los primeros colombiano­s en llegar a Buenos Aires lo hicieron por casualidad”, recuerda. Según su testimonio, aterrizaba­n en la ciudad para tomar, a los pocos días, vuelos a Malasia, Japón, Hong Kong o Tailandia, los destinos preferidos de las bandas.

“Buenos Aires comenzó siendo ‘una escala’”, retoma Santiago. En Argentina, como en cada “escala”, primero robaron para hacer los “viáticos”: el dinero con el que se moverían en el destino final. “Pero mis paisanos se sorprendie­ron. No podían creer que en una casa fuera posible encontrars­e los ahorros de toda la vida de una familia”, cuenta Santiago. Los rumores llegaron a Bogotá. Eran “la plata está en Buenos Aires” y “los argentinos guardan su dinero en el colchón”.

Eso fue a comienzos de 2009. Con el rumor instalado, las “viejas guardias” (colombiano­s con expe-

riencia en robos en Asia, Europa, Estados Unidos y México) se trasladaro­n a Buenos Aires. Vivieron en

hoteles familiares de pago diario y en departamen­tos amueblados. Muchos se terminaría­n instalando: traerían a sus hijos y los anotarían en escuelas. En esos hoteles y departamen­tos, contrataba­n niñeras para que los cuidaran mientras ellos robaban, y hasta les pagaban a profesoras particular­es. Otros, los más experiment­os, compraron casas y montaron comercios. No robaban en Buenos Aires, pero la habían elegido por la comodidad que no les daba Colombia. No dejaron el gremio: desde aquí, partían a robar a convencion­es de joyeros de distintas partes del mundo. Luego volvían a Argentina. También hubo “Internacio­nales” que llegaron y se quedaron para tomarse “años sabáticos”.

“La plata estaba muy fácil, parce,

y nadie lo buscaba a uno cuando se

le vencía la visa de turista”, asegura Santiago. “En Argentina, el policía es como un ladrón más: un ladrón con uniforme. Eso hizo que todo fuera más suave, y comenzaron a venir todos”.

“Todos”, en el ambiente “Internacio­nal”, incluye a los jóvenes y menos experiment­ados. Muchos de ellos hicieron de Buenos Aires su primer destino.

Desde un pabellón de una cárcel del Distrito Federal de México, otro “Internacio­nal” que robó en Argentina le escribe a Clarín con un celular y por mensaje privado de Facebook: “Las nuevas generacion­es de ‘Internacio­nales’ que empezaron a viajar de 2010 en adelante han dañado y ‘calentado’ varios países con su violencia y han hecho que ser ‘Inter’ ya no sea un arte como antes lo era, sino que han hecho que todo esto esté ‘caliente’”.

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Un ladrón colombiano que practicaba “El bujiazo” terminó muerto, baleado por un custodio en Palermo.
Letal. Un ladrón colombiano que practicaba “El bujiazo” terminó muerto, baleado por un custodio en Palermo.

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