El encantador de lectores: Tom Wolfe hoy cumple 85 años
En los 60 propuso escribir notas con las técnicas de la literatura y lo hizo con maestría. Sus ideas están vigentes hoy.
En el verano boreal de 1962, los trajes blancos se pusieron de moda en Richmond, la capital del estado de Virginia, en Estados Unidos. Tom Wolfe ya vivía en Nueva York pero esa nueva tendencia en su ciudad natal lo atrajo. Adoptó el traje blanco como una marca personal y seguramente así se vestirá hoy, que cumple 85 años. Pero aunque esa es una de sus señas particulares, no se trata de la más importante: los años 60 y el fenómeno que él mismo llamaría “nuevo periodismo” convirtieron a Wolfe en protagonista de la no ficción estadounidense. Su paso a la novela en 1987, con La hoguera de las vanidades, multiplicó su fama.
“Era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas propias de la novela y el cuento”, escribe Wolfe en El nuevo periodismo, de 1973. Era, decía, “el descubrimiento de que se podía recurrir a cualquier artificio literario y emplear muchos géneros diferentes simultáneamente”. El autor postulaba que la novela no había estado a la altura de los agitados años 60 y que entonces los periodistas se habían ocupado de mirar (y narrar) lo que estaba pasando. Cada uno a su manera, Truman Capote, Gay Talese, Norman Mailer y Hunter Thompson -como por acá Rodolfo Walsh- explotaban esa nueva arista del periodismo. Wolfe publicaba sus artículos en The Washington Post, Esquire y New York Herald Tribune. Uno de sus artículos más recordados cuenta cómo el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein ofreció una fiesta “con bocaditos de roquefort” en un dúplex millonario de Manhattan a miembros de las Panteras Negras, una organización política liderada por afroamericanos que proponía una revolución socialista.
Ese estilo también se reflejó en sus libros: en Ponche de ácido lisérgico acompañó viajes -de los que se cuentan en kilómetros y de los que se inyectan o se derriten en la lengua- de un grupo de hippies. Sin embargo, a pesar de su histrionismo y de ser un hábil generador de títulos periodísticos, en una entrevista de 2014 Wolfe sostuvo que “el abuso de la primera persona del singular” es una de las fallas más recurrentes del (ya no tan) “nuevo periodismo”. “A menos que seas parte de la trama, creo que es un error”, dijo.
Según Wolfe, John Steinbeck, Charles Dickens y Emile Zola fueron influencias para proponerse “mostrar la sociedad contemporánea de manera realista”. Eso también se cuela en sus novelas: La hoguera de las vanidades, que vendió tres millones de ejemplares en Estados Unidos, retrató el mundo competitivo y desenfrenado de las finanzas neoyorquinas de los 80. Y más acá, en 2012, su novela Bloody
Miami cuenta la presencia cubana en esa ciudad, incluso a través de un angloparlante que se siente extranjero en su país.
“El periodismo narrativo aún tiene muchos elementos del manual de Tom Wolfe y sus compañeros de ruta. El uso de diálogos realistas, la construcción de personajes, el desarrollo de una historia tomando como unidad de sentido ya no el dato duro sino la escena... La pregunta no es si Wolfe envejeció o no: la duda es si los periodistas somos capaces de hacerlo envejecer un poco, renovando el estilo”, dice la periodista Josefina Licitra, autora del libro El agua mala.
Leila Guerriero, autora de libros periodísticos como Los suicidas del fin del mundo, opina: “Todas las discusiones que Wolfe planteó en ese momento -la pertinencia de escribir un monólogo interior o de reconstruir escenas de las que uno no fue testigo en un texto periodístico- están vigentes hoy y, creo, sospecho, lamento, no han sido en absoluto superadas”.
Silvina Heguy, periodista de Clarín y autora de 132.000 volts. El caso Ezpeleta sostiene: “Una de las lecciones más vigentes del padre ya viejo del ‘nuevo periodismo’ es aquella que indica que la imaginación de cualquier periodista no puede con la realidad. Es una trompada directa a la pereza, siempre ¡siempre! la mejor historia es a la que un cronista va (con traje blanco o lo que nos luzca mejor) para presentarse con honestidad ante el entrevistado”.
“Uno tiene una sola oportunidad: la gente levanta el diario del piso, en la puerta de su casa, mira una nota y lo tira. Empecé a elaborar estrategias para que el lector no me abandonara”, señaló Wolfe. Su especialidad fue apelar a artilugios narrativos para que nadie se moviera de su texto. Para, como los trajes blancos, no pasar de moda.
Cuando critican mis novelas por ser muy periodísticas, digo que no lo son lo suficiente. Es un cumplido, aunque pocos escritores lo crean”. Una de las cosas buenas del periodismo es que te fuerza a hacer cosas atípicas pero a la vez te obliga a mantenerte cuerdo”.