Clarín

El éxodo de Montañita: se fue el 70% de la gente tras el doble crimen

Es lo que estiman los operadores turísticos. El pueblo está desolado y casi no hay viajeros. Sólo se ven policías.

- MONTAÑITA. ENVIADA ESPECIAL Gisele Sousa Días gsousa@clarin.com

Dicen los taxistas del pueblo que el domingo pasado, apenas se corrió la voz de que habían encontrado muertas a las dos argentinas desapareci­das, muchos turistas cargaron sus mochilas, rígidas como totems, y empezaron a irse. Que se los podía ver partir, en una suerte de éxodo inimaginab­le, hacia “la estación de buses”. Tanto que si uno iba, al día siguiente, a comprar un pasaje a la terminal la respuesta era una sola: todos los pasajes para salir de Motañita estaban vendidos. Lo que pasó con Marina Menegazzo y María José Coni podría haber pasado en cualquier lado, como pasó con Lola Chomnalez en Valizas o con Angeles Rawson en Palermo pero, ésta vez, algo de la responsabi­lidad se transfirió al lugar: después del doble homicidio de las argentinas, se fueron siete de cada 10 turistas.

La estimación la dicen, en off the record, miembros de la Asociación de actores turísticos en Montañita (ATM). Al mismo tiempo, desde la Federación Nacional de Cámaras Provincial­es de Turismo (Fenacaptur) creen que el asesinato de las chicas supone un daño no sólo para Ecuador sino “para el destino Latinoamér­ica” en su conjunto, porque muchos viajes incluyen rutas por varios países (como fue el caso de las mendocinas que, antes de venir a Montañita, pasaron por Perú). Lo cierto es que, lo que las entidades reflejan en números se ve en las callecitas del pueblo. “No sé, ¿qué hacemos? Pienso que hay que abrir igual y ver qué pasa”, le decía el viernes el dueño de una pizzería al dueño del local de al lado. Es que entre los tres días de luto que se decretaron y el éxodo, muchos locales directamen­te no abrieron sus puertas.

Que las mismas zonas que a esta altura del año solían estar repletas estén ahora semi vacías tuvo también que ver con un comunicado de EE. UU. (que hizo indignar a los ecuatorian­os): “A la luz de recientes informacio­nes sobre robo y asesinato de dos turistas extranjera­s en Montañita, una playa popular, la Embajada de EE. UU. en Quito y el Consulado en Guayaquil quisieran recordar a los ciudadanos estadounid­enses la amenaza crítica de delincuenc­ia presente en Ecuador”. Dice, además, que “la amenaza del crimen callejero es mayor en zonas turísticas”.

“¿Ellos, que tienen un pistolero cometiendo una masacre por semana en escuelas dicen que Ecuador es peligroso?”, repetían en la televisión y en la calle. Para devolver la sensación de seguridad, entonces, el gobierno envió una treintena de policías a Montañita. Y fue así que un pueblo conocido justamente porque la policía “no molestaba” cambió, al menos por ahora, su esencia. Con tanta policía, se sumaron al éxodo hasta los vendedores ilegales callejeros. Los recién llegados son agentes de la policía judicial, de migracione­s y antidrogas. Al menos para las cámaras, su misión es combatir algo que sucede apenas uno se sienta en la arena: “¿Happy Brownies, señora? ¿Coca, éxtasis, ácido, marihuana?”. Nada de ésto parece tener que ver con lo que les pasó a las mendocinas, pero los hoteleros que veían a Montañita como “una bomba de tiempo” lo celebran.

¿En qué se reconverti­rá el lugar? Cuestión de tiempo. Dicen que en un país considerad­o por los mismos ecuatorian­os como machista y conservado­r, Montañita era la excepción. Que si en Ecuador los domingos está restringid­a la venta de alcohol –lo consideran el día en que ocurren más muertes violentas, como femicidios–, acá se podía comprar donde sea. Ahora, sin embargo, entre los jóvenes que venden artesanías o hacen malabares, hay uniformes y botas. Tal vez no falte demasiado para que la intervenci­ón policial se vaya y todo vuelva a su rutina. Por lo pronto, el altar que habían hecho, con hojas, fibras y flores, en homenaje a las chicas se mojó con la lluvia, y ya no existe.

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Un patrullaje, ayer. Antes del crimen, no se veía policía.
Seguridad. Un patrullaje, ayer. Antes del crimen, no se veía policía.
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