Clarín

Argentina goleó y Messi espera

Fue 3-0 a Bolivia. Lo liquidó en el primer tiempo. Messi entró en el segundo, pero no marcó y sigue a un tanto de los 54 de Batistuta, goleador histórico de la Selección.

- SEATTLE, ESTADOS UNIDOS. ENVIADO ESPECIAL Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

Para que vuele a la memoria este partido y allí se instale para siempre, hace falta que se haga realidad lo que desean esos 45 mil espectador­es que no son suficiente­s para llenar el Century Link, aquí en el noroeste estadounid­ense. “Messi, Messi, Messi”, gritan como gritaban pidiéndolo en el primer tiempo. Lo tienen en cancha desde el principio del segundo y esperan “el” momento, pero...

Hay un tiro libre que a ese 10 fenómeno de la pelota se le va apenas desviado, pegadito a un ángulo. Hay un segundo árbitro asistente que levanta la bandera y le cobra off side cuando queda mano a mano, pero Leo igual al arquero le tira un caño que se celebra. Hay once bolivianos que quieren lo mismo que la mayoría y se encierran en su área. Hay un tal Jashmani Campos que lo golpea desde atrás y tanto lo enoja que lo empuja a ponérsele cara a cara, en un episodio que también se goza. Messi quiere igualar a Batistuta y patea rápido esa falta desde lejos para sorprender, pero no acierta por centímetro­s...

No puede ser. Se van los minutos. Falta esa razón para que este partido no se olvide jamás. Minuto 90. ¿Por qué sólo dos de tiempo adicional? Leo ríe al observar el cartel... No hay caso. Final justo cuando la redonda va para Messi. El termina con ella en sus manos, pero sin récord. No igualó a Batistuta. Una pena.

Messi, como se esperaba, sumó ritmo, pero le faltó gol en un desarrollo que Argentina ya ganaba 3-0. Se movió detrás del “9” que fue Agüero en ese segundo tiempo. Exhibió ganas, alguna que otra perla, alguna pisada. Faltó en esa porción final ingenio colectivo para elaborar y romper un cerco boliviano dispuesto para evitar un papelón colosal.

Sucedió en un partido vacío de suspenso. Tal como se suponía, Argentina se clasificó primera en su grupo. Lo cerró con absoluta comodidad. Impuso la diferencia de jerarquía individual desde el mismo nacimiento de la historia y resolvió todo antes del primer cuarto de hora sacando dos goles de ventaja. Lo abrió con un toque de azar en ese tiro libre de Lamela que rozó en Duk y desacomodó a Lampe. Pegó el segundo golpe con una dulce construcci­ón colectiva, gestada en la izquierda con Lamela, continuada por el medio con Agüero, seguida por la derecha con el centro atrás de Roncaglia y cerrada por Lavezzi, aprovechan­do el rebote en el arquero tras el cabezazo de Higuaín.

Resultó el plan de Martino para cuidar lesionados y amonestado­s. Con Banega como conductor partiendo como doble 5 a un costado de Kranevitte­r, la Selección redon- deó sus mejores momentos en el primer tiempo, tal como había ocurrido con Panamá a partir del ingreso de Messi. Con el ex Boca y flamante refuerzo del Inter arrancando desde ahí, el equipo gana fluidez. ¿Lo sostendrá el Tata en cuartos, contra Venezuela? Se verá. Eso forma parte del futuro inmediato. Con Bolivia, en definitiva, entre Banega y Lamela supieron elaborar. Así, en ese período y consideran­do la similitud con un entrenamie­nto, Argentina ostentó el 81 % de posesión.

Hubiera sido aún más positivo si Agüero, retrasado, detrás de Higuaín, se transforma­ba en cómplice de los medios y regulaba algo más su velocidad. Además, entre el Kun y el Pipa no conectaron en ninguna acción determinan­te.

Vino bien, además, para que Lavezzi se reconfirma­ra como una interesant­e opción. Clave en los choques más calientes de Elminatori­as sin Messi, esta vez con muchas menos exigencias enfrente, de nuevo el Pocho se mostró eléctrico, desequilib­rante. Supo generar infraccion­es y participó en los tres primeros goles, en el segundo como autor. Hubo un grito de Cuesta. Pudo Biglia sumar 45 minutos tras el desgarro curado a velocidad de Fórmula 1.

Sólo faltó el grito de Messi para que nadie de este partido pudiera olvidarse. Había pegado tres ante Panamá en media hora, pero no pudo gozar uno contra Bolivia en 45 minutos. No importa, al cabo. Tarde o temprano llegará. Tal vez el destino decidió guardarlo para un acontecimi­ento más trascenden­te. Y es lógico: el momento en el que se Messi se transforme en el máximo goleador histórico de la Selección merece una instancia superior. Muy pronto será.

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EL TERCERO. FUE DE CUESTA Y LO FESTEJA CON LAVEZZI.
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