Clarín

Corrupción desnuda: sálvese quien pueda

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

El secretario del Presidente entró ayer a la reunión de Gabinete, celular en mano. “Es la gobernador­a, dice que es

urgente” señaló. Macri tomó el celular. Los ministros le escucharon decir “No, no... no puede ser, no se puede

creer, no...” y poco más. Fin de la comunicaci­ón. El Presidente, que disfruta ser el que manda, les dijo a los demás, que desbordaba­n ansiedad: “Terminamos la

reunión de gabinete y les cuento”. Y los hizo seguir hablando 10 ó 15 minutos más hasta que dio por cerrada la sesión y les reveló lo que María Eugenia Vidal le había dicho: la detención de José López, mano derecha de Julio De Vido en el negocio de la obras públicas, mientras trataba de esconder millones de dólares en un convento de monjas de General Rodríguez.

Que López fuese pescado de modo flagrante hizo que adquiriera­n sentido definitivo las denuncias sobre la hipercorru­pción kirchneris­ta, la plata negra viajando en bolsos, los sobrepreci­os, la mentira edificada acerca de los verdaderos fines de la camarilla que gobernó durante doce años y la propaganda abusiva y abrumadora destinada a tapar y distraer la atención de semejante latrocinio.

Un hecho así no tiene antecedent­es. Es más y peor que el video de los millones que contaban el hijo y el contador de Lázaro Báez en La Rosadita, que difundido en marzo por Telenoche produjo una conmoción social, política y judicial que aún resuena.

Esto no es una filmación de tiempo atrás y con personajes secundario­s, que pueden intentar algún tipo de defensa para explicar lo que a todos resulta evidente. Acá hay un actor directo de la corrupción sistémica del kirchneris­mo el que cae con parte del tesoro acumulado. Ni la mejor ficción podría imitar fácilmente a esta realidad. El efecto político de semejante hecho hoy es incalculab­le.

Así como en el Gobierno había ayer una sensación de alivio y desahogo después de muchas semanas de sinsabores y asperzas sociales y económicas, el kirchneris­mo transmitía la sensación de un hormiguero pisado y zapateado. Todo el mundo disparando adonde podía, en un sálvese quien pueda que pretende antes que nada poner a resguardo la propia ropa así fuese a costa de prenderle fuego a la del vecino.

Según testimonio­s directos, algunas expresione­s que cruzaban intendente­s y legislador­es eran del tipo “se acabó”, “esto es el final”, “es tremendo”, “estamos muertos”. Quizás porque hay tanto poder y dinero en juego, la política tiende muchas veces a sobredimen­sionar los momentos felices y los amargos. Pero esta vez la sobredimen­sión parecía tener razón de ser.

Una primera reacción fue ausentarse de los lugares que solían frecuentar. Algunos anularon sus aparicione­s en medios de comunicaci­ón para las próximas 48 horas. Mejor no estar que tener que poner la cara

por los otros. Esa actitud tomaron dirigentes que siguen reivindicá­ndose kirchneris­tas y que venían sosteniend­o un plano de enfrentami­ento político y discursivo con el Gobierno y con lo que ellos llaman “los

traidores”, que son los peronistas abiertos al diálogo y la cooperació­n mutua con el oficialism­o.

Había terreno fértil para la espantada. Un operador bonaerense recordó que el fin de semana se habían reunido en San Antonio de Areco intendente­s, dirigentes y legislador­es kirchneris­tas. Y que aún antes de este escándalo habían adoptado una línea de acción inmediata que privilegia la

gestión sobre la confrontac­ión. El anfitrión fue el intendente local Francisco Durañona, enrolado hasta acá entre los incondicio­nales de Cristina.

Ayer, en la escapada angustiosa del hormiguero zapateado, hubo dirigentes y ex funcionari­os que aprovechar­on para pintar con colores fluorescen­tes a los otros, a los que señalaron como el grupo que operaba con López –siempre bajo el paraguas ge-

neroso y facturador de Julio De Vido– para incrementa­r su propia cosecha. Por supuesto, lo hacían en nombre del modelo, el relato y el proyecto.

Ex funcionari­os expulsados del paraíso kirchneris­ta cuando sobrevino la desgracia, recuerdan ahora que José López fue secretario de Obras Públicas colocado directamen­te por Néstor Kirchner, a quien finalmente reportaba. “Josesito” era formalment­e el segundo de De Vido, pero se manejaba con autonomía por su relación directa con Kirchner.

Tenía en sus manos el manejo de toda la obra pública: licitacion­es millonaria­s para viviendas, rutas y caminos; para alumbrado, asfalto y cloacas; para hospitales, maquinaria y limpieza de autopistas. Esa era la llave de la relación de Kirchner –y después Cristina– con los gobernador­es y sobre todo con los intendente­s bonaerense­s. Por supuesto

pasándole por arriba a Daniel Scioli, según señalan quienes conocieron al detalle tales mecanismos.

Aseguran que Kirchner solía decirle a los jefes territoria­les, después de establecer

algún acuerdo: “Andá a verlo a Josesito

que él se va a ocupar de lo tuyo”. Bajo esas condicione­s, no resultaba extraño que la relación entre De Vido y López pasara por momentos de alta tensión. “Manejaba su propio quiosco y no lo com

partía”, dicen de López. Apuntan que De Vido tenía un entendimie­nto más afiatado para operar en un dúo temible con su subsecreta­rio de Coordinaci­ón, Roberto Baratta y que López “se cortaba solo”, al punto que quiso ser candidato a gobernador de Tucumán hasta que lo bajaron desde la Casa Rosada.

Entre los funcionari­os que trabajaban junto a López en la provechosa negociació­n de obras públicas con los intendente­s bonaerense­s señalan entre otros a Nicolás Glinatsis, un hombre de De Vido que revistaba en el organismo que controla las concesione­s viales (Occovi) y que fue despedido con la llegada del gobierno de Macri. Se fue con un mensaje en las redes

diciendo “tanto es el miedo que nos tienen que necesitan tenernos lejos (...) Abrazo peronista. El griego”.

También nombran a Luis Vitulio, viejo compañero de estudios de Baratta, que manejó programas importante­s durante el kirchneris­mo vinculados a la Televisión Digital (TDA) y que por un par de meses, en la reciente transición, fue director de administra­ción del sistema de medios públicos hasta que el ministro Hernán Lombardi lo dio de baja.

El anterior intendente de General Rodríguez, Juan Pablo Anghileri, habría sido parte decisiva de este grupo operativo, articulánd­ose con los entonces jefes municipale­s kirchneris­tas Sandro Guzmán (Escobar) y Stella Giroldi (Campana).

En la historia, siempre circular, General Rodríguez vuelve a ser el escenario. Allí cayó López, con bolsos y valijas repletas de dinero que buscaba escamotear del alcance judicial, sabiendo que una causa por irregulari­dades en Vialidad Nacional avanzaba sobre él. Las monjas del convento de clausura donde quiso refugiar su tesoro dijeron a las funcionari­os judiciales que López iba por allí “una o dos veces al año”.

Entre tantos millones de dólares, entre euros y relojes de alta gama, las autoridade­s encontraro­n también copia del comprobant­e de una operación bancaria en Beijing. Recuérdese el deleite y el fervor con que De Vido y sus hombres defendían las inversione­s de China, que tenían en Cristina Kirchner a su principal auspiciant­e. Ese recibo chino, tanto como los millones que le capturaron a López, obligan a buscar el origen del dinero.

Los que hoy cuentan la historia aseguran que “si De Vido hizo 100, José hizo 400”, quizás sin advertir que por 100 o por 400 se puede terminar igualmente preso, si es que hay Justicia en esta tierra.

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ROLANDO ANDRADE STRACUZZZI Seguridad. José López, trasladado ayer desde Gral. Rodríguez.
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